Escuchar los mensajes del Espíritu. Con la exposición constante a las noticias digitales, los anuncios y la interacción en las redes sociales, hemos perdido la valiosa habilidad que nuestros antepasados tenían de recopilar información de primera mano de nuestro entorno.
Cuando te rindes, tu sentido del yo pasa de estar identificado con una reacción o juicio mental a ser el espacio que rodea a la reacción o al juicio. Es pasar de identificarte con la forma —el pensamiento o emoción— a ser y reconocerte como aquello que no tiene forma, la conciencia espaciosa.
Lo que aceptes completamente te hará sentirte en paz, incluyendo la aceptación de que no puedes aceptar, de que te estás resistiendo.
Deja la Vida en paz. Déjala ser.
Simplemente escucha, simplemente aquí. El mejor regalo que le puedes dar a alguien es escucharlo atentamente. La capacidad de escuchar es la base de la relación. Pero, ¿qué estás haciendo, en realidad, cuando supuestamente estás escuchando? Lo más probable es que estés oscilando entre prestar atención y ser atraído por distracciones externas, o estás escuchando, y al mismo tiempo estás pensando en lo que esto te recuerda y cómo responderás a la historia que otro necesita compartir, y tu aprobación o desaprobación. Si eres como yo te formarás una opinión que estás deseando expresar. Pero, en la mayoría de los casos, no es necesaria.
Ocho mitos sobre el despertar espiritual. Como los maestros espirituales no están regulados, siempre ha habido un problema con las personas engañadas o explotadoras que se instalan como «gurús» y explotan a los seguidores vulnerables. Pero si tenemos una idea clara de lo que realmente significa estar «despierto», entonces debería ser más fácil identificar a los maestros fraudulentos o engañados. Así que permítanme resaltar ocho mitos comunes sobre el despertar y luego explicar por qué creo que son falsos.
Cambiando nuestra relación con el pensamiento.
Si deseamos morar en lugar de entrar y salir de esta dimensión vibrante, debemos hacer más que simplemente cambiar la forma en que pensamos; debemos cambiar nuestra relación con el pensamiento. Debemos convertirnos en su testigo omnipresente para evitar ser su cómplice sufriente. Útil en un momento y tortuoso al siguiente, el pensamiento es como un niño petulante que requiere nuestra atención constante.
Sabemos que todo envejece; lo vemos a nuestro alrededor. Durante gran parte de nuestra vida es como la casa en la que vivimos o el aire que respiramos, un hecho familiar que apenas notamos. Pero a medida que envejecemos, ese hecho es más difícil de ignorar. El envejecimiento no es solo un cambio, sino un cambio irreversible, para bien o para mal. No obtuvimos esa promoción tan solicitada, y ahora nunca llegará. O conseguimos el ascenso y la vida nunca ha sido la misma. Somos pobres. O alguna vez fuimos pobres, pero ahora no lo somos. Tenemos una rodilla mala y ni siquiera la cirugía la hará nueva. O tal vez la cirugía funcionó, y podemos despedirnos del dolor con el que vivimos durante tanto tiempo. Siempre quisimos tener hijos, pero ahora somos demasiado mayores para tenerlos. O adoptamos un niño, para nuestro gozo sin fin. De una forma u otra, nuestra vida consiste en “las cosas que sucedieron”.