Yo alabo más al desprendimiento que al amor, y es por esta razón: lo que el amor tiene de mejor, es que me obliga a amar a Dios, mientras que el desapego obliga a Dios a quererme. Es mucho más noble obligar a Dios a venir a mí, que obligarme a ir hacia Dios, porque Dios puede más íntimamente penetrar y unirse a mí que yo pueda unirme a Dios.

 
 
Yo alabo el desapego más que la humildad y he aquí porqué: la humildad puede existir sin el desprendimiento mientras que el perfecto desprendimiento no puede existir sin la perfecta humildad, porque la perfecta humildad tiende a una anulación de nosotros mismos.
 
Alabo el desapego más que toda misericordia, porque la misericordia consiste en que el hombre sale de sí mismo para ir hacia las miserias de su prójimo y su corazón se turba. El desapego está exento, permanece en sí mismo y no se deja turbar por nada. Porque siempre que algo puede turbar al hombre, no es como debe ser.
 
Meister Eckhart de Hochheim (Turingia, Alemania, c. 1260 – c. 1328, Avignon, Francia), «Del Desapego».