Tuve miles de maestros. Decir sus nombres me llevaría meses y ya es muy tarde… Sin embargo, hay tres maestros de los que te hablaré. Uno fue un ladrón. Una vez me perdí en el desierto y cuando llegué a una aldea era muy tarde, todo estaba cerrado. Finalmente encontré a un hombre que estaba tratando de hacer un agujero en la pared de una casa. Le pregunté dónde podía pasar la noche y me dijo: “A esta hora va a ser difícil que encuentres un lugar, pero puedes quedarte conmigo, si no te molesta estar con un ladrón”. Era un hombre maravilloso y me quedé un mes con él. Todas las noches me decía: “Ahora me voy a trabajar. Tú descansa y reza.
Y la Luz nació en el corazón humano y apartó las sombras del miedo y la ignorancia. Y fui Luz en la Luz. Y la Luz fue Paz. Y descubrí que esa chispa de Luz es capaz de revelar la Luz de otros corazones.
Su padre lanzo grandes rayos dorados a todos los confines del universo para dar la buena nueva: ¡un nuevo Sol había venido al mundo de las formas!
EL TESORO ESCONDIDO. Posiblemente, percibimos la vida actual llena de carencias. Acontecimientos externos nos invaden, desnudan y nos vacían de muchas cosas que creíamos necesarias e incuestionables para sentir la felicidad o al menos, cierta seguridad en el día a día.
Hoy pensaba o más bien recordaba, a las personas que han pasado por mi vida y qué pocas, realmente, se han quedado en ella. Podríamos verlas como chispas de luz que, en un momento determinado, iluminan nuestra alma, también nosotros la suya. No elegimos quienes vendrán, simplemente llegan a nuestro lado dejando una impronta, una
¿Qué sucede cuando, sólo por un momento, nos quedamos con nuestro miedo, nuestras dudas, nuestra incomodidad, nuestra pena, nuestras preguntas, nuestro dolor, nuestros corazones rotos, incluso con nuestra apatía, sin tratar de cambiar nuestra experiencia, o arreglarla, o tratarla con indiferencia, o deshacernos de ella de alguna manera?