Sobre el Transurfing

Independientemente del modelo que formase la base del Tran­surfing, sus principios siguen vigentes. En otras palabras, todos esos principios son invariables con respecto al modelo. Y su principio fun­damental es que la emisión de tus pensamientos influye sobre la rea­lidad que te rodea no sólo indirectamente, sino también de modo directo. La ciencia oficial aún se niega a reconocer este hecho, pues­to que las pruebas experimentales dan resultados ambiguos. Pero nosotros tenemos que resolver nuestros problemas ahora, y no espe­rar hasta que los científicos nos den su palabra autorizada.

Sobre el transurfing

Todos estamos acostumbrados a que nuestro mundo obedezca a la ley de la causalidad, en la que cualquier consecuencia tiene su causa. Como causa, normalmente, se entiende cierta acción. Pero el asunto es que los pensamientos del hombre en sí son habitualmente considerados sólo como guía para sus acciones posteriores, no como emisión material capaz de influir sobre el mundo circundante. Sin embargo, los hechos son tozudos.

Las inexplicables manifestaciones de la obra de la intención ex­terior no podían ser totalmente ignoradas por la ciencia. Carl Jung, el famoso psiquiatra suizo, investigó fenómenos relacionados con la interacción de los pensamientos con la realidad material. Analizó centenares de casos extraños que se revelaban como unas coincidencias inconcebibles, no condicionadas por algunas razones evidentes. Jung ha definido tales coincidencias con el término sincronicidad. En su lectura «Sobre la sincronicidad» da un clásico ejemplo de su práctica.

«En la mañana del día 1 de abril de 1949, yo había trascrito un relato referente a una figura que era mitad hombre mitad pez. En el almuerzo hubo pescado. Alguien nos recordó la costumbre del pez de abril (primero de abril). Por la tarde, una antigua paciente mía, a quien no veía hacía varios meses, me mostró algunas figuras de peces. Por la noche, alguien me mostró una pieza de bordado repre­sentando un monstruo marino. A la mañana siguiente, otra antigua paciente vino a visitarme por primera vez después de diez años. La noche anterior ella había soñado con un gran pez. Algunos meses después, al emplear toda esta serie de coincidencias en un trabajo mayor, y habiendo concluido su redacción, me dirigí a un local a la orilla del lago, enfrente de mi casa, donde ya había pasado diversas veces aquella misma mañana. Esta vez encontré un pez muerto, más o menos de un pie de largo (cerca de 30 cm), sobre el muro del lago. Como nadie pudo haber estado allí, no tengo ni idea de cómo el pez pudo llegar a parar a aquel sitio».

En su obra Sincronicidad como principio de conexiones acausales (1960) Jung definió la Sincronicidad como «la simultaneidad de un estado psíquico con uno o varios sucesos externos que parecen para­lelos a la subjetividad psíquica en un momento dado». Jung llevaba mucho tiempo sin decidirse a publicar la obra, porque el fenómeno de la sincronicidad no encajaba dentro de los marcos del pensa­miento científico tradicional.

Jung saca una conclusión indefinida, pero bastante atrevida, se­gún la medida de la ciencia tradicional. «Los fenómenos de la sincronicidad demuestran la posibilidad de la simultánea equivalencia semántica en procesos heterogéneos, no relacionados causalmente entre sí; en otras palabras, demuestran que el contenido percibido por un observador puede, al mismo tiempo, ser representado por un acontecimiento exterior, sin ninguna vinculación causal. De ahí se desprende, ya que la psique se sitúa fuera del espacio, ya que el espacio es afín (está relacionado) con la psique».

Evidentemente, aquí no hay ninguna alteración de la ley de causalidad. Siempre hay una causa, sólo que el mecanismo de la interacción de los pensamientos y el entorno se revela de un modo poco claro y por ahora incomprensible. ¿Cuál es la causa de las coincidencias de sincronicidad: los acontecimientos son genera­dos por los pensamientos o bien los pensamientos surgen como presentimiento de los acontecimientos? Desde el punto de vista del Transurfing tienen lugar tanto unos como otros. El alma ob­tiene acceso a los datos guardados en el campo de información, que luego son interpretados por la mente. La mente, a su vez, forma los pensamientos que, al estar unidos alma y mente, pue­den plasmarse en la realización material. Pues precisamente esos postulados forman la base del modelo del Transurfing. Pero des­taco de nuevo que el modelo de las variantes no pretende dar una descripción exacta del mundo, sólo sirve como punto de partida, como base para la comprensión de los principios. Aún sabemos muy poco de este mundo.

Vadim Zeland: Adelante al pasado, cap. V