Percepción y Conocimiento

Hemos estado haciendo hincapié en la percepción, y apenas hemos hablado del conocimiento. Esto ha sido así porque la per­cepción tiene que ser corregida antes de que puedas llegar a saber nada. Saber es tener certeza. La incertidumbre significa que no sabes. El conocimiento es poder porque goza de certeza, y la certeza es fuerza. La percepción es temporal. Al ser un atributo de la creencia en el espacio y en el tiempo, es susceptible de producir miedo o amor. Las percepciones falsas producen miedo y las verdaderas fomentan el amor, mas ninguna de ellas brinda certeza porque toda percepción está sujeta a cambios. Por eso es por lo que la percepción no es conocimiento. La verdadera percepción es la base del conocimiento, pero gozar de conocimiento es la afirmación de la verdad y esto se encuentra allende cualquier percepción.

Percepción y Conocimiento

Todas tus dificultades proceden del hecho de que no te recono­ces a ti mismo, ni reconoces a tu hermano, ni reconoces a Dios. Reconocer significa «conocer de nuevo», implicando que antes gozabas de conocimiento. Puedes ver de muchas maneras debido a que la percepción entraña interpretación, y eso quiere decir que no es íntegra ni consistente. El milagro, al ser una manera de percibir, no es conocimiento. Es la respuesta correcta a una pre­gunta, más cuando sabes no preguntas. El primer paso en el proceso de deshacer lo ilusorio es cuestionarlo. El milagro –la res­puesta correcta– lo corrige. Dado que las percepciones cambian, su dependencia del tiempo es obvia. La forma en que percibes en cualquier momento dado determina tu comportamiento, y las acciones sólo pueden ocurrir en el tiempo. El conocimiento es intemporal porque la certeza es algo incuestionable. Cuando dejas de hacer preguntas es que ya has alcanzado el conocimiento. La mente que cuestiona se percibe a sí misma en el tiempo, y, por lo tanto, busca respuestas para el futuro. La mente no recep­tiva, por el contrario, cree que el futuro va a ser igual que el presente. Eso da lugar a un estado de aparente estabilidad que es normalmente un intento de contrarrestar el miedo subyacente de que el futuro va a ser peor que el presente. Este miedo coarta enteramente la tendencia a cuestionar.

La verdadera visión es la percepción natural de la visión espiri­tual, pero es todavía una corrección en vez de un hecho. La visión espiritual es simbólica, y, por lo tanto, no es un instrumento de conocimiento. Es, no obstante, un medio de percepción correcta, lo cual la sitúa dentro del propio ámbito del milagro. Una «visión de Dios» sería un milagro más que una revelación. El hecho en sí de que la percepción esté involucrada demuestra que la experien­cia no pertenece a la esfera del conocimiento. De ahí que las visio­nes, por muy santas que sean, son efímeras.

La Biblia te exhorta a que te conozcas a ti mismo, o, lo que es lo mismo, a que tengas certeza. La certeza es siempre algo propio de Dios. Cuando amas a alguien lo has percibido tal como es, y esto te permite conocerlo. Hasta que primero no lo percibas tal como es no lo podrás conocer. Mientras sigas cuestionando lo que él es, estarás implicando claramente que no conoces a Dios. La certeza no requiere acción. Cuando dices que estás actuando basándote en tu conocimiento, estás confundiendo el conocimiento con la percepción. El conocimiento provee la fuerza para el pensamiento creativo, no para la acción recta. La percepción, el milagro y la acción están estrechamente vinculados. El cono­cimiento es el resultado de la revelación y genera sólo pensa­miento. La percepción, aun en su forma más espiritualizada, incluye al cuerpo. El conocimiento procede del altar interno y es intemporal porque goza de certeza. No es lo mismo percibir la verdad que conocerla.

Un curso de Milagro, cap. 3-III