¿No hay solución? No hay problema. Si estás tratando de arreglar tu tristeza, tu dolor, tu miedo, tu ira, tu soledad, tus dudas, tu corazón roto, tu profundo anhelo por llegar a Casa,
Observa el apego a tu dolor.
Mantente muy alerta.
Observa el peculiar placer que te proporciona ser infeliz.
Observa la tendencia compulsiva a hablar o a pensar en tu desdicha.
La resistencia cesará si la haces consciente.
Entonces puedes llevar tu atención al cuerpo-dolor, mantenerte presente como testigo e iniciar así su transmutación.
Tú eres el único capaz de hacerlo. Nadie puede hacerlo por ti.
Llevad a todo el mundo el jubiloso mensaje del fin de la culpabilidad, y todo el mundo contestará. Piensa en lo feliz que te sentirás cuando todos den testimonio del fin del pecado y te muestren que el poder de éste ha desaparecido para siempre. ¿Dónde puede seguir habiendo culpabilidad una vez que la creencia en el pecado ha desaparecido? ¿Y dónde está la muerte, una vez que se ha dejado de oír para siempre a su gran defensor?
Perdóname por tus ilusiones, y libérame del castigo que me quieres imponer por lo que no hice. Y al enseñarle a tu hermano a ser libre, aprenderás lo que es la libertad que yo enseñé, y, por lo tanto, me liberarás a mí.