Aceptación de la realidad

Tener miedo de la Voluntad de Dios es una de las creencias más extrañas que la mente humana jamás haya podido concebir. Esto no habría podido ocurrir a no ser que la mente hubiese estado ya tan profundamente dividida que le hubiese sido posible tener miedo de lo que ella misma es. La realidad sólo puede ser una «amenaza« para lo ilusorio, ya que lo único que la realidad puede defender es la verdad. El hecho mismo de que percibas la Volun­tad de Dios -que es lo que tú eres- como algo temible, demues­tra que  tienes miedo de lo que eres. Por lo tanto, no es de la Voluntad de Dios de lo que tienes miedo, sino de la tuya.

Tu voluntad no es la voluntad del ego, y por eso es por lo que el ego está contra ti. Lo que parece ser el temor a Dios es en realidad el miedo a tu propia realidad. En un estado de pánico no se puede aprender nada de manera consistente. Si el propó­sito de este curso es ayudarte a recordar lo que eres, y tú crees que lo que eres es algo temible, de ello se deduce forzosamente que no aprenderás este curso. Sin embargo, la razón de que el curso exista es precisamente porque no sabes lo que eres.

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Si no sabes lo que es tu realidad, ¿por qué estás tan seguro de que es temible? La asociación que se hace entre la verdad y el miedo, que a lo sumo sería altamente artificial, es especialmente inadecuada en las mentes de aquellos que no saben lo que es la verdad. Lo único que esto quiere decir es que estás asociando arbitrariamente algo que se encuentra más allá de tu conciencia con algo que no deseas. Es evidente, pues, que estás juzgando algo de lo cual no tienes el menor conocimiento. Has urdido esta extraña situación de forma tal que te resulta imposible escapar de ella sin un Guía que sepa cuál es tu realidad. El propósito de este Guía no es otro que el de recordarte lo que deseas. Él no está tratando de imponerte una voluntad ajena. Está simplemente haciendo todo lo posible, dentro de los límites que tú le impones, por re-establecer tu propia voluntad en tu conciencia.

Has aprisionado tu voluntad más allá de tu propia conciencia, donde todavía se encuentra, pero desde donde no puede ayu­darte. Cuando dije que la función del Espíritu Santo es separar lo falso de lo verdadero en tu mente, quise decir que Él tiene el poder de ver lo que has ocultado y reconocer en ello la Voluntad de Dios. Gracias a este reconocimiento, Él puede hacer que la Voluntad de Dios sea real para ti porque Él está en tu mente, y, por lo tanto, Él es tu realidad. Si la percepción que Él tiene de tu mente trae la realidad de ésta hasta ti, te está ayudando a recor­dar lo que eres. Lo único que puede ocasionar temor en este proceso es lo que tú crees que perderías. Lo único que realmente puedes tener, no obstante, es lo que el Espíritu Santo ve.

Ninguna mente recta podría creer que su voluntad es más fuerte que la de Dios. Si una mente cree que su voluntad es diferente de la de Él, entonces sólo puede concluir o bien que Dios no existe o bien que Su Voluntad es temible. La primera conclusión da lugar al ateo, y la segunda, al mártir, que cree que Dios exige sacrificios Cualquiera de esas dos conclusiones de­mentes producirá pánico, ya que el ateo cree estar solo, y el már­tir que Dios lo está crucificando. No obstante, nadie quiere sentirse abandonado o sufrir represalias, aunque es posible que muchos procuren ambas cosas. ¿Puedes acaso pedirle al Espíritu Santo semejantes «regalos» y esperar recibirlos? Él no puede darte lo que tú no deseas. Cuando le pides al Dador Universal lo que no quieres, le estás pidiendo lo que no se puede dar porque nunca se creó. Y nunca se creó porque nunca fue lo que tu volun­tad dispuso para ti.

En última instancia todo el mundo tiene que recordar la Volun­tad de Dios porque, en última instancia, todo el mundo tiene que reconocerse a sí mismo. Este reconocimiento es el reconocimiento de que su voluntad y la de Dios son una. En presencia de la verdad, no hay descreídos ni sacrificios. En la seguridad de la realidad, el miedo no tiene absolutamente ningún sentido. Negar lo que simplemente es, tan sólo puede dar la impresión de que es temible. El miedo no puede ser real sin una causa, yDios es la única Causa. Dios es Amor y Él es ciertamente lo que tú deseas. Ésa es tu voluntad. Pide esto y se te concederá, porque estarás pidiendo únicamente lo que ya te pertenece.

Cuando le pides al Espíritu Santo lo que te podría hacer daño Él no puede contestarte porque no hay nada que te pueda hacer daño, y por lo tanto, no estás pidiendo nada. Cualquier deseo que proceda del ego es un deseo de algo que no existe, y solici­tarlo no constituye una petición. Es simplemente una negación en forma de petición. El Espíritu Santo no le da importancia a la forma, ya que sólo es consciente de lo que tiene significado. El ego no puede pedirle nada al Espíritu Santo porque no existe comunicación entre ellos. Tú, en cambio, puedes pedirle todo porque las peticiones que le haces a Él son reales, al proceder de tu mente recta. ¿Negaría el Espíritu Santo la Voluntad de Dios? ¿Y podría dejar de reconocerla en SuHijo?

No te das cuenta de la enorme cantidad de energía que desper­dicias negando la verdad. ¿Qué le dirías a alguien que se empeña en intentar lo imposible, creyendo que lograrlo es tener éxito? La creencia de que para poder ser feliz tienes que tener lo imposible está en total desacuerdo con el principio de creación. Dios no pudo haber dispuesto que tu felicidad dependiese de lo que nunca podrías tener. El hecho de que Dios es Amor no requiere que se crea en ello, pero sí requiere aceptación. Puedes cierta­mente negar los hechos, pero no puedes hacer que cambien. Si te tapas los ojos con las manos, no podrás ver porque estarás interfi­riendo en las leyes de la visión. Si niegas el amor, no podrás conocerlo porque tu cooperación es la ley de su existencia. No puedes cambiar las leyes que tú no promulgaste, las leyes de la felicidad fueron creadas para ti, no por ti.

Cualquier intento de negar lo que simplemente es tiene necesariamente que producir miedo, y si el intento es fuerte producirá pánico. Querer imponer tu voluntad en contra de la realidad, aunque es imposible, puede convertirse en una obcecación, a pesar de que ése no es realmente tu deseo. Mas examina el resultado de ésta extraña decisión: Estás dedicando tu mente a lo que no deseas. ¿Cuán real puede ser esa dedicación? Si realmente no deseas eso que persigues, es que nunca fue creado. Ysi nunca fue creado, no es nada. ¿Puedes realmente estar dedicado a lo que no es nada?

Dios en Su dedicación a ti te creó dedicado a todo, y te dio aquello a lo que estás dedicado. De otra manera no habrías sido creado perfecto. Larealidad lo es todo, y tú lo tienes todo por­que eres real. No puedes crear lo irreal porque la ausencia de realidad es temible y él miedo no es algo que pueda ser creado. Mientras sigas creyendo que es posible tener  miedo, no podrás crear. Dos órdenes de realidad que se oponen entre sí privan a la realidad de todo significado, y la realidad es significado.

Recuerda, pues, que la Voluntad de Dios es posible ya, y que nada más lo será nunca. En esto reside la simple aceptación de la realidad porque sólo eso es real. No puedes distorsionar la reali­dad y al mismo tiempo saber lo que es. Y si la distorsionas expe­rimentarás ansiedad, depresión y finalmente pánico, pues estarás tratando de convertirte a ti mismo en algo irreal. Cuando sientas esas cosas, no trates de buscar la verdad fuera de timismo, pues la verdad sólo puede encontrarse dentro de ti.

Un Curso de Milagros 1, cap. 9-I