Yo soy. Yo pienso. Yo quiero. Mis manos… mi espíritu… mi cielo… mi bosque… esta tierra mía… ¿Qué debo añadir? Estas son las palabras. Esta es la respuesta.
Estoy aquí de pie, en la cumbre de la montaña. Levanto mi cabeza y extiendo mis brazos. He aquí mi cuerpo y mi espíritu, he aquí el fin de la búsqueda. Deseaba conocer el sentido de las cosas. Yo soy el sentido. Deseaba encontrar un permiso para existir. No necesito permiso alguno para existir; ni que me den el visto bueno para vivir. Yo soy el permiso y el visto bueno.
El sentido de separación comienza con un pensamiento que identifica exclusivamente a nuestro ser con un cuerpo. Desde el momento en el que este pensamiento surge —y siempre surge ahora— nuestra verdadera naturaleza de presencia transparente parece convertirse en un denso, sólido y material yo, es decir, parece convertirse en un cuerpo.
No sólo nos limitamos a pensar que somos un limitado y localizado yo, sino que también lo sentimos.
¿Qué es un sentimiento? Decimos: «Estoy triste» o «Tengo miedo». Pero, ¿cómo lo sabemos? ¿Cómo sabemos que estamos tristes, alegres, enojados, temerosos, confundidos, satisfechos? ¿Dónde está la evidencia, en este preciso momento? ¿Acaso nos estamos contando una historia?
Identidad 2ª parte El significado de la identidad personal es doble: por un lado, distintas personas tienen diferentes impresiones basadas en los sucesos del pasado y en los recuerdos que dichos sucesos han dejado en el cerebro en función de cómo reaccionamos a ellos en su momento; y, por otro, estos sucesos y las reacciones […]
Identidad 1ª parte En realidad, el mecanismo cuerpo-mente humano no es nada más que un patrón de energía dinámica. Eso es todo lo que el individúo es: energía vibrando y pulsando a una velocidad increíble, con una estructura o disposición particular. Y esa estructura tiene características que son peculiares en su organismo cuerpo mente. Ningún […]
Hacer algo siempre involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. He aquí la puerta abierta que te ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escaparte de inmediato, liberándote así del tiempo. Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo en este mismo momento. Pues con ello se niega el tiempo, y, así, el pasado y el futuro desaparecen. El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de tiempo. No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente.
Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.
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