PRÓLOGO-Nuevos niños están naciendo

Nuevos niños están naciendo. Son humanos diferentes, aunque no lo parezcan. Yo soy sólo uno de ellos,uno de los primeros. La humanidad está cambiando. La conexión con lo espiritual está más abierta. Todos los niños pueden ahora mantenerse unidos a su esencia.

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Los bebés lloran porque es muy difícil este planeta. Un bebé trata de expresarse vía telepática, pero no le funciona porque todo aquí es muy denso. Ve todo, lo malo y lo bueno, lo falso y lo verdadero. En otros planetas uno ve lo que quiere. Ver es una manera de decir, ya que no hay ojos físicos, uno se focaliza en lo que le interesa y se puede cerrar cuando quiere. El recién nacido está asustado, encerrado en la realidad física.

Extraña la unidad esencial de donde viene, entonces se adhiere rápidamente a las personas que lo cuidan.

Traspasa a los padres el lugar del Ser Supremo. Los padres, si creen sólo en lo material, lo involucran cada vez más en lo físico. Al enseñarle a hablar, limitan su pensamiento. Los niños al crecer, van perdiendo la conexión con su origen.

Para ayudar a los chicos hay que ayudar a los grandes. Si los padres están abiertos, van a cuidarlos sin imponerles sus propias ideas, su visión del mundo. Lo principal es darles espacio, darles tiempo, dejarlos pensar, dejarlos que hablen. Es importante hablarles de Dios, de lo espiritual pero sin insistir en que se tiene la Verdad.

El cerebro humano es como una computadora, pero la computadora tiene una memoria limitada, reflejo del cerebro físico. En cambio la mente es el reflejo de la Mente Divina que es infinita.

Los humanos aprenden a usar un solo punto de vista, el cotidiano que sirve para lo físico y para vivir en sociedad. Los niños, al jugar practican esta realidad. Seguir abierto es mantener otros puntos de vista. Por ejemplo, el punto de vista Exterior es «ver» desde fuera de la Tierra y, más aún, desde fuera de la parte manifestada del Universo. El punto de vista Central es «ver» desde el Núcleo, esencia energética de Dios. El punto de vista Interior es «mirar» desde dentro del núcleo interno del propio ser, y ver el núcleo de otros seres.

A los niños se les hace practicar sólo el punto de vista Cotidiano. Entonces limitan el uso de sus ondas mentales y aprenden a focalizarse en el plano físico. Es como usar apenas una partecita de una computadora.

Una vez que están programados de esta manera, es difícil que se abran, pueden confundirse. Hay que tener mucha paciencia para reabrir la conexión espiritual.

La mayor parte de los seres humanos viven toda su vida olvidados de la totalidad. La unidad superior la mantienen cuando son bebés y a veces la recuperan poco antes de morir. Buscan la felicidad externa porque pierden la interna. Sufren por los deseos y también por la adicción a otros seres humanos.

Un niño nuevo sabe que es parte de la Totalidad. Si se le quiere enseñar la idea de «mío» se confunde, cree que todo es de él. Hay que dejarlo compartir. Hay un solo YO para la Totalidad, aunque el YO individual es de una variedad infinita.

Flavio, 8 años

EL ÁNGEL DEL OLVIIDO

Papá —

Hay un antiguo mito que dice que todos los niños, antes de nacer, están en contacto con las verdades de Dios. Pero en el momento de nacer un ángel les da un beso en los labios y les sella la boca. Es el ángel del olvido. Por eso los hombres tienen que aprenderlo todo; no recuerdan nada.

Flavio —

Sí, es así. Pero yo ya estaba avisado, y cuando vino el ángel me esquivé, y apenas me tocó. Por eso me acuerdo. Es muy triste olvidarse.

Ahora cada vez más niños van a traer el recuerdo de Dios. Pero lo más difícil no es recordar sino ponerlo en palabras.

Flavio, 5 años

RECUERDOS

Tengo más recuerdos de antes de nacer que de mis primeros tres años de vida. Antes de nacer veo todo, tengo todas las perspectivas. Mi vista no tiene límites, porque no tengo ojos físicos. Por primera vez estoy cerca de un planeta tan denso. Me fui preparando, pasando por otros planetas donde podía ensayar lo físico.

Era como aprender a escribir en el aire, sin usar el lápiz. Pero esto es muy distinto, muy raro; voy a tener un cuerpo material. Traigo algunos datos básicos para poder estar acá: sí y no, tiempo y espacio. Este es un mundo de opuestos.

Recuerdo cientos de bolas luminosas, todo lo viviente es una bola de luz. Veo algunas que me pueden ayudar a vivir en este planeta tan duro. Veo dos posibles madres: una con el ego fuerte y otra con el ego más suave pero justo. Esta última está acompañada por otra bola de luz que brilla mucho; ahora puedo decir que con el color verde y violeta. Ellos me atraen porque están unidos por el amor. Serán mis padres. Sé que tengo que ir. Empiezo a sentirme cada vez más atraído hacia ellos. Aparece un túnel luminoso; alrededor hay oscuridad. Cuando entro me siento muy apretado, muy encerrado.

Para mí, nacer en este mundo, es como morir para los humanos: es pasar a un plano difícil y desconocido.

Cuando entro en mi madre empieza el proceso físico de mi vida. Me voy a su mente, porque es la parte más sutil que encuentro; desde ahí, dirijo la evolución de mi cuerpo.

Al nacer sigo prendido a la mente de mi madre, aunque mi cuerpo ya está sobre la tierra. Creo que por eso no me acuerdo de nada personal hasta los tres años: seguía muy unido a ella. Después mi mamá me contó que toda esa época veía el mundo raro, y claro, eso le pasaba porque yo trataba de entender al mundo a través de su mente.

Una noche mis padres fueron al cine a ver una película. (The wall). Yo la vi con ellos. Había una parte, con dibujitos animados muy terribles, y otra parte muy triste sobre un nene que no tenía papá. Ahí me di cuenta que yo dependía demasiado de mi mamá. Sabía que había llegado el momento de salir a enfrentarme al mundo. Mi hermano ya tenía seis años y tenía que unirme a él; podía ayudarme. Es un alma muy buena, muy vieja en este planeta, tiene energía del planeta Marte y vino a experimentar el color rojo. El y yo somos un equipo de almas. Marcos nació primero para abrirme camino con su fuerza.

Mi primer recuerdo propio es al otro día de ver la película. Me veo corriendo a la cama de mi mamá para abrazarla muy fuerte. Me dolía la cabeza y no me podía olvidar de los dibujitos y de la música; me puse a cantarla. Cuando les conté a mis padres lo que había visto a la noche se asombraron mucho. No entendían nada y yo no les podía explicar todavía. Era muy chico, tenía más imágenes y sonidos que palabras. Marcos les dijo que yo, mientras dormía, me había salido del cuerpo para ir con ellos al cine. A mí me retó y me dijo que no tenía que hacer más esas cosas.

Cuando empecé a tener mente propia esta realidad me era muy difícil. Me costaba mucho manejarme con el cuerpo y sobre todo, comer. Comer es una manera muy indirecta de tomar la energía que se necesita, y no podía acostumbrarme. De día estaba cansado; de noche viajaba por otros planetas. Mi trabajo, mientras dormía, era ser «informador». Transmitía a seres de otros mundos, con ondas telepáticas, cómo es la Tierra.

Todo les parecía muy raro.

Sabía que tenía que estar aquí, pero me resultaba muy difícil y me sentía muy sólo. Mi hermano seguía creciendo y se empezaba a cerrar un poco.

A los cinco años conocí a una señora brasileña, que trabajaba enseñando cosas espirituales. Fue un encuentro importante porque ella tenía mi misma misión. Me contó que cuando era chica también le costaba mucho estar encarnada, y me explicó que tenía que tomar una decisión. Me dijo que mi cuerpo era el instrumento para cumplir mi tarea en la Tierra, que tenía que aprender a manejarlo y alimentarlo con energía tomada del plano físico. Eran cosas que yo ya sabía, pero me hizo bien escucharla.

Después me fui encontrando con otras personas que también vinieron a hacer el mismo trabajo.

Nuestra misión es ayudar en este cambio. La Tierra está empezando a ser menos física, más espiritual. Algunos dicen que me voy a cerrar a lo espiritual cuando sea más grande, pero yo no lo creo. Sé que no puedo olvidar nada que esté en mi esencia.

Flavio, 9 años

Yo soy así: grandes ojos y pies muy grandes para agarrarme fuerte a la Tierra.

Flavio, 4 años

TE PRESENTO A MI FAMIILIA

HABLA MI PAPÁ

El nacimiento de Marcos me colmó con una experiencia de plenitud. Pensé que la llegada de mi segundo hijo no iba a traer nada nuevo, salvo la alegría de ser nuevamente padre. A los pocos meses del nacimiento de Flavio, aparece en Marcos una clara y personal conexión con lo espiritual. Hasta ese momento, aunque de origen católico, yo no tenía ninguna práctica devocional. Era un intelectual, inmerso en la tradición científica occidental, agnóstico en lo religioso.

Cuando mi hijo mayor empieza a hablar de lo que sabe, sufro un fuerte impacto emocional e intelectual.

Advierto con nitidez que los conceptos que trasmite con su lenguaje aún muy infantil constituyen una visión exocéntrica y suprafísica de la realidad. Lo escucho tratando de no interferir, aceptando sin criticar, preguntando sin insistir. Los diálogos se vuelven libres y espontáneos. En diversas situaciones Marcos capta secuencias completas de pensamientos o imágenes de mi propia mente o de la mente de la madre. Sin embargo, esta capacidad telepática es lo menos asombroso. Marcos trae ideas propias y una gran fuerza interior para transmitirlas y defenderlas. Además parece tener una intensa conexión con dimensiones más sutiles. Relata con naturalidad sus «viajes nocturnos» durante el sueño y su vínculo con seres angélicos, no visibles con ojos físicos. Todo esto me obliga a una profunda revisión de mis referentes teóricos. Las dudas o temores sobre su equilibrio mental se alivianan porque es un niño, aunque algo tímido, alegre y adaptable.

Hasta ese momentos Marcos demandaba nuestra atención, mientras Flavio crecía sereno y apacible.

A los tres años Flavio comienza también a «hablar». Los dos niños traen las mismas concepciones básicas.

En muchas ocasiones, escuchamos cómo Marcos le informa a Flavio sobre las características y reglas de juego de este mundo. Flavio admira y respeta a su hermano, pero muy pronto sostiene animadas discusiones por algunas pequeñas diferencias en sus ideas «metafísicas».

Ambos tenían la absoluta certeza, la total convicción de ser partes de una totalidad: «Dios es todo y todo lo que existe son partecitas salidas de Dios».

A medida que crecen se revelan con personalidades diferentes pero complementarias.

Marcos, más intuitivo, con una gran capacidad de adaptación al medio, tiene además una exquisita inocencia para aceptar con amor, lo que es. Sabe ver el lado risueño de la vida y lo expresa plenamente con su risa.

Cuando Marcos ríe irradia amor. Disfruta escribiendo, dibujando, inventando juegos. Es capaz en lo intelectual y hábil en lo corporal.

Flavio, más teórico, tiene una extraordinaria simplicidad para expresar lo esencial de una verdad interior.

Impacta poderosamente con la fuerza que le da su conexión con esa verdad. Los velos caen ante la sencillez de sus palabras. Insiste y necesita elaborar teorías cada vez más precisas y exhaustivas de su visión espiritual.

Se revela como un niño tímido y sensible, de salud algo delicada, muy dependiente del clima afectivo que lo rodea.

Poco a poco comprendo que los dos niños tienen un núcleo de sabiduría interior en común, pero funciones muy diferentes. Sin duda, es Flavio el portavoz. Su misión, como él lo dice, es transmitir información sobre la realidad espiritual. Trae un don adicional, el don de la oportunidad. Siempre percibe con exactitud, sin equivocarse, cuándo, dónde y con quién puede expresarse con plena libertad.

Educar a mis hijos, y a la vez aprender de ellos es una experiencia difícil pero apasionante. Mis concepciones sobre la realidad han sufrido una verdadera revolución. Sigo creciendo con ellos. Sin embargo, a pesar de su luz interior, me necesitan para orientarlos en el plano concreto y cotidiano, o como ellos dicen, en su experiencia con lo «denso». La formación de la personalidad de cada uno requiere criterios diferentes, firmeza y límites justos.

Este libro es un testimonio fiel de algunos de los múltiples momentos vividos con ellos. Compartirlos, creo que puede ser de utilidad para el tránsito que estamos haciendo hacia nuevas formas de lo humano.

Estoy seguro que muchos niños son como Marcos y Flavio, sólo esperando la oportunidad de una actitud abierta para poder expresarlo, para poder no obturar su conexión con la luz.

Omar Néstor

HABLA MI MAMÁ

Creo que mis hijos vinieron a través de mí simplemente porque yo logré recordar. Ahora sé. Todos los niños saben, pero al crecer olvidan lo esencial.

A los nueve años, yo vivía en un pueblito al borde de la selva. Faltaba muy poco para ser transplantada a Buenos Aires. Iba a dejar ese lugar tan amado, donde había nacido y crecido, rodeada de luz y naturaleza, para vivir en una enorme ciudad de cemento. Estaba enojada y triste, pero nada podía hacer. Los mayores decidían.

Era la hora de la siesta. Una hora mágica. Estaba jugando sola en el fondo de la casa. Entonces sucedió: el tiempo pareció detenerse. Todo quedó en suspenso. Dejé de sentir el calor de la siesta, el susurro del monte.

Me sentí mirada. Alguien estaba detrás de mí, observándome, observando a esa niña que era yo. Pero de pronto fui también yo la que observaba, una mujer, mirando con amor y nostalgia a la niña que había sido.

Fue el primer contacto intenso, pero fugaz, con la totalidad de mi vida. Esa mujer era madre de dos niños y tenía un compañero al lado. Estaba volviendo a ese lugar, tendiendo un puente de amor y comprensión a través del tiempo, recordándole a la niña que todo era parte de su destino.

Fue el esplendor de ser y saber, estar entera, en conexión con la totalidad de mí misma. Al volver a mis nueve años, el dolor de la partida se había disuelto. Me sentía aliviada y protegida. Sabía que irme de mi lugar de origen era parte del orden de mi vida.

Ese día hice un solemne compromiso conmigo misma: me prometí no olvidar. Recordar para siempre, aunque olvidara. Recordar que se podía recordar.

Años después, ya adolescente, me encuentro con un hombre. Apenas lo veo lo reconozco. Es el hombre que acompañaba a la mujer que yo sería en el futuro, el padre de los niños que vendrían. Yo sé pero él no sabe.

Sufro un duro golpe. Es raro que los demás recuerden el futuro. Pero una convicción me tranquiliza. El tiempo tiene que desplegarse y ya llegará el tiempo del encuentro.

Seguimos rumbos diferentes y pasan más de cinco años hasta que volvemos a encontrarnos. Esta vez, la relación comienza. O; mejor dicho, recomienza. La confianza mutua es sorprendente. Nos parece conocernos desde hace ya mucho tiempo. Nuestra relación toma la forma de una amistad profunda y comprometida, pero ninguno de los dos se declara enamorado.

Dudamos bastante antes de vivir en pareja. Confiamos plenamente el uno en el otro, sentimos y sabemos que de una u otra manera, estaremos siempre juntos. Esta certeza es mutua y nos ayuda a sortear dificultades.

Al empezar la convivencia surgen los típicos planteos de rivalidad y celos. Somos muy jóvenes. Cada uno pretende afirmar su identidad. Nos enfrentamos con el dilema arquetípico de todo vínculo: el equilibrio entre libertad e intimidad. Los dos queremos seguir creciendo en lo individual y a la vez seguir juntos. Acordamos un pacto de unión en libertad, basado en una confianza total.

Nos resulta difícil, pero logramos mantener una relación intensa y fluida, poco estructurada.

Otra experiencia límite, esta vez compartida, intensifica nuestra conexión. Estamos pasando un fin de semana otoñal en una isla. Hace frío y encendemos un brasero. Antes de dormir, lo retiramos de la habitación, pero quedan gases tóxicos.

De pronto soy pura conciencia, una especie de condensación de energía que flota por encima de los árboles.

Estoy de nuevo entera, completa, como en mi experiencia de los nueve años. Abajo percibo mi cuerpo inerme, y a mi compañero intentando reanimarlo. Estoy unida a mi parte física por un cordón de niebla. Una vibración, un sonido, tironea de mi ser hacia mi cuerpo. El me llama, grita mi nombre mientras me sacude, pero no quiero volver. Estoy libre y fuera del tiempo. Me resisto a meterme en ese guante apretado que es mi cuerpo.

Entonces otra vez tengo una visión fulgurante y condensada de la totalidad de la vida que me resta por vivir.

Me doy cuenta que me falta desplegar parte de mi experiencia vital, no sería correcto interrumpirla. Vuelvo.

Casi inmediatamente olvido todo lo que sabía, pero me queda una clara certeza: mi vida tiene un sentido y ese sentido trasciende la muerte. Este episodio nos reúne, esta vez, con mucha más fuerza.

Seguimos creciendo, con menos conflictos. Hace ya más de diez años que vivimos juntos. Sentimos ganas de tener un hijo. Nuestra relación es más sólida y nos sentimos preparados para ser padres.

Gracias a mis «recuerdos del futuro», ya sé que tendré un varón, aún antes de gestarlo. Además, siento su presencia. Tengo un buen embarazo y un parto normal. Cuando nace, me impactan sus ojos. Es un bebé lindo y sano, pero yo lo siento «raro». Tiene una mirada extraña, insondable. Atribuyo estas impresiones a mis inseguridades de madre primeriza. Me voy acostumbrando a él, y dos años más tarde, siento otro niño cerca.

Es otro varón. Hubiera preferido esperar, pero el nuevo ser ya andaba rondando.

Me embarazo. Vivo intensamente el momento de la concepción. Siento una explosión de luz cuando el ser de ese niño entra en mí. Todo el embarazo es un período de expansión y plenitud. Sin embargo, me cuesta reconocerme a mí misma. Viejos hábitos se modifican. No puedo comer carne ni oler café. Estoy muy sensible a las «ondas» de los lugares y a las vibraciones de las personas.

El padre de Flavio y yo nos mantenemos muy unidos. Decidimos que el parto sea asunto nuestro. Y es realmente la experiencia más transmutadora de mi vida.

Al llegar las primeras contracciones me siento atravesada por olas de energía. Descubro que al alinearme con la corriente de la vida, el dolor se convierte en placer, la contracción en expansión, el miedo en alegría.

Mi compañero me sostiene y me transmite su fuerza. Todo el trabajo de parto es casi una ceremonia. El, yo y el niño por nacer formamos parte de un mismo circuito. Con el último pujo, con la última ola de dolor-placer, soy arrastrada a una extraña experiencia. Mi cuerpo es una breve envoltura atravesada por sucesivos e interminables nacimientos y muertes. El tiempo adquiere una cualidad vertiginosa, nazco y muero reiteradamente. Se interpolan retazos de otras vidas, otras muertes, otros modos de ser.

En ese momento, de nuevo sé todo, comprendo todo. Soy, somos condensaciones del proceso de la vida. La muerte es un nacimiento y el nacimiento es una muerte.

Al rozar el cuerpecito caliente y pegajoso de mi hijo, vuelvo a ingresar a estas coordenadas de espaciotiempo.

Estoy de nuevo aquí, y él también está aquí. Nos miramos. Sus ojos no me asombran, tiene la misma mirada extraña, insondable, de mi otro hijo.

Ahora sé: son de la misma raza, de la nueva raza.

Alba

HABLA MI HERMANO

Desde que nació mi hermano Flavio supe que teníamos una misión que cumplir. Mi trabajo fue explicarle lasleyes de este mundo. El me hacía preguntas insólitas, por ejemplo, por qué los humanos no podían volar como en sus sueños. Yo le respondía divertido y con paciencia. A veces lo retaba cuando se salía del cuerpo para estar cerca de mamá. El es menos denso que yo, pero fue aprendiendo a conectarse más con lo físico.

Con él puedo percibir los mismos seres y compartir nuestras experiencias con ellos. Nos divertimos mucho con juegos que inventamos. Son largas historias con múltiples personajes que viven en dimensiones y tiempos diferentes, corren aventuras, marcadas por el que las cuenta. Uno de nosotros es el protagonista y el otro hace de destino. Hay ciertas reglas que respetar y hay que mantener la coherencia.

Yo siento que la vida es un gran juego, y este juego nuestro lo refleja.

Marcos, 11 años

HABLA AMA

Para alguien que escribe, una vivencia fuerte puede transformarse fácilmente en sencilla para un próximo libro.

Un día de agosto de 1989, Alba y Néstor me invitaron a su casa y así pude conocer a una familia muy cálida en donde las energías fluyen libremente. Me relacioné con Marcos y Flavio con facilidad y ellos parecían confirmar todas mis teorías e inquietudes acerca de los niños de hoy, de la Nueva Era, del Tercer Milenio… o lo que uno quiera llamarlo.

Cuando Flavio explicó su esquema del Universo tuve la sensación de estar viviendo un día fuera del tiempo, uno de aquellos que se dan solamente muy de vez en cuando.

Allí mismo me surgió la idea de un libro que contuviera y trasmitiera esa realidad. ¡Esto tiene que saberse!

pensé, y el deseo de compartir esa maravillosa verdad con muchas personas hizo que me pusiera nuevamente a trabajar.

Alba me facilitó las anotaciones que había hecho a través de los años con respecto a las vivencias especiales con sus hijos. Empezaron a aparecer dibujos y bocetos, papelitos y libritos y mi carpeta se fue llenando con el material para que yo escribiera «mi» libro que se perfilaba extraordinario. Tuvimos inolvidables charlas con Marcos y Flavio y significativos encuentros con Alba y Néstor que redondearon mi propuesta. Yo podía visualizar claramente cómo afectaría a los padres y demás personas relacionadas directamente con los niños. Me sentía valioso instrumento.

¡Y de repente se produjo el momento de la verdad! Comprendí que ya no era necesario que yo escribiese aquél libro porque el libro ya estaba escrito y su autor era Flavio.

Simplemente cabía dejar hablar a este hermoso material que tenía entre manos que por sí solo expresaba espontánea y claramente todo lo que yo quería decir y mucho más aún. Después siguieron surgiendo ideas, comentarios, se formaron los capítulos y aparecieron los títulos. Fue una fascinante aventura en equipo y para Navidad del ’89 teníamos un pre-libro en la mano. Lo llevé a Europa donde fue recibido con gran entusiasmo, tal es así que las traducciones al alemán, italiano y francés, ya están listas.

Flavio ha crecido y se expresa cada vez con mayor claridad y firmeza. El entusiasmo por «su» libro nos llevó a más ampliaciones y redefiniciones. Pero un día hubo que decir: ¡basta! y confiar en un editor inspirado y comprometido que le diera la forma definitiva.

En «Vengo del Sol» recorremos un mundo amplio y magno, lleno de un amor más allá de nuestra percepción diaria.

Con gratitud y admiración observamos a estos niños desplegar sus alas poderosas mientras juegan alegremente a «ser terrícolas».

La Tierra y el Sol

Flavio, 5 años

PASEANDO POR EL MUNDO DE LAS IIDEAS

LA VIDA ES UN TRUCO

Mamá —

Déjame ponerte las medias, no muevas el pie.

Flavio —

No me agarres el pie! Déjame a mí. (Intenta ponerse la media solo). ¿Sabías que el pie no soy yo?

Es mi pie, pero yo no soy mi pie, yo no soy mi cuerpo. Tampoco soy mi cabeza. Yo soy más que mi cuerpo.

Mamá —

¿Qué querés decir con eso?

Flavio —

Quiero decir que ésta no es la verdadera realidad. Esta vida es un truco.

Mamá —

¿Cómo un truco?

Flavio —

Un truco, un truco como la magia de mentira de la fiesta de cumpleaños. Lo que estamos viviendo es un truco. Porque sólo existe el alma, que está con Dios.

Flavio, 3 años

LA REALIIDAD

Flavio —

Descubrí que la realidad es verdad.

Mamá —

¿ Porqué?

Flavio —

Porque existe Dios. Si Dios no existiera, no existiría la realidad, porque la realidad se apoya sobre Dios. Dios sostiene la realidad, ¿ves? Así: (pone una mano con la palma hacia arriba y apoya la otra). Toda la realidad viene de Dios.

Flavio, 4 años

LA AGENDA

Flavio-

¿Para qué es este cuaderno? Está lleno de letras y de números.

Mamá —

Es mi agenda de este año. Me sirve para anotar cada día lo que tengo que hacer. Esto es el calendario de este año. Hoy es 7 de marzo de 1986, es el cumpleaños de tu abuela. ¿Ves? Anoté: cumpleaños, para no olvidarme. Al principio de la agenda está el calendario de este año. Después tengo una página para cada día, para anotar lo que tengo que hacer.

Flavio —

¡Ah! ¡Ya entiendo! Así es la vida dentro del tiempo y del espacio. Sólo que los humanos únicamente se acuerdan de la vida que están viviendo. Y la vida sigue… Cuando doy vuelta una hoja esta vida se termina, y me voy a otra vida. ¿Sabías que hay muchos tipos de vida? Así como en tu agenda hay diferentes formas, números, letras… la vida humana es sólo una de las formas de la Vida. Y la Vida es Dios.

Sigue…

Flavio Cabobianco- VENGO DEL SOL