Rutina y hábito

La totalidad de la conciencia es mecánica en el sentido de que es un movimiento, una actividad constante dentro de los límites del placer y el dolor. Para ir más allá de estos límites el hombre ha intentado muchas vías diferentes. Pero pronto de reduce todo a la monotonía del hábito y el placer; y si uno dispone de energía, se vuelve exteriormente muy activo. Ahora bien, todo el sentido de esto es ver, de hecho, no verbalmente, qué es lo que de verdad ocurre. Ver no verbalmente significa ver sin el observador, porque el observador es la esencia del hábito y la contradicción, que son memoria. De modo que el ver jamás es habitual, porque el ver no se acumula. Cuando vemos desde la acumulación, vemos a través de los hábitos. Por lo tanto, el ver es acción sin hábito.

Así que el acto de ver es la única cosa natural; ver la natural herencia animal en nosotros, que es violenta, agresiva y competitiva. Si uno puede comprender esta única cosa que es realmente de importancia primordial –el acto de ver–, entonces no hay acumulación como el “yo”, lo “mío”, entonces no hay formación de hábitos, con la rutina y el fastidio que todo ello implica. Por consiguiente si logramos, ver lo que es, podemos amar.

Percepción errónea de la ley del karma

Percepción errónea de la ley del karma. El primer error en la forma de percibir la ley del karma es creer que funciona como un castigo o una recompensa. Creemos que si hemos cometi­do «malas» acciones en una vida pasada, deberemos pagarlo con circunstancias difíciles en esta vida, y que si fuimos bue­nos, seremos recompensados. Esto es una percepción erró­nea de la ley del karma. Ésta es una ley educativa en el mejor sentido de la palabra, y en este sentido, la noción de castigo no existe.

Principio de aprendizaje por la ley del karma

La ley del karma es una ley de amor, y sólo existe para sostener nuestra meta fundamental de evolución y de pleni­tud hacia una manifestación más perfecta de nosotros mis­mos. Lo que llamamos una «mala acción» no es más que una demostración dela ausencia de contacto con la voluntad de nuestro Ello que ocasiona nuestra ignorancia de cierta ley y el olvido de lo que somos. Entonces la ley del karma hará que atraigamos a nuestra vida circunstancias que nos permitirán comprender y respetar la voluntad del Ello al tiempo que seguiremos naturalmente esta ley, y así podre­mos encontrar algo más de nuestra esencia. Por tanto, si una «mala acción» en el pasado atrae una circunstancia desagra­dable en nuestra vida actual, no es en absoluto para casti­garnos (el concepto de castigo es una invención de la mente humana y no existe como ley de la naturaleza), sino más bien para darnos la ocasión de experimentar y de aprender acerca de la ley que quizás hayamos transgredido en una circunstancia pasada.

No hay nada externo

Todo el mundo ha experimentado lo que podría describirse como una sensación de ser transportado más allá de sí mismo. Esta sensación de liberación va mucho más allá del sueño de libertad que a veces se espera encontrar en las relaciones especia­les. Es una sensación de habernos escapado realmente de toda limitación. Si examinases lo que esa sensación de ser «transpor­tado» realmente supone, te darías cuenta de que es una súbita pérdida de la conciencia corporal, y una experiencia de unión con otra cosa en la que tu mente se expande para abarcarla. Esa otra cosa pasa a formar parte de ti al tú unirte a ella. Y tanto tú como ella os completáis, y ninguno se percibe entonces como separado. Lo que realmente sucede es que has renunciado a la ilusión de una conciencia limitada y has dejado de tenerle miedo a la unión. El amor que instantáneamente reemplaza a ese miedo se extiende hasta lo que te ha liberado y se une a ello. Y mientras esto dura no tienes ninguna duda acerca de tu Identidad ni deseas limitarla. Te has escapado del miedo y has alcanzado la paz, no cuestio­nando la realidad, sino simplemente aceptándola. Has aceptado esto en lugar del cuerpo, y te has permitido a ti mismo ser uno con algo que se encuentra más allá de éste, al simplemente no permitir que tu mente esté limitada por él.

Morir para todo lo de ayer

Morir para todo lo de ayer. Sólo aquel que muere cada día, está más allá de la muerte.

Morir es amar. La belleza del amor no se encuentra en los recuerdos del pasado ni en las imágenes del mañana. El amor no tiene pasado ni futuro; la que los tiene es la memoria, que no es amor. El amor con su pasión está más allá del orden de la sociedad que somos cada uno de nosotros. “Uno” muere, y el amor está ahí.

Mirar adentro

Si le hablas a un hermano que cree en la separación y por lo tanto, tiene su propia agenda, y tú compartes con él, tus más íntimos pensamientos, en lo profundo dentro de ti, hay un miedo de no ser aceptado. Y en ese miedo, la comunicación ha sido destruida. Pero si miras adentro, si escuchas solo en tu silencio y te dejas ser a ti mismo, te encuentras siendo ese momento; si al mismo tiempo, te abres al discernimiento de un significado, una emoción y un propósito, en­tonces, surgiendo, de tu silencio, escucharás la canción de la verdad. Verás a tus miedos, di­solviéndose en la nada. Así como la oscuridad se disuelve ante la presencia de la luz. Y así habrás transformado el miedo en Amor.