Somos los creadores de nuestra realidad

“…Cada persona está rodeada por una atmósfera del pensamiento… a través de este poder estamos o atrayendo o alejando. El semejante atrae a su semejante… atraemos sólo lo que somos en nuestra mente”

Ernest Holmes

¿Has notado cómo tus pensamientos crean la realidad? ¿Has alguna vez pensado en una persona que tenías tiempo sin ver y de repente esa persona se presenta en tu vida? o ¿Has notado la cantidad de casualidades que te ocurren últimamente? ¿Te has preguntado por qué tienes mala suerte o buena suerte? Muchos ejemplos podemos dar sobre el poder del pensamiento, pero ni las casualidades ni la suerte existen.

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Los pensamientos son la energía más poderosa que tiene el ser humano. La mente humana con sus pensamientos crea todo, lo bueno y lo malo todo lo que nos ocurre y todo lo que vemos en el mundo. Por eso no existen las víctimas, todos en conjunto somos co-creadores del mundo que tenemos a través de la mente colectiva y tú eres el creador de tu propia realidad a través de tus pensamientos.

Si estuviéramos conscientes de que el pensamiento es lo único real, entonces comprenderíamos por qué en el mundo pasan las cosas buenas y malas. Si le pones atención a todos tus pensamientos durante un lapso de tiempo, comprenderías la causa de lo que sucede y de la realidad que tenemos.

Dios nos dio el libre albedrío para que pensáramos lo que quisiéramos pensar; él simplemente nos dejó decidir. Nadie nos enseñó a cuidar nuestros pensamientos, porque no sabíamos que a través de ellos podíamos ejercer el control sobre nuestra vida. Esto ahora nos toma por sorpresa, porque no conocíamos la responsabilidad que implicaba el pensar.

Si estamos presentes no nos angustiamos por el pasado ni por lo que vendrá; no tenemos miedos, ni rabia, ni dolor; podemos tener fe en que lo que sucede es lo correcto y lo que viene es lo mejor, porque sólo en el presente es cuando podemos conectarnos directamente con la fuente, y podemos sentirnos protegidos. Es caminar de la mano con Dios.

Jocelyne Ramniceanu: Palabras Magicas, cap. III