Vivir según la ley universal

El poder que opera en el interior de cada ser humano no es sino el poder de la mismísima ley universal. Todos y cada uno de nosotros necesita cobrar consciencia de este principio, ya que el aprovechamiento y desarrollo de ese poder universal innato es lo que conforma la actividad de nuestras vidas.

La «vida» podría definirse también como la actividad que, de manera continua, mantiene y realza la armonía entre nuestro ser interior y la esencia del gran universo. Todos los fenómenos que se dan en nuestra vida no ocurren sino con el propósito de reforzar y sustentar esta armonía.

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Sin embargo, llevar una vida en la que reine una armonía perfecta cada día no es fácil en absoluto. La consciencia tiende a desviarse en una u otra dirección y desarrollamos actitudes y hábitos limitados. Vivir de este modo desequilibrado día tras día origina en nuestro interior sufrimiento y angustia de diversos tipos.

Esa tendencia a desviarnos en una dirección determinada se hace patente en nuestros hábitos alimentarios, en nuestra personalidad, en nuestras esperanzas y deseos, y en el tipo de cosas que nos atraen o nos disgustan. Cuando ese desequilibrio se produce una y otra vez, aunque solo sea en un área de nuestras vidas, el resultado es un desequilibrio general. Por suerte, cuando creamos condiciones carentes de equilibro del tipo que sean, el poder vital que llevamos en nuestro interior actúa de forma natural para restablecer el equilibrio que se ha perdido. El poder de restaurar el equilibrio y la armonía es innato y está presente en cada uno de nosotros.

Solo en el momento en que alcanzamos un equilibro perfecto, tanto a nivel físico como mental, puede nuestra vida desarrollarse con libertad, y solo entonces es posible una armonía perfecta entre nuestra espiritualidad interior y la del gran y vasto universo. Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado de no entorpecer la actividad fundamental de la vida con hábitos y actitudes tendenciosas.

Permanecer en armonía con el todo

Desde el punto de vista de la ley universal, todo tipo de infelicidad, enfermedad o sufrimiento puede entenderse como una señal de que un desequilibrio de algún tipo está siendo corregido. Pero no hay necesidad de obsesionarse con tales condiciones ni de infravalorarse por ellas. Lo único que debemos hacer es reflexionar sobre nuestras actitudes tendenciosas comparándolas con los designios a gran escala del gran universo y ajustarnos según proceda.

Sin embargo, a lo largo de la historia, los seres humanos hemos contemplado la enfermedad y las adversidades como grandes males, y hemos hecho todo lo que estaba en nuestro poder para luchar contra ellas. Cuán equivocado nuestro proceder: al utilizar nuestra energía para oponernos a tales condiciones, lo único que hacemos es darles poder y perpetuar su existencia. Pienso que, en vez de esto, lo que deberíamos hacer es parar y preguntarnos por qué nos vemos en nuestra presente situación. Si lo hacemos, nos daremos cuenta de que se trata de algún tipo de actitud o de pensamiento limitado que se ha manifestado y ha dado pie a las condiciones en las que estamos.

El hecho de que suframos angustia significa que, por algún motivo, la gran vida del universo no ha podido manifestarse plácidamente en nuestra existencia. Quiere decir que algún aspecto de nuestra vida carece de armonía. Cuando la gran vida universal se manifiesta plácidamente, tal y como es, la verdad esencial de todas las cosas queda revelada con una claridad cristalina. Pero si los designios de esta gran vida se ven obstaculizados, lo que se produce son circunstancias adversas e incómodas.

El sufrimiento se da cuando nuestros deseos y preocupaciones obstaculizan la corriente de la vida y, por tanto, nos volvemos incapaces de demostrar de manera fehaciente la libertad, creatividad y capacidad de evolución con que nacemos. Envueltos en nuestras egocéntricas preocupaciones, perdemos la capacidad de percibir el todo y nuestros pensamientos se tuercen en alguna dirección.

Es de suma importancia para nosotros, los seres humanos, jamás perder de vista el todo. Cuando la mente se concentra solamente en fragmentos individuales, y desarrolla una visión sesgada, nuestro sentido del equilibrio se desmorona. Solo cuando fijamos nuestra atención firmemente en la esencia de las cosas, o en la armonía del todo, nuestra vida resplandece de verdad.

Cuando dedicamos nuestros pensamientos a la ley universal y al vasto mundo de la naturaleza, nos fundimos espontáneamente con la naturaleza y comprendemos que su poder nos aviva. Este poder de la naturaleza es el mismo poder que impera en el universo y que contribuye a la armonía y la evolución de todas las cosas vivas.

El propósito de todo lo que ocurre en la naturaleza no es otro que el de mantener la armonía. Todos los fenómenos naturales ocurren para devolver la armonía a energía que ha sido distorsionada. En la naturaleza, esta actividad correctora puede manifestarse en forma de inundaciones, erupciones volcánicas, terremotos o condiciones climáticas anómalas. En el cuerpo, puede manifestarse en forma de enfermedades. En la mente, en forma de angustia, tristeza o soledad. En el plano material, puede tomar la forma de pobreza o de hambre. Y en el campo de las emociones, puede estallar en forma de ira, resentimiento, envida o descontento.

Un proceso de purificación personal

Los organismos vivos absorben energía de la fuente universal constantemente. Esta energía universal desborda sabiduría, aptitud y una luz radiante. Nuestro cuerpo almacena esa energía en su interior, se funde con ella y, después, la libera. Este ciclo constante es lo que conforma nuestro ecosistema.

Cuando ese proceso de absorción, concentración y liberación de la energía universal se produce sin contratiempos, el cuerpo permanece sano porque las leyes de la naturaleza están siendo respetadas. Ahora bien, cuando por el contrario la energía universal no se conserva en el cuerpo de forma harmoniosa, se producen diferentes trastornos y problemas. Jamás debemos considerar estas circunstancias perjudiciales o malas, sino parte de un proceso de purificación personal.

¿Por qué se vuelve tan turbulento en la sociedad humana este proceso de purificación al que nos sometemos? Porque el cuerpo de toda persona alberga pensamientos. Cuando los pensamientos de una persona en particular se desvían en alguna dirección, la armonía natural que existe entre todos los seres humanos se ve trastornada. La desarmonía resultante se manifiesta en forma de conflictos y guerras, además de repercutir también en el cuerpo físico de la persona.

Nuestros pensamientos se manifiestan en primer lugar como emociones que el cuerpo percibe. Cuando se trata de pensamientos llenos de luz, las emociones que nacen de ellos son radiantes y el cuerpo las percibe con alegría. El organismo libera en su interior fluidos llenos de luz que propician una buena salud. Todo ello lleva a una liberación de alegre energía emotiva en el entorno y en la sociedad entera, lo que fomenta la circulación natural de energía positiva entre los seres humanos.

Por el contrario, cuando nuestros pensamientos están desviados en alguna dirección, centrados en antojos y obsesiones egocéntricas, dejamos de vivir en armonía con las leyes de la naturaleza. El cuerpo es incapaz de percibir tales pensamientos con alegría y, en lugar de liberar fluidos luminosos y benéficos, libera fluidos turbios que obstaculizan el buen funcionamiento del organismo. Ello da lugar a diversos síntomas que actúan a modo de señal de alarma y nos advierten de que nuestros pensamientos, acciones y emociones se han desequilibrado. Una vez que corregimos este desequilibrio, nuestra vida vuelve a armonizarse de forma natural con la ley del universo.

Dejar que nuestra vida funcione plenamente

Cuando llevamos una vida en la que conferimos demasiada importancia a los objetivos materiales, solemos perder la perspectiva y nos ofuscamos. Esto, a su vez, nos lleva a sufrir ansiedad. Si llegamos a padecer ansiedad, podemos considerarlo una señal de que nuestros procesos mentales han tomado una dirección equivocada. Se trata de un valiosísimo mensaje que nos dice que necesitamos corregir nuestro criterio y nuestro entendimiento de las cosas. Pero si lo malinterpretamos y no vemos en él más que un enemigo al que hemos de derrotar, o una fuerza hostil de la que tenemos que huir, tan solo conseguiremos acrecentar la inquietud que sentimos.

Para remediar esas inquietudes, tenemos que realizar ciertos ajustes en nuestro modo de pensar. En otras palabras, tenemos que entonar nuestros pensamientos con la armonía de la ley universal.

Cuando los procesos mentales están a tono con la naturaleza, la mente permanece pura y desinteresada como la naturaleza misma. Este estado de pureza y de ausencia de egocentrismo no es más que la sabiduría original que se otorgó a los seres humanos.

Cuando la mente funciona al unísono con la naturaleza, esta sabiduría inherente en nosotros opera de forma espontánea.

Los pensamientos diarios determinan el modo en que utilizamos nuestra energía y nuestras habilidades. Por lo tanto, la pregunta más importante a plantearse es qué tipo de hábitos mentales debemos cultivar. La actitud que más nos beneficia es aquella que fomenta el desarrollo y creación de nuestra propia persona y, para eso, debemos asumir honestamente responsabilidad por nuestros pensamientos, palabras y acciones, así como por las circunstancias en que nos vemos. El hecho de congratularnos por los sinceros esfuerzos que hemos llevado a cabo y de perdonar por completo nuestras propias faltas posibilita un funcionamiento pleno de nuestro poder vital. Pero si por el contrario no asumimos responsabilidad por lo que ocurre en nuestra vida y decimos que las circunstancias en que nos encontramos son el resultado de una fuerza ajena a nosotros, nuestro poder vital se ve mal enfocado. No puede emplearse de forma efectiva en realzar nuestro futuro y fomentar nuestro proceso evolutivo.

A lo largo de la vida, es importante tener siempre en mente las siguientes cuestiones:

¿Qué es la vida? ¿Cuál es el mejor modo de vivir para mí? ¿En base a qué objetivos debo conformar mis decisiones y la forma en que vivo día a día? Cuando no reflexionamos sobre cuestiones de este tipo, por mucho tiempo que hayamos vivido, el rostro suele adquirir una expresión vacua y áspera. El modo en que vivimos la vida queda grabado en nuestras facciones, así que todos debemos ser responsables de ellas. La humanidad, en conjunto, no logrará cambiar su modo básico de pensar hasta el día en que todos y cada uno de nosotros elevemos nuestros hábitos de pensamiento. Hasta el momento en que todos y cada uno de nosotros, individualmente, hayamos buscado y descubierto el propósito esencial de nuestra existencia, no empezaremos a vivir realmente. No seremos capaces de establecer unos buenos objetivos ni un buen estilo de vida y tampoco lograremos un rostro agradable.

Cada persona tiene su propio objetivo en la vida y, por lo tanto, imitar a los demás es una pérdida de tiempo. En efecto, no hay nada más maravilloso que trabajar por ese objetivo especial que cada uno tenemos. El día que cada persona dedique su vida a la consecución de su objetivo especial, sin duda se hará la paz en este mundo.

Jamás ha existido nada más precioso y sagrado que la existencia individual de cada persona. El cumplimiento de nuestro propósito en esta vida comienza y termina por el perfeccionamiento de nuestra propia existencia.

Todos y cada uno de nosotros tenemos que vigilar con mucha atención el modo en que dirigimos nuestro estado de ánimo y sentimientos cada día. Es importantísimo que nos enfrentemos siempre a toda situación de un modo positivo. Suele resultar fácil cuando las cosas nos van bien, pero cuando las circunstancias no nos son favorables o cuando nos enfrentamos a adversidades, hay que hacer un esfuerzo considerable y prestar mucha atención para conseguir vivir de un modo positivo. Conseguirlo significa haber aprendido a vivir de un modo verdaderamente humano.

Vivir gozosamente según la ley del universo

Los seres humanos, por naturaleza, no necesitan de profesores. Cada uno debe convertirse en su propio profesor. Por eso es tan importante que todos cobremos consciencia de la verdadera naturaleza de nuestra existencia. Si tan solo tenemos fe en los demás y les transferimos nuestro poder y autoridad, siempre serán otros quienes controlen nuestra vida.

Es posible alcanzar un gozo inmenso con tan solo vivir la vida que se nos ha adjudicado. Para experimentar esta alegría, debemos unirnos siempre a la energía que fluye de la fuente universal. Alcanzar la armonía con la ley universal es la clave para alcanzar nuestro objetivo en la vida y la forma más rápida de lograrlo.

Aunque vivas en guerra, con sufrimiento o seas víctima de terribles desgracias, aunque te encuentres enfermo y no sepas con seguridad lo que te depara el mañana, no olvides nunca que cada ser humano participa por igual en el proceso creativo y de evolución del universo entero. Cada ser humano es bañado en la misma medida por la exquisita luz universal.

Muchos de nosotros no somos conscientes de que el amor del universo nos protege y de que somos, en efecto, parte de él. Vivimos en un estado de desconocimiento, sin más guía que la de nuestras emociones diarias. Como no tenemos la mente enfocada hacia la fuente del universo, no podemos tomar las decisiones o escoger aquellas cosas que realmente convienen a nuestro propósito en la vida. Es importante que cada persona se eleve por encima de sus emociones superficiales. A menos que volvamos a dirigir nuestros pensamientos a la ley universal, nuestro modo de vida podría terminar perdiendo todo sentido y propósito.

La mente invita a todas las cosas

Nuestra vida está formada por una serie de lecciones que hemos ido aprendiendo, una a una. Este proceso de aprendizaje se inicia cuando examinamos nuestras propias emociones. Para poder enfrentarnos a nuestras emociones y elevarnos por encima de ellas, necesitamos creer firmemente en nosotros mismos.

Las emociones siempre son relativas. En presencia de otras personas, las emociones pueden amplificarse y mejorar o empeorar nuestro estado de ánimo. Debemos tener mucho cuidado de no dejarnos arrastrar por las actitudes y sentimientos de los demás.

Cada uno de nosotros tiene su propio modo de pensar y de hacer las cosas. Aun cuando otras personas te hablen o se comporten contigo de un modo en apariencia egoísta, poco razonable, parcial, hipócrita, ruin o deshonesto, deja que actúen como quieran. ¿Qué necesidad hay de discutir con ellas? ¿Qué necesidad hay de dejarnos arrastrar por sus emociones? El motivo de que este mundo continúe sumido en conflictos y sufrimiento es que las personas siguen liberando y reaccionando a emociones de antagonismo y enfrentamiento. A menos que logremos evaluar nuestras emociones correctamente, ponerlas en orden y armonizarlas, seguiremos viéndonos arrastrados por las emociones negativas de los demás. Esto ocurre porque emociones como la ira, la envidia, el resentimiento y el descontento atraen de forma natural emociones con una frecuencia similar.

Una vez que nos vemos arrastrados por turbulentas olas de resentimiento y conflicto, nos perdemos de vista a nosotros mismos con mucha facilidad. Sin embargo, si tenemos la mente siempre llena de pensamientos y sentimientos luminosos, jamás arremeteremos contra los demás. Una analogía de esto la tenemos en el hecho de que muy poca gente ensuciará carreteras o parques en los que no se vea basura por ningún lado; ahora bien, en lugares sembrados de colillas, latas vacías y otros desperdicios, la mayoría de la gente no siente ningún reparo en contribuir a esa suciedad. Esto ocurre porque cualquier cosa atrae a más de lo mismo. En lugares donde no hay basura acumulada, no existe un motivador inicial que atraiga más basura. Por tanto, la gente se lo pensará dos veces antes de tirar cosas al suelo. La mente humana funciona de un modo similar: si no hemos acumulado en la mente emociones negativas, no atraemos las emociones negativas de los demás.

Cuando nos enfrentemos a las distintas ideas negativas que puedan aparecer en nuestra mente, nos será útil recordar que las condiciones que se dan en nuestros pensamientos o en las circunstancias que vivimos, emergen en el momento en que se inicia su proceso de desaparición. Si tenemos esto siempre en mente, jamás sentiremos temor ni confusión. Aunque caigamos enfermos, suframos accidentes o vivamos contratiempos, jamás nos sentiremos atrapados por ellos. Seremos capaces de vivir luminosamente, con dignidad y confianza.

Y si en algún momento nos resulta difícil recordarlo, hay técnicas que podemos practicar y que resultan muy eficaces. Por ejemplo, el método de pensar

 Desvanécete, que la paz perdure en la Tierra5. Practicando repetidamente métodos como este, la mente encuentra la paz y la estabilidad necesaria para vivir una vida llena de una gratitud profunda y para sentirnos felices de estar vivos.

Aprender cuál es nuestro verdadero valor

Cada uno de nosotros debe aprender, paso a paso, cuál es nuestro verdadero valor. Ha llegado el momento de desarrollar una consciencia más amplia de nosotros mismos y de observar nuestra propia mente en más profundidad. Cuando nos infravaloramos constantemente, pensando y diciendo que no somos aptos, los demás perciben nuestra actitud y piensan que realmente somos seres inútiles. Hemos sido nosotros mismos quienes, de forma inconsciente, los hemos empujado a pensar de esta manera.

Nosotros mismos somos responsables de todo lo relativo a nosotros. La mente interior todo lo crea y todo lo abarca. Si continuamos negando su existencia y negándonos a comprenderla, nos será muy difícil superar ansiedades e infelicidad.

Todos y cada uno de nosotros tenemos la obligación de aprovechar la vida al máximo mientras dure, para así desempeñar el papel que nos corresponde en la creación de una sociedad mejor, una nación mejor y un mundo mejor. Hay demasiadas personas que no reconocen esta verdad y que se creen propiedad de su nación o de las personas que la gobiernan. A causa de ello, el mundo ha estado avanzando a la deriva por una senda muy peligrosa. De ahora en adelante, cada uno de nosotros debe evaluarse con precisión y comprender cuán importante es la influencia que ejercemos individualmente en el futuro de la humanidad.

Con este objetivo siempre presente, espero que todos nos contemplemos ahora de un modo nuevo y nos desenredemos de las emociones violentas que otros emiten en torno a nosotros. Llenemos todo nuestro ser con la luminosidad y la armonía natural del universo infinito. No hay mejor momento que este para empezar a vivir gozosamente según la ley universal.

El futuro está esperando a que lo creemos.

Masami Saiongii