En vano buscas a Dios porque Lo tienes delante de ti, dentro de y siendo las cosas de este mundo. Alarga tu mano: ahí está la mano de Dios. Mira tus piernas: son las piernas de la divinidad. Ese pájaro que se acaba de posar en esa rama, ¿de verdad crees que eso no es una manifestación de Dios?
Si el hombre siguiese los dictados de su propia naturaleza, no le costaría tanto llegar a percibir lo que está haciendo el Ángel en su cuerpo astral; pero el propósito de los seres Luciféricos es el de no permitir que los hombres puedan hacerse una idea del alcance de la labor de los Ángeles. Y llevan a cabo este propósito reprimiendo la libre voluntad del hombre. Intentan que el hombre sea incapaz de ejercitar la comprensión de su libre albedrío.
Este mensaje es muy sencillo, muy evidente. El individuo ―el buscador, el sufridor, el fabricante de candelabros― sencillamente aparece como un personaje más en el teatro de la vida y, con él, puede que surja el deseo de evadirse de la vida, lo cual no es más que otra simple apariencia, otro personaje más de la narración.
Yo no tengo duda ni remordimiento. Todo cuanto hago es mi decisión y mi responsabilidad. La cosa más simple que haga, llevarte a caminar en el desierto, por ejemplo, puede muy bien significar mi muerte. La muerte me acecha. Por eso, no tengo lugar para dudas ni remordimientos. Si tengo que morir como resultado de sacarte a caminar, entonces debo morir.
Tú, en cambio, te sientes inmortal, y las decisiones de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo en donde la muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, amigo mío. Sólo hay tiempo para decisiones.
La compasión no se trata solo de ser amable o suave y ciertamente no es una debilidad. Es una de las declaraciones de fortaleza y coraje más importantes entre los seres humanos. La compasión es difícil y poderosa, es contagiosa e influyente. Y de manera crucial, quizás sea el único lenguaje universalmente reconocido con la capacidad de transformar el mundo.
Es necesario pensar de modo diferente, y esto significa ver las cosas que no vemos ahora, y no ver las cosas que vemos ahora. Vemos, como en la alegoría de la caverna, de Platón, sólo los reflejos de las cosas, de modo que lo que vemos ha perdido toda realidad. Debemos comprender cuan a menudo somos gobernados y controlados no por las cosas mismas sino por nuestras ideas de las cosas, nuestras opiniones de las cosas, nuestro cuadro de las cosas. Esto es lo más interesante.