Por qué estamos programados para preocuparnos y qué podemos hacer para calmarnos

Nuestros cerebros sabotean el momento presente más feliz

Todos hemos experimentado momentos de fluidez, momentos en los que nuestra atención se absorbe sin esfuerzo en lo que estamos haciendo. Y los estudios realizados en tiempo real confirman un aumento de la felicidad cuando las personas pueden centrar la atención en lo que están haciendo, en lugar de cuando sus mentes divagan. Puede parecer extraño entonces que dejemos nuestras mentes vagando por algo así como la mitad del día, a pesar del costo de la felicidad.

La razón se puede encontrar en la actividad de las regiones cerebrales vinculadas que se activan cuando nuestra atención no está ocupada con una tarea. Estos sistemas funcionan en el trasfondo de la conciencia, visualizando futuros compatibles con nuestras necesidades y deseos y planificando cómo se pueden lograr.

Los cerebros humanos han evolucionado para hacer esto automáticamente; planificar la escasez y otras amenazas es importante para garantizar la supervivencia. Pero hay una desventaja: la ansiedad. Los estudios han demostrado que algunas personas prefieren las descargas eléctricas a que las dejen a solas con sus pensamientos. ¿Suena familiar?

Nuestro pensamiento de fondo es esencial para operar en el mundo. A veces es el origen de nuestras imágenes más creativas. Sufrimos de su malestar cuando pasa desapercibido, se apodera del almacén mental.

La atención plena, la práctica de observar la actividad de nuestra mente, brinda información en tiempo real sobre esta característica predeterminada del sistema operativo mental y la capacidad de autorregularla.

Eso está confirmado por estudios que muestran una mayor regulación de la atención, memoria de trabajo y conciencia de las divagaciones mentales que se desarrollan después de solo un par de semanas de entrenamiento en atención plena. Los estudios de imágenes, de manera similar, muestran que este tipo de entrenamiento reduce la actividad del modo predeterminado y enriquece las conexiones neuronales que facilitan la autorregulación atencional y emocional.

Nuestros cerebros sabotean el momento presente más feliz

 

La evolución prioriza la supervivencia sobre la felicidad

Esta planificación predeterminada es parte de nuestra historia evolutiva. Su valor es evidente en la persistencia sin esfuerzo y la universalidad con la que se produce. Los programas de cuerpo y mente como el yoga y la atención plena son indicativos del anhelo que muchas personas tienen de estar en el momento presente más feliz.

La forma en que usamos nuestra atención es fundamental para nuestro bienestar emocional, y muchos programas de cuerpo y mente se basan en entrenar nuestras mentes para que sean más hábiles de esta manera.

El entrenamiento de la atención plena, por ejemplo, pide a los estudiantes que dirijan su atención a las sensaciones de la respiración. Y si bien eso puede parecer fácil, la mente se resiste tenazmente. Entonces, a pesar de la resolución repetida, una persona descubre que, en segundos, la atención se ha desvinculado sin esfuerzo de planificar sus ensoñaciones.

El simple hecho de reconocer esta característica es un progreso.

En esos momentos en los que logras notar estos pensamientos con cierto desapego, tu obstinada preocupación por el pasado y el futuro se vuelve clara. Y la orientación semi-vigilante de la planificación (“¿Qué podría salir mal aquí?”) también se vuelve clara.

Comenzamos a notar que esta esperanza, comparación y arrepentimiento a menudo tiene que ver con la familia y los amigos, el trabajo y el dinero, temas de relación, estatus y poder que son fundamentales para la supervivencia de los primates tribales. Todo contrastado con el conocimiento de fondo de nuestra muerte.

Nuestros cuerpos se dan cuenta

Las enseñanzas de la meditación tradicional atribuyen nuestro malestar diario al endurecimiento corporal que naturalmente acompaña a la posibilidad de pérdida, fracaso y sueños incumplidos incrustados en esta narrativa. Es una tensión que muchas veces pasa desapercibida en medio de la gestión de las demandas cotidianas, pero su malestar de fondo nos lleva a buscar alivio en algo más placentero como un refrigerio, una pantalla, una bebida o una droga.

La atención plena nos hace más conscientes de estas preocupaciones y reorienta la atención hacia los sentidos. Estos, por su naturaleza, están orientados al presente, de ahí el lenguaje casi cliché de “estar en el momento”.

Entonces, cuando te sientas tenso y preocupado por pensamientos ansiosos, intenta cambiar tu atención a las sensaciones de tu respiración, donde sea que la notes en tu cuerpo. La tensión corporal se disipa naturalmente con el cambio de enfoque, y sigue una sensación de mayor calma. No esperes que la atención se quede ahí; no lo hará. Solo observa que la atención vuelve a las preocupaciones y vuelve suavemente a la respiración.

Pruébalo solo por un par de minutos.

Otros programas de mente y cuerpo utilizan principios similares

Sería casi imposible diseñar estudios que comparen todas las técnicas que cultivan la atención plena. Pero mis más de cuatro décadas de experiencia como practicante, clínica e investigadora de varios programas populares de mente y cuerpo sugieren que la mayoría de las técnicas utilizan principios similares para recuperar el momento presente.

El yoga y el tai chi, por ejemplo, dirigen la atención al flujo de sensaciones que acompañan a la secuencia de movimientos. Por el contrario, sistemas como la terapia cognitiva, la autocompasión, la oración y la visualización contrarrestan el tono inquietante de la narrativa ambiental con pensamientos e imágenes más tranquilizadores.

Solo un poco de práctica hace que esta tendencia mental universal, y nuestra capacidad para cambiarla, sea más evidente en medio de las actividades. La excitación reducida que resulta significa que las hormonas relacionadas con el estrés se disipan, lo que permite que las que se sienten bien, como la serotonina y la dopamina, se restauren en el cerebro a medida que lo más feliz aquí y ahora se entreteje en el tejido de la vida cotidiana.

Beth Daley