En la psicología budista, las instrucciones para la transformación del pensamiento son muy explícitas. El Buda instruye a sus seguidores: “Al igual que un hábil carpintero que quita una clavija tosca golpeándola con una fina, así una persona quita un pensamiento que produce dolor sustituyéndolo por uno hermoso”. La clavija del carpintero es una descripción práctica de cómo podemos eliminar patrones de pensamiento nocivos como el juicio propio, la preocupación y la ansiedad mediante la sustitución del pensamiento. Lo que se requiere es la selección de un sustituto útil y la práctica repetida. La repetición es clave. La repetición, la compasión y la creencia de que los ciclos dolorosos del pensamiento pueden transformarse tienen un papel en el desarrollo de nuevos patrones de pensamiento.

Transformando la Ansiedad y los Pensamientos Difíciles

Los pensamientos de reemplazo más comunes son variaciones de las prácticas de bondad amorosa y compasión. Cuando surge un pensamiento negativo repetido, de preocupación y ansiedad, de autocrítica o de depresión, primero estúdienlo. ¿Cuándo surge? ¿Con qué frecuencia? ¿Cuál es su tono de voz? ¿Aparece como palabras o tiene imágenes también? ¿Qué historia quiere que creas? ¿Qué tan doloroso es escucharlo una y otra vez? Ahora que lo ves con claridad, puedes decirle al pensamiento: “Gracias por tratar de protegerme, pero ahora estoy bien”.

Luego elijan un reemplazo adecuado como:

«Soy una persona compasiva, me preocupo por las personas».
“Me cuido a mí mismo”.
“Estoy a salvo y protegido”.
“Viviré con un corazón en paz”.
“Un día a la vez”.
“Viviré con confianza y amabilidad”.

Aun así, algunos patrones de pensamientos nocivos (celos, ira, miedo, indignidad y ansiedad) son tan obstinados que son difíciles de domar mediante una simple sustitución. Para estos pensamientos, el Buda ofrece métodos más enérgicos. Sus instrucciones continúan: “Y cuando aún surjan patrones de pensamientos inhábiles, se debe visualizar claramente el peligro de que los pensamientos causen dolor y sufrimiento. Entonces, naturalmente, como el abandono de la basura, la mente se alejará de estos pensamientos y se volverá firme, tranquila, clara”. De hecho, podemos sentir el peligro cuando estamos poseídos por pensamientos de celos o ira, o estamos bajo las garras de la ansiedad. Estos tensan y estresan todo nuestro cuerpo. Nos impiden descansar. Y cuando consideramos actuar sobre ellos, sabemos que los resultados pueden ser lamentables.

Es importante que no nos juzguemos a nosotros mismos cuando veamos estos pensamientos; ¡son solo pensamientos! La práctica de la transformación consiste simplemente en establecer una nueva y poderosa intención. Podemos ver que ciertos pensamientos son espontáneos, impersonales y que los pensamientos nocivos son dolorosos y no tienen en mente nuestro mejor interés. Por compasión por nosotros mismos podemos sentir su peligro. “Como basura malsana”, dice el Buda, “podemos dejarlos”. O podemos visualizarnos barriéndolos fuera de nuestro cuerpo para convertirlos en abono para la tierra. Entonces podemos reemplazarlos.

Aun así, algunos patrones de pensamiento destructivo son tan fuertes que se necesitan medidas aún más enérgicas. El Buda nos dice que «ignoremos deliberada y directamente estos pensamientos, nos alejemos, sin prestar atención, como si cerráramos los ojos o apartáramos rápidamente la vista de una vista perturbadora y dañina». Y si tales patrones continúan, “el flujo de pensamientos salvajemente torpes debe reducirse gradualmente y aquietarse al reducir la respiración paso a paso, como si se redujera gradualmente el paso de correr a caminar y ponerse de pie”.

Ahora estamos hablando de patrones de pensamiento que son «pegajosos». Todos los conocemos por experiencia, cuando un miedo, una duda o una obsesión simplemente no desaparecen. Los pensamientos pueden ser desagradables, pero nuestra mente se mete en un surco y no sabemos qué hacer si no quedarnos allí. Por ejemplo, la idea de dejar ir a nuestro ex amante se convierte en una forma de pensar en él o ella. Ignorar los pensamientos y caminar conscientemente y respirar lentamente puede reducirlos. Si no es así, el Buda recomienda un último recurso final y raramente utilizado: “Tales pensamientos deben ser enfrentados con fuerza, con los dientes apretados, la lengua presionada contra el techo de la boca, decididos a constreñir, aplastar y someter estos pensamientos como si estuvieran restringiendo un acto violento. De esta manera uno se convierte en un maestro del pensamiento. De esta manera uno se vuelve libre”.

Como podemos escuchar, estas no son prácticas dulces de “autoestima”, mirarse al espejo cada mañana y decir: “Soy una persona amorosa y el mundo me dará lo que quiero”. Los hábitos destructivos de la mente pueden ser tenaces. Se necesita un elemento de feroz determinación y valiente autodisciplina para enfrentarlos. Cuando lo hacemos, descubrimos que podemos entrenar y dirigir nuestra propia mente. ¡Qué bendición!

 

Jack Kornfield