TIEMPO  Y  ETERNIDAD

“Todo el campo del devenir está abierto y es accesible; el pasado y el futuro coexisten en el ahora eterno” 

                                                                    NISARGADATTA

“Dices: trasládate desde el tiempo a la eternidad. Pero, ¿hay alguna diferencia entre la eternidad y el tiempo?”

                                                                    ANGELO SILESIO

Expliquemos por qué “dual” equivale a “sucesivo”:

Como ha demostrado la psicología Gestalt, toda figura se percibe sólo en referencia a un fondo; en otras palabras, fondo y figura no se perciben simultáneamente, sino sucesivamente, pues el énfasis perceptivo ha de centrarse en uno o en otro. Lo que es fondo puede pasar a ser figura, y viceversa; pero nunca ambos se perciben a la vez ni cobran para la percepción idéntico protagonismo (si así fuera, ello sería posible sólo por la referencia a un nuevo fondo). En líneas generales, cabría decir que la propia naturaleza de la percepción exige que lo percibido se divida en figura y fondo, y que éstos sean contemplados sucesivamente.

La vivencia temporal se sustenta en este hecho: ante nuestra consciencia dual, lo uno ha de dividirse en facetas que han de ser contempladas de modo secuencial o sucesivo. Para el Advaita, la consciencia no está en el tiempo, es el tiempo el que está en la consciencia. El tiempo es el único modo en el que nuestra consciencia dual puede aprehender aquello que, considerado en sí mismo, habita en un constante presente.

 TIEMPO  Y  ETERNIDAD

Es usted el que está en movimiento, no el tiempo. Deje de moverse y el tiempo cesará. (…) El pasado y el futuro se fundirán en el eterno ahora. (Nisargadatta).

Tú mismo haces  el tiempo: su reloj son la mente y los sentidos; detén la inquietud y se acabó el tiempo. (Ángelo Silesio)

El trasfondo del tiempo es, pues, la eternidad, entendida en el sentido metafísico de atemporalidad, no en el de un tiempo ilimitado. Análogamente, también el espacio, el ritmo, y también en general, todo lo que tenga su razón en la existencia de partes mutuamente excluyentes, resultan de la imposibilidad de contemplar simultáneamente los diversos aspectos de una unidad.

Pero lo que nos ata al mundo polar, nuestra capacidad de discriminación o discernimiento, es para el Advaita, también lo que nos libera. Lo intemporal no puede ser alcanzado por lo temporal, ni lo incondicionado por lo condicionado; pero la mente temporal y condicionada puede advertir lo irreal como irreal, discernir la naturaleza de sus propios condicionamientos y límites y, con ello, disponerse para ir más allá de sí misma. Veamos, en concreto, cómo el discernimiento de la naturaleza del tiempo puede conducirnos más allá de él:

La eternidad, hemos dicho, no es sinónimo de un tiempo ilimitado, es la consciencia pura sin límites, es decir, sin sucesividad, sin tiempo. Y la puerta de esa consciencia pura sin tiempo, la puerta de la realidad, es lo más a mano pero lo menos advertido: el ahora, el momento presente.

La realidad, para el Advaita, es siempre ya, ahora. El presente es la única realidad, pues siempre es “ahora”. No hablamos de un ahora fugaz, limitado por al antes  y el después (éste es el ahora re-presentado, vivenciado desde la mente), sino de un ahora ilimitado que abraza todo el tiempo, del único tiempo real; pues todo recuerdo y toda anticipación, ¿qué son sino experiencias presentes?, ¿puede algo ser si no es ahora?

Cuando se advierte que toda la referencia al pasado y toda anticipación del futuro sólo pueden acontecer ahora, es decir, que no hay un antes y un después ajenos o exteriores al presente, el ahora se desvela en su ser sin límites –se dilata multidimensionalente- y en su carácter intemporal, eterno. Así lo expresa Nisargadatta:

Ciertamente, un recuerdo del hecho no puede pasar por el hecho mismo, tampoco la anticipación. Hay algo excepcional, único, en el hecho presente que no tiene lo previo ni lo venidero. Tiene cierta viveza, cierta actualidad: sobresale como si estuviera iluminado. En el presente existe “el sello de la realidad” que ni el pasado ni el futuro tienen.

P: ¿Qué da a lo actual ese “sello de realidad?”

N: ¿Qué hace a lo actual tan diferente? Obviamente, mi presencia consciente. Yo soy real porque yo soy siempre ahora, en el presente, y lo que está conmigo comparte mi realidad. El pasado está en la memoria, el futuro en la imaginación. (…) es mi propia realidad la que yo imparto al hecho presente.”

Usted, el Ser, siendo la raíz de todo ser, consciencia y gozo, imparte su realidad a todo cuanto percibe. Este impartir realidad ocurre invariablemente en el ahora, no en otro tiempo, porque el pasado y el futuro están sólo en la mente. “Ser” sólo se aplica al ahora.

Pero el ego –la vivencia egótica arraigada en la consciencia objetivamente, y cuya identidad, como vimos, se sostiene en el tiempo por la memoria-, puesto que se mide constantemente en referencia al pasado y al futuro, a recuerdos y a expectativas, pocas veces accede al ahora puro. El ego, como pensamiento que es, otorga realidad absoluta a ciertos pensamientos, antes y al después, y no advierte que el antes y el después siempre son pensados ahora. El pasado, acumulado en un proceso de auto-identificación mental, filtra la percepción del presente, excluyendo a yo de ese presente puro que es la puerta de la realidad. El presente queda así reducido a un pseudo-presente frágil, etéreo, escurridizo e insubstancial, limitado por un antes y un después supuestamente reales. Un presente fugaz, y en buena medida irreal por ser mera proyección de lo ya conocido –creemos percibir el ahora y percibimos “pasado”; creemos ver y solo recordamos.

“La sabiduría de la no-dualidad”

Mónica Cavallé