Hay muchas cosas peligrosas en este mundo.
Sin embargo, para mí, lo más peligroso es mi mente. No la veo, no la huelo, no la puedo tocar, pero puedo escucharla, y me hace hacer y decir estupideces.
Siempre digo que estoy en una búsqueda constante para salvarme de mí. Soy mi propio enemigo, y si no me salvo yo misma, nadie más lo hará.
No hace falta decir que no puedo hacer esto sola; nadie puede.
Si fuera posible, o fácil, salvarnos de las malas acciones de nuestra mente, no habría tantos libros, cursos y entrenadores de autoayuda por ahí.
Una de las tantas cosas que me ha salvado a lo largo de los años son las citas budistas. Las he tenido anotadas durante años y, de vez en cuando, abro mi teléfono o mi cuaderno para leerlas.
Nunca dejan de poner mi ego a raya.
Para dejarme respirar.