Unidad del alma y la mente

El alma viene a este mundo como un niño, extendiendo con credulidad sus manitas. Pero luego resulta que el mundo está usurpado por los péndulos que le han convertido en una jungla. Los péndulos enseguida intentan inculcar al alma que aquí nadie la esperaba, que en este mundo todos deben luchar por su lugar bajo el sol y pagar tributo a los péndulos. A la ingenua y espontánea alma de inmediato quieren ponerla en su lugar. Le inculcan que sus deseos no interesan a nadie, que en el mundo hay más sufrimientos que alegría, que sólo hay fiestas en los días establecidos, que para ganar un pedacito de pan uno debe trabajar obstinadamente. Ya está… las orejas se agachan, la tristeza le rezuma en lágrimas por los ojos. O crece su indignación. ¡Eso no está bien, eso no es justo! Se le eriza el pelo. Al alma le parece que la elección puede ser sólo una: ya arrastrarse abatidamente por el camino imbuido por los péndulos, ya arañar desesperadamente todo y a todos intentando conseguir lo de uno.

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Los péndulos se apoderan de la mente de un individuo en todos niveles: mental, emocional y energético. La concepción del mundo corriente de una persona y sus reacciones conductistas se forman precisamente por los péndulos. La persona piensa y actúa para beneficio de ellos. El alma tras de la mente cae en la funda de los condicionamientos. El condicionamiento se revela literalmente en todo. El hombre está obligado a resignarse a la multitud de limitaciones y cumplir su papel asignado en un juego impuesto. En tales condiciones el alma se relega poco a poco a segundo plano y la mente coge las riendas del gobierno en sus manos.

La mente educa al alma como a un niño pequeño e insensato: «Yo sé mejor que tú lo que hay que hacer, y tus estúpidos balbuceos son absolutamente inútiles». La mayoría de la gente ha convertido su alma en una criatura asustada, privada de todos los derechos, que se ha escondido un en rincón y observa con tristeza en los ojos lo que hace la mente desenfrenada. A veces surgen momentos de acuerdo entre el alma y la mente. En estos momentos el alma canta y la mente se frota las manos con satisfacción. Pero eso ocurre muy rara vez.

La mayoría de las veces la unidad del alma y la mente se consigue en el rechazo, miedo y odio.

El alma no tiene voto en cuestiones de elección. La mente la trata como a un niño que pide que le compren un juguete que le gustó. Las respuestas de la mente normalmente son estándares, por ejemplo: «No tenemos dinero para eso». Así es como se destruye un sueño en su origen.

La mente tiene su lógica impuesta por los péndulos, para los que resulta beneficioso atar corto a sus partidarios y no darles siquiera la libertad de elegir sus sueños. El alma carece por completo de lógica y todo lo comprende literalmente. La mente repite que no hay dinero. ¡Pero es que el alma no pide dinero! ¡Ella pide el juguete! Mientras la mente, alegando falta de dinero, veta el juguete (es algo irreal, es difícil de conseguir), y al alma no le queda otra que meterse desesperadamente en su concha y nunca más mencionar el juguete. Y fue así como tuvo lugar el funeral de un sueño.

El hombre percibe erróneamente la mundividencia racional como una ley irrevocable. Sin embargo, esa ley es una farsa y se la puede «forzar». En nuestra vida frecuentemente ocurren «milagros» inexplicables. Entonces, ¿por qué no admitir que uno de éstos entre en tu vida? Sólo necesitas permitirte tener todo lo que tu alma quiere. Si te quitas la telaraña de los prejuicios y limitaciones en la que te enredaron los péndulos, creerás sinceramente que eres digno de tu sueño y te permitirás a ti mismo tener lo deseado: lo tendrás. Permitirse tener es la principal condición de la realización de un deseo.

En este mundo es poco lo que la mente puede hacer sin el alma. En cambio, juntas son capaces de todo, porque su fusión crea esa fuerza mágica: la intención exterior.

La mente dirige la intención interior y el alma, la exterior. Sin embargo, el alma no es capaz de dirigir la intención exterior hacia un objetivo. Cuando el alma y la mente se mancomunan, la intención exterior se torna dirigible y puedes utilizarla para conseguir los objetivos marcados.

Todo lo que a ti te parece difícil de alcanzar y hasta irreal, realmente es muy difícil de hacer dentro de los límites de las posibilidades que te ofrece la intención interior de la mente. ¿Quién lo discute? Cualquier objetivo que te propongas, estaré de acuerdo contigo en que es difícil de realizar actuando dentro de los límites de la concepción racional del mundo. Pero no vas a renunciar a tu sueño sólo porque unas cuantas autoridades falsas se tomaron la libertad de determinar dónde está la realidad y dónde no. Aprovecha tú también el derecho de tener tu propio milagro personal.

El secreto de la felicidad es tan sencillo como el secreto de la desgracia. La cosa está en la unidad o el desacuerdo entre el alma y la mente. Cuanto mayor se hace el hombre, más grande se hace este desacuerdo. La mente se somete a la influencia de los péndulos y el alma se vuelve infeliz. En la infancia el alma todavía tiene esperanzas de recibir un día su juguete, pero con el tiempo la esperanza se extingue. La mente encuentra cada vez más confirmaciones nuevas de que el sueño es difícil de alcanzar y deja su realización para después. Ese aplazamiento normalmente dura toda la vida. La vida se acaba y el sueño queda tal cual, en el cajón, cubierto de polvo.

Para conseguir la unidad del alma y la mente, primero es necesario determinar en qué, exactamente, debe conseguirse esa unidad, lo que significa marcar nuestros objetivos. A pesar de la aparente evidencia, el asunto no es nada trivial. Como norma general, las personas saben con exactitud qué es lo que no quieren, pero les resulta difícil formular sus verdaderos deseos. Eso se explica con el hecho de que los péndulos tienden a someter a la gente a sus intereses y les imponen objetivos falsos. No podemos hablar de ninguna unidad del alma y la mente si ésta se lanza a perseguir un espejismo seductor y el alma aspira a algo totalmente opuesto.

Al reflexionar sobre el objetivo no pienses en el prestigio que tenga. Haz caer el objetivo del pedestal de la inaccesibilidad. De esta manera quitarás la importancia exterior. Al reflexionar sobre el objetivo no pienses en cómo lo vas a conseguir. De esta manera quitarás la importancia interior. Piensa sólo en tu propio confort. Si el objetivo está conseguido, ¿te sientes realmente bien o, no obstante, algo pesa en el alma? Las dudas sobre la viabilidad de lo deseado, su alcance real, todavía no indican que no lo necesitabas. Lo importante es que cuando pienses en el objetivo deseado, tu alma cante. Por muy atractivo que sea tu objetivo, si algo te oprime puede significar que este deseo podría ser falso.

La vida se te ha dado, no para que sirvas a alguien, sino para que te realices como persona. Al encerrar al alma en la funda creas un potencial excesivo enorme de insatisfacción interior oculta, que va a derramarse sobre ti y tus cercanos como infortunios de toda clase. Te parecerá que deseas el bien a la gente, pero en realidad toda esa preocupación sólo les perjudicará.

Cuídate a ti mismo con diligencia, trátate con cariño y atención. Entonces tu alma entrará en calor y desplegará sus alitas.

Vadim Zeland: El susurro de las estrellas de madrugada, cap. III