Filtros mentales

La mayor parte de las veces somos nosotros quienes juzgamos las acciones de los demás como malas a partir de nuestra propia percepción deformada por nuestros filtros mentales, mientras que en realidad esas acciones son irreprochables, tales como son. Seamos muy prudentes antes de juzgar, porque lo que nos molesta más en los demás es a menudo lo que de nosotros hay en ellos y no queremos ver… Pero suponiendo que el otro ha obrado verdaderamente «mal», entonces recordemos que esta persona ha obrado lo mejor que podía hacerlo, con todos sus miedos, sus traumas pasados, su nivel de evolución, sus programaciones de infancia, etc. Elegimos considerar esta persona como un ser en evolución que busca su camino hacia la luz, tal como noso­tros. Le damos permiso para que cometa errores, como de­bemos dárnoslo a nosotros.

Doce principios de la curación actitudinal

La esencia de nuestro ser es el amor. Lo que es puramente físico no puede dañar al amor. Por lo tanto, creemos que la mente no tiene límites; nada es imposible; todas las enfermedades son potencialmente reversibles. Como el amor es eterno, la muerte no debe verse con temor.

Obstáculos a la paz

La paz que ya mora en lo más profundo de tu ser debe primero expandirse y transponer los obstáculos que situaste ante ella. Esto es lo que harás, pues nada que se emprenda con el Espíritu Santo queda inconcluso. No puedes estar seguro de nada de lo que ves fuera de ti, pero de esto sí puedes estar seguro: el Espíritu Santo te pide que le ofrezcas un lugar de reposo donde tú puedas descansar en Él. Él te contestó, y entró a formar parte de vuestra relación.
Y cuando contemplas a tu hermano con infinita benevolencia, lo estás contemplando a Él. Pues estás mirando allí donde Él está, y no donde no está. No puedes ver al Espíritu Santo, pero puedes ver a tus hermanos correctamente. Y la luz en ellos te mostrará todo lo que necesites ver. Cuando la paz que mora en ti se haya extendido hasta abarcar a todo el mundo, la función del Espíritu Santo aquí se habrá consumado.

Atracción de la culpabilidad

Nadie puede morir por otro, y la muerte no expía los pecados. Pero puedes vivir para mostrar que la muerte no es real. El cuerpo ciertamente parecerá ser el símbolo del pecado mientras creas que puede proporcionarte lo que deseas. Y mientras creas que puede darte placer, creerás también que puede causarte dolor. Pensar que podrías estar contento y satisfecho con tan poco es herirte a ti mismo; y limitar la felicidad de la que podrías gozar es recurrir al dolor para que llene tus escasas reservas y haga tu vida más plena. Esto es compleción tal como el ego lo entiende. Pues la culpabilidad se infiltra subrepticiamente allí donde se ha desplazado a la felicidad, y la substituye. La comu­nión es otra forma de compleción, que se extiende más allá de la culpabilidad porque se extiende más allá del cuerpo.

El pecado es una idea de perversidad

Si el pecado es real, tiene que estar permanentemente excluido de cualquier esperanza de curación. Pues en ese caso habría un poder que transcendería al de Dios, un poder capaz de fabricar otra voluntad que puede atacar y derrotar Su Voluntad, así como conferirle a Su Hijo otra voluntad distinta de la Suya y más fuerte. Y cada parte fragmentada de la creación de Dios tendría una voluntad diferente, opuesta a la Suya, y en eterna oposición a Él y a las demás. Tu relación santa tiene ahora como propósito la meta de demostrar que eso es imposible. El Cielo le ha sonreído, y en su sonrisa de amor la creencia en el pecado ha sido erradicada. Todavía lo ves porque no te das cuenta de que sus cimientos han desaparecido. Su fuente ya ha sido eliminada, y sólo puedes abrigarlo por un breve período de tiempo antes de que desaparezca del todo.

El amor no es pensamiento

El pensamiento sostiene y nutre la conciencia. El contenido de la conciencia es el movimiento del pensar, que jamás se detiene, los deseos, los conflictos, los temores, la persecución de placeres, la pena, la soledad, el dolor. El amor, la compasión con su incorruptible inteligencia, está más allá de esta conciencia limitada, la que no puede dividirse en superior o inferior, porque lo alto o lo bajo sigue siendo conciencia, siempre ruidosa, siempre parloteando. La conciencia es toda tiempo, medida, espacio, porque nace del pensamiento. El pensamiento no puede, en ninguna circunstancia, ser total; puede especular acerca de lo total y complacerse en su verbalización y en la experiencia que ésta le proporciona, pero el pensamiento no puede jamás percibir la belleza, la inmensidad de lo total.