Recomendación para los guerreros

La recomendación para los guerreros es no tener nada material en qué enfocar su poder, sino enfocarlo más bien hacía el espíritu, en el verdadero vuelo a lo desconocido, no en salvaguardias triviales.

Tienes que abandonar el deseo de aferrarte. Pero más que nada me aferraba al deseo de que me quisieran.

Un guerrero sabe que está esperando y también sabe qué es lo que está esperando, y mientras espera deleita sus ojos en el mundo. La máxima hazaña de un guerrero era el gozo.

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Nuestros sentimientos establecen límites alrededor de cualquier cosa. Mientras más queremos algo, más fuerte es el cerco.

El sino de un guerrero es inalterable. El desafío consiste en cuán lejos puede uno llegar dentro de esos rígidos confines y que tan impecable puede uno ser. Si hay obstáculos en el camino, el guerrero intenta, impecablemente, superarlos. Si encuentra dolor y privaciones insoportables en su sendero, el guerrero llora, sabiendo que todas sus lágrimas puestas juntas no cambiarían un milímetro la línea de su sino.

A mi entender, perder la forma humana tenía que incluir una consistencia de carácter. Habiendo ya perdido la forma humana, me hallaba ahora en posición de comprender que dicha condición es un perjuicio a la sobriedad y a la discreción. No aporta ninguna fortaleza emocional automática. Un aspecto del desapego, la capacidad de quedar inmerso en lo que uno está haciendo, naturalmente se extiende a todo lo que se hace, incluso ser inconsistente o totalmente mezquino. La ventaja de no tener forma es la capacidad de detenerse un momento, si es que se tiene auto-disciplina y valor.

No hay pasos específicos para lo que hace un guerrero. Sólo hay poder personal.

La voluntad podía describirse como el máximo control de la luminosidad del cuerpo en cuanto a campo de energía, o podría describirse como un nivel de pericia, o un estado de ser al que llega abruptamente un guerrero en un momento dado. Se le experimenta como una fuerza que irradia de la parte media del cuerpo después de un momento del silencio más absoluto, o de un momento de terror puro, o de una profunda tristeza; pero no después de un momento de felicidad. La felicidad es demasiado transtornante para pedirle al guerrero la concentración requerida a fin de usar la luminosidad de su cuerpo y convertirla en silencio.

Para un ser humano la tristeza es tan poderosa como el terror. La tristeza hace que un guerrero derrame lágrimas de sangre. Ambos pueden producir el momento de silencio. O el silencio viene por sí mismo, porque el guerrero lo persigue a lo largo de su vida.

Carlos Castaneda: El don del águila