Simplemente escucha, simplemente aquí

El mejor regalo que le puedes dar a alguien es escucharlo atentamente.

La capacidad de escuchar es la base de la relación. Pero, ¿qué estás haciendo, en realidad, cuando supuestamente estás escuchando? Lo más probable es que estés oscilando entre prestar atención y ser atraído por distracciones externas, o estás escuchando, y al mismo tiempo estás pensando en lo que esto te recuerda y cómo responderás a la historia que otro necesita compartir, y tu aprobación o desaprobación. Si eres como yo te formarás una opinión que estás deseando expresar. Pero, en la mayoría de los casos, no es necesaria.

Cuando comienzas a escuchar a los demás, profundamente y sin aferrarte a una opinión, al principio puede parecer que estás perdiendo oportunidades para aclarar las cosas. Puede sentir que tiene la obligación de decir tu verdad. No hay duda de que hay ocasiones en las que estás moralmente obligado a defender tu posición y hablar. Otras, no.

Muchas de las personas a las que sirvo en cuidados paliativos provienen de diferentes orígenes y tienen puntos de vista políticos, religiosos y sociales diferentes a los míos. Si mi objetivo es apoyarlos, no puedo permitir que estas diferencias interfieran con nuestra conexión. En mi opinión, esta es una expresión del espíritu divino. Al escuchar profundamente, con respeto y benevolencia, y sin imponer mis ideas sobre qué partes de sus vidas o creencias necesitan ser arregladas, les estoy dando espacio para ser escuchados como son y no como mis ideas preconcebidas las definen. Puede que no esté de acuerdo con ellos, pero mientras estamos juntos puedo intentar compartir su experiencia y encontrarme con ellos donde estén.

Uso términos como “escucha empática”, “espacio de espera” y “ayuda con presencia” para describir tales interacciones. He llegado a apreciar estos espacios de comunión donde puedo relajarme completamente escuchando. No necesito tener una opinión. En realidad, no tengo que hacer nada más que abrirme.

Al igual que con cualquier otra habilidad, la capacidad de escuchar puede fortalecerse y afinarse. Podemos utilizar la percepción del sonido como un ancla para la atención plena.

Volcados hacia adentro y plegados a la práctica de la atención plena, la escucha concentrada mejora la estabilidad meditativa. El proceso es esencialmente el mismo que con otros métodos de atención plena: dejar que la mente descanse en la conciencia del sonido en lugar de la respiración o las sensaciones físicas. Reconocer, con benevolencia, la percepción del sonido en el momento y abstenerse de juzgar. Observa cómo la mente tiende a realizar su tarea habitual de aferrarse, evaluar, nombrar y construir una historia en torno al sonido. Ve si puedes distanciarte de este hábito mental dejándote ir y relajándote en simplemente estar con la percepción.

No necesito tener una opinión. En realidad, no tengo que hacer nada más que ofrecer toda mi atención.

Puedes experimentar con diferentes sonidos: un sonido que has creado al tocar un gong o al encender la música; un sonido ambiental agradable como el susurro de las hojas o el canto de los pájaros; o un ruido que preferiría evitar, como el estruendo de los sopladores de hojas. Comienza con solo unos minutos, luego extiende según lo desees. Al desarrollar la capacidad de permanecer en paz con cualquier cosa que surja en el momento, sin juzgar ni reaccionar, estás soltando las cuerdas que mantienen la mente atrapada en el tira y afloja del apego dualista.

Si se mira hacia afuera, la escucha profunda es una práctica de conexión profunda. Cultivar la capacidad de escuchar en una relación requiere una buena dosis de autoconciencia. Al igual que en la práctica de la atención plena del sonido, te estás entrenando para permanecer en paz con lo que oyes o sientes en el momento.

Podríamos identificar tres dimensiones de escuchar a los demás como práctica:

Primero, la mecánica de escuchar

Silencia tu teléfono; no interrumpas (este requiere práctica); haga contacto visual cuando la otra persona se sienta cómoda con él; aprende a medir la distancia adecuada.

Segundo, escuchar al otro

Cuando sea posible, tómate un momento para estar presente y centrado antes de participar. Da espacio; llena el silencio de benevolencia más que de palabras. Sintoniza las señales no verbales. Has preguntas que expresen tu interés genuino en lugar de preguntas que te lleven a donde te gustaría ir.

Tercero, escucharte a ti mismo

Aclara tu intención: ¿Estás escuchando o hablando para beneficiarte a ti mismo o a la otra persona? ¿Entender o convencer? Trata de ser consciente de cualquier objetivo que no sea prestar toda tu atención al momento y déjalo a un lado. Anota sus reacciones físicas y emocionales en tiempo real; Respira las tensiones y aflójalas. Trata de ser consciente de las suposiciones y juicios a medida que surjan y déjalos a un lado.

Es un regalo ser escuchado. Es un regalo poder habitar el momento y dejar ir todo lo que nos aleja de él. Tanto en la meditación como en la interacción, cuando permanecemos presentes y dedicamos toda nuestra atención a la escucha, accedemos a un espacio donde las construcciones habituales del yo, el otro y la percepción o cognición pueden dar paso a una experiencia de conciencia pura y plenitud. Ya sea hacia adentro, sobre el cojín o hacia afuera, en la relación, la práctica de escuchar es un regalo precioso.

Pamela Gayle White