Visión para el siglo XXI

  Activar el poder del amor

Todos los seres humanos, sin excepción, nacen con el propósito de expresar amor. Cuando examinamos la raíz de la vida, ignorando todo aquello que es temporal o que no es esencial, lo que queda es el amor. Amor es lo único que hay: la única existencia verdadera e inmutable.

 7800_540945739300852_2088096624_n

 Lo que cada uno de nosotros necesita hacer ahora, por encima de todo, es amarse a sí mismo y amar a los demás, perdonarse a sí mismo y perdonar a los demás, y no expresar más que amor, sinceridad y perdón con cada palabra y con cada acción. Sin mucha demora, todas las demás cosas que pensábamos que necesitábamos se desvanecerán rápidamente.

Todos necesitamos observarnos de forma consciente en un momento dado y plantearnos las siguientes preguntas: ¿Estoy expresando mi amor aquí y ahora? ¿Rebosa mi corazón amor por mí mismo, mi familia, mis amigos y conocidos, por la sociedad en que vivo y por todos los seres humanos? ¿Estoy derramando amor sobre cada animal, insecto y planta, sobre al agua, el aire, el sol, la tierra, las montañas y los mares? En este preciso momento, ¿hasta qué punto estoy despidiendo esa energía del amor que reside en abundancia en mi interior?

Por mucho amor que demos a los demás, el amor que llevamos dentro jamás mermará, así como tampoco llegaremos a sentir nunca agotamiento emocional ni cansancio. Cuanto más amor expresamos, más amor mana de nosotros. El amor es la poderosa fuente desbordante de nuestra energía vital.

La razón de nuestra existencia aquí, en el momento presente, es proyectar amor y expresárselo en abundancia a nuestros hijos, padres, esposo, esposa, compañeros y a un amplísimo número de personas. Hemos nacido para que tanto nosotros como la gente que nos rodea puedan llegar a conocer una felicidad auténtica y duradera.

El amor es la energía de la vida misma. Por lo tanto, si no sabemos expresar bien el amor, eso significa que tampoco sabemos expresar vida. Significa que el poder de nuestra vida no está activado al cien por cien.

A pesar de lo que uno pueda creer, expresar amor no es difícil. Lo único que se necesita es desear con todo nuestro corazón amarnos a nosotros mismos y amar a los demás. Este deseo sincero, en y por sí mismo, hará que el amor brote de nuestro interior. Lo que es más, cuando somos capaces de manifestar amor constantemente y con todo nuestro ser, ni puede nadie hacer que la violencia invada nuestro corazón ni sentimos nunca que tenemos algo que perder. Aun viviendo en la pobreza, en guerra o víctimas de la enfermedad, si no dejamos de manifestar amor, nuestra dignidad interna jamás zozobrará.

Nadie puede enseñarnos a expresar amor ya que no es un poder que adquirimos, sino un poder que brota de nuestro interior. El poder de expresar amor es el poder de extraer y manifestar nuestra energía vital misma.

• Otros tipos de emociones

Pero si el propósito de nuestra vida es expresar amor, ¿cómo se explica entonces la aparición de variadas y cambiantes emociones tales como la ira, la tristeza, la envidia, el desdén, la ansiedad, el resentimiento, la frustración y la sensación de fracaso? Los sentimientos de este tipo se materializan cuando el flujo de amor que estaba ahí se ve alterado de algún modo o hay algo que lo dificulta. Esto puede ocurrir cuando permitimos que factores externos influyan en nuestra mente. Todas nuestras emociones, ya sean buenas o malas, positivas o negativas, pasivas o agresivas, nacen cuando, en reacción a una causa o influencia externa, transformamos esa energía del amor, fundamental y vital, y hacemos que tome una forma diferente.

Cuando no somos totalmente conscientes de este principio y no nos damos cuenta de que nuestra energía vital original no es sino amor, el instinto físico y de autoprotección es lo que acaba gobernando el modo en que reaccionamos a condiciones y factores externos. Para evitar que los acontecimientos y condiciones de nuestro entorno nos hieran, encauzamos de forma inconsciente la energía vital del amor hacia otra serie de emociones diferentes.

A base de repetirse durante largo tiempo, el proceso se convierte en un hábito profundamente arraigado. Lo hacemos de forma automática, sin ejercer acción consciente alguna. Una y otra vez, antes de que podamos darnos cuenta de lo que pasa, la energía vital del amor, esencial y cristalina, se ve transformada en oleadas de temor y sospecha, de ira y dificultad. Lo que esto significa es que hemos renunciado en gran medida a controlar nuestros propios sentimientos y emociones. En lugar de gobernar el curso de nuestra vida según nuestra voluntad, dejamos que las emociones se nos desboquen en una y otra dirección, tal y como dicta nuestro materialista instinto de autoprotección.

Puede que hasta ahora hayamos considerado útil y necesario el instinto físico y de autoprotección. En la mayoría de los animales sin duda lo es. De no tener ese instinto de autoprotección, no hay especie animal que no hubiera desaparecido de la faz de la Tierra hace mucho tiempo. Sin embargo, para los seres humanos, dar rienda suelta a esos instintos es muy peligroso. El motivo de ello es que el proceso instintivo se ve mezclado con la capacidad creativa y los deseos sin límite del ego. Si el género humano no consigue dominar su instinto físico y de autoprotección, la destrucción del planeta ocurrirá de forma inevitable, ya sea a causa de guerras, catástrofes o deterioro ambiental.

Para cumplir con el verdadero propósito de nuestra vida, tenemos que responsabilizarnos de forma consciente del modo en que utilizamos nuestra energía vital. De ahora en adelante, deberemos conservar siempre la energía de nuestro amor en su forma original y dar lugar solamente a emociones luminosas y positivas. Cuando adquirimos la capacidad inquebrantable de expresar amor en todo momento y situación, ni un ápice de nuestra energía se desperdicia en dudas o temores. Toda ella se activa adecuadamente por medio del poder creativo que es natural en nosotros. Ello significa que nuestra energía se encauzará hacia lo positivo y, sean cuales sean nuestras esperanzas y deseos, llegaremos a ellos de forma natural. Es una verdad absoluta, una ley natural de la creación. Si en este momento no logramos alcanzar lo que nuestro corazón verdaderamente desea, es porque la energía negativa de nuestras dudas y temores obstaculiza el avance de nuestro futuro.

• Modificar los hábitos de pensamiento

¿Por qué acabamos produciendo más emociones negativas que positivas tan a menudo? Pues porque no nos damos cuenta de lo que ocurre en nuestra propia consciencia. Prácticamente nunca nos paramos a observar la forma en que pensamos ni a reflexionar sobre ella; nos causa demasiada incomodidad. Además, hemos adoptado la creencia de que, de todas formas, nuestra personalidad está plagada de defectos que son permanentes y no tienen remedio.

De este modo, al abstenernos de asumir responsabilidad por nuestras propias emociones, las dejamos a merced de nuestro instinto físico y de autoprotección. Cuando no hacemos nada para corregir o atajar el proceso, este acaba perpetuándose por la fuerza de la costumbre. Como resultado, una y otra vez experimentamos sentimientos de duda, temor, inseguridad, resentimiento e ira.

La ira es una emoción violenta que brota cuando sentimos que se nos ha ignorado, rechazado, discriminado o tratado con desdén. En los momentos en que esta energía siniestra y negativa nos arrastra, probablemente nos parezca muy difícil volver a convertirla en amor. Sin embargo, cuando llegamos a comprender el proceso mediante el que se crea, resulta bastante fácil transformarla.

A tal efecto, nos resultará muy útil idear métodos que nos ayuden a observar nuestras emociones y a modificar nuestros hábitos. Entre tales métodos, yo suelo recomendar uno que se llama Desvanécete, que la paz perdure en la Tierra. Cuando un pensamiento o una emoción oscura, de temor o carente de armonía nos pase por la cabeza, responderemos mentalmente con las palabras Desvanécete, que la paz perdure en la Tierra. Mi padre, Masahisa Goi1, fue quien introdujo este método a modo de sencilla práctica para hacer desaparecer de forma natural los sentimientos de infelicidad y reemplazarlos por sentimientos positivos. Otra idea consiste en respirar de forma profunda y sosegada al tiempo que pronunciamos palabras o ejecutamos movimientos de carácter positivo2. Cada persona puede hallar el método que mejor se adecue a su disposición y personalidad.

Con una observación continuada de nuestra propia consciencia, día a día, los hábitos de pensamiento pueden desde luego modificarse. Lo único que necesitamos es creer firmemente que somos capaces de hacerlo. Hacer un esfuerzo diario y no rendirse es la clave para revertir toda nuestra energía a su estado esencial, el del amor. Antes de lo que esperamos, nos encontraremos con que nos hemos convertido en encarnaciones directas del amor.

Una vez nos convertimos en encarnaciones directas del amor, ya nunca volvemos a experimentar miedo y toda nuestra energía se ve encauzada hacia lo positivo. En ese momento, por fin comprendemos, de forma natural, lo que la vida es en realidad.

Creer en el poder del amor

El poder de expresar amor, que todos y cada uno de nosotros tiene, no es un poder de agresión sino un poder que nos permite aceptar, apreciar, entender y abrazar. No es un poder para culpar, sino para perdonar; no es un poder de censura sino de alabanza; no de lucha sino de armonía. Jamás debemos rechazar este poder que todo lo abarca. Debemos creer en él. Mientras vivamos con la falsa creencia de que somos incapaces de expresar amor y nos empeñemos en aferrarnos a ella, lo único que podremos sentir es dolor y sufrimiento.

La creencia de que no somos capaces de expresar amor no es más que una ilusión que nosotros mismos hemos creado. Cuando nos decimos a nosotros mismos cosas como ¡No puedo! O Me resulta imposible o Es inútil, no tengo remedio, estamos empleando nuestro precioso poder creativo en palabras que nos perjudican. Con esas palabras, limitamos el potencial luminoso e inagotable que tenemos y damos pie a la creencia en la dificultad, en los contratiempos y el fracaso. Ese tipo de creencia nos cierra el paso hacia un futuro feliz, ya que tan solo es posible alcanzar aquello en lo que se cree continua y firmemente.

El poder de nuestro pensamiento es lo que construye la realidad en la que vivimos, por eso nuestra vida tiene, ni más ni menos, la fuerza y expresividad de la que nos creemos capaces. Jamás debemos dejarnos derrotar por las dificultades que nos salgan al paso, pero tampoco debemos ignorarlas y, por encima de todo, no debemos nunca tratar de huir de ellas. Sean cuales sean las circunstancias, hemos de saber que toda dificultad puede superarse cuando evocamos y activamos el poder del amor. Todo problema, toda penalidad, toda disputa puede ser mitigada mediante la expresión del amor. Incluso en el caso de esos problemas que nos parecen insuperables, ya sean de tipo doméstico o relativos a la educación de nuestros hijos, ya se trate de enfermedad, pobreza, frustración, fracasos, conflictos o violencia, una solución auténtica aparece ante nuestros ojos cuando ejercemos el poder del amor con intensidad y positivismo.

Muchos de nosotros, demasiados, tenemos una idea condicionada y restringida de nosotros mismos y nos conducimos en la vida de acuerdo con ella. Esa idea puede haberse adquirido de forma irracional o, sencillamente, haberse copiado de otras personas, pero una vez que la adquirimos, siempre nos resistimos a abandonarla. En esta situación, nos sentimos reacios a revisar nuestro sistema de creencias y aprovechamos la menor oportunidad para justificarlas: Seguro que me pongo enfermo. Por mucho que lo intente, siempre fracasaré. Cuando envejezca, me quedaré solo y sin amigos. No tengo ningún talento. Nunca tengo dinero. Nadie confía en mí. No le importo a nadie. Siempre se aprovechan de mí. Siempre se me ignora y se me mira con desprecio. Muchos de nosotros nos resistimos con terquedad a abandonar ideas de este tipo, que nos llevan a emplear nuestra preciosa energía vital en crearnos un problema tras otro.

Cuando nos aferramos a una creencia durante largo tiempo, ya sea acertada o equivocada, esta acaba por manifestarse y hacerse realidad. Así por ejemplo, si creemos firmemente que padecemos cierta enfermedad, aunque no sea cierto, tal convicción puede llevarnos con el paso de tiempo a mostrar síntomas de la misma en incluso a contraerla. Del mismo modo, si por el contrario creemos firmemente que gozamos de salud, el poder de esa convicción positiva puede hacer que nos recuperemos de enfermedades reales o que no lleguemos a padecer aquellas que nos amenazan.

Existe una enorme diferencia entre el modo en que viven quienes creen en su poder innato de amar y el modo en que viven quienes no creen. La razón de ello es que tanto creencias como pensamientos son energía en sí mismos. La energía se encauza hacia aquello a lo que dirigimos nuestra atención. Se concentra en la materia y hace que las imágenes que nuestras creencias conforman acaben por materializarse, idénticas, en el mundo en que vivimos. Cuando tenemos la convicción firme de que somos criaturas repugnantes y miserables, el poder de esa convicción da lugar a imágenes y circunstancias miserables en nuestro futuro. Pero si al contrario tenemos la firme convicción de que somos personificaciones del amor y de que albergamos una fuente inagotable de felicidad, éxito, riqueza, capacidad de perdón y poder de sanación, esa fe inquebrantable hará siempre que tales cualidades aparezcan en nuestra vida.

Aun en la última fase de una enfermedad, aun rodeados de personas que están totalmente convencidas de que nuestra muerte es inminente, si el propósito esencial de nuestra vida todavía no se ha cumplido, el mero poder de nuestras convicciones positivas nos permitirá seguir viviendo más tiempo. Pero si ya hemos cumplido nuestra misión en

este mundo y realmente nos ha llegado el momento de dejar nuestro cuerpo terrenal, entonces seremos capaces de hacerlo con un sentimiento de felicidad y gratitud.

Iluminar la senda de los demás

A lo largo del siglo XXI, la humanidad experimentará cambios y situaciones que jamás se han dado en el pasado. En tales momentos, cabe la posibilidad de que no contemos con nada en lo que apoyarnos a parte de nosotros mismos. Pero si tenemos una conciencia firme y clara de nuestra identidad esencial, como seres de amor, nuestros acertados pensamientos nos guiarán sin falta por el camino de la paz, la luz y la felicidad. Aunque nuestro mundo más inmediato parezca encontrarse sumido en conflictos y sufrimiento, no albergaremos temor ni ansiedad alguna.

Y esto no es todo: la luz que emitimos iluminará además el camino a otras personas. Según nos vamos haciendo más conscientes de lo que en verdad somos, seres de amor, una sabiduría, una luz y un poder de sanación místicos y universales podrán brotar de nosotros y socorrer a aquellos que sufren. No hay palabras para expresar hasta qué punto el universo depende del poder de las palabras y acciones llenas de amor que pronunciamos y realizamos cada día. Gracias a este poder, el poder del amor, el mundo está cambiando ya.

Para que cada uno de nosotros pueda contribuir en la mayor medida posible de aquí en adelante, quisiera proponer que todos nos hagamos una declaración positiva cada día. Podríamos decir por ejemplo: De ahora en adelante, jamás volveré a pronunciar una sola palabra negativa, así como tampoco utilizaré mi energía para alimentar noticias, chismes, rumores y predicciones negativas que puedan circular en torno a mí. No prestaré ni un ápice de mi poder a palabras negativas del tipo que sean. Cada momento, cada día, expresaré el poder del amor con mis palabras, con mis pensamientos y con mis acciones.

Es de suma importancia que, antes que nada, cada uno de nosotros ponga en práctica este tipo de declaración. Aunque solo sean diez o veinte mil personas quienes lo hagan, en la sociedad se producirá un tremendo cambio. Espero sinceramente que cada uno de nosotros preste suma atención a las palabras que pronuncia, eligiéndolas conscientemente y detenidamente. Con todo mi corazón espero que, durante el resto de nuestra vida y hasta el día de nuestra muerte, cada uno pronuncie, piense y exprese palabras de amor nada más.

Sea cual sea el momento, el lugar, la situación o el estado de ánimo en que nos encontremos, no dejemos de expresar amor. Las expresiones de amor son la fuerza que cambiará nuestro futuro y el futuro del mundo. Espero que, cada día, desde el momento en que os despertáis por la mañana, no expreséis, al igual que yo, más que amor hacia vosotros mismos y hacia los demás. No llevemos a cabo más que acciones buenas, no emitamos más que pensamientos buenos y no pronunciemos más que palabras buenas. Expresémosles gratitud y alegría a nuestros hijos, esposo, esposa, compañeros, amigos, conocidos, a nuestra sociedad y nuestra nación. Mostremos a todo el mundo, ante todo empezando por nuestra preciosa persona, lo maravilloso que es vivir. A partir de hoy mismo, empecemos a vivir realmente con una consciencia renovada, por nuestro propio bien y por el bien de la Tierra.

El futuro está esperando a que lo creemos.

Masami Saionji