Era uno de los últimos días de la estación más fría en los bosques del norte. Una niebla gris plata cubría todo el sotobosque, mientras que en las colinas más altas sus picachos parecían cortados por la bruma. Solo se oía el silencio.
Abracé al árbol y toda su existencia entró en mí. Él me hizo el regalo de sentir a todos los árboles. Pude andar por el bosque y ver su primera transformación y las miles y miles que siguieron después. Toqué su pequeña semilla y el calor que palpitaba en su interior. Suavemente se abrió en