El problema con los pensamientos no es que tengamos tantos, sino que nos identificamos muy estrechamente con ellos. Los pensamientos van y vienen. Algunos son claramente más interesantes que otros. Pero independientemente de su contenido, tomamos en serio la aparición del pensamiento porque tendemos a creer que quienes somos es el orador silencioso de todos estos pensamientos, este misterioso personaje al que todos llamamos “yo”. ¿Quién en silencio forma y dice estos pensamientos?
La voluntad es algo muy claro y poderoso que dirige nuestros actos. La voluntad es algo que un hombre usa, por ejemplo, para ganar una batalla que, según todos los cálculos, debería perder.
Lo que un brujo llama voluntad es un poder dentro de nosotros. No es un pensamiento, ni un objeto, ni un deseo.
La voluntad es lo que puede darte el triunfo cuando tus pensamientos te dicen que estás derrotado. La voluntad es lo que te hace invulnerable.
La libertad consiste en permanecer solo, sin apegos ni temores, libre en la comprensión del deseo que engendra ilusiones. Existe una fuerza inmensa en el permanecer solo. Es el cerebro condicionado, programado, el que nunca está solo, porque está repleto de conocimientos. Lo que está programado, religiosa o tecnológicamente, es siempre limitado. Esta limitación es el factor principal de conflicto. La belleza es peligrosa para un hombre de deseos.
Tener conciencia de la prosperidad es mucho más que simplemente la habilidad de hacer dinero. Es una idea arraigada mediante la cual se ve la vida no como una lucha, sino como una aventura mágica en la que nuestras necesidades son satisfechas con gracia y serenidad.
Incluye la habilidad de ver belleza en todos los lugares a los que va, de hacer de la gratitud su emoción principal y de abrir su corazón a todas las personas a las que conoce. Tener conciencia de la prosperidad es un estado mental, un sentido, no de creer, sino de realmente saber que lo que necesitamos está a nuestra disposición.
La meditación es el acto de estar solo. Este acto es por completo diferente de las actividades del aislamiento. La naturaleza misma del “yo”, del sí mismo, del ego, es el aislamiento propio, ya sea a través de la concentración, de las diversas formas o métodos de meditación o de las separativas actividades cotidianas. Pero estar solo no es retirarse del mundo. El mundo del hombre es gregario, es la relación mutua de influencias, de opiniones y del peso de la tradición. Es el entretenimiento del pensar y la actividad del ensimismamiento. Esto conduce inevitablemente a la soledad y desdicha del autoaislamiento.
La observación de sí no puede ser impersonal, pues nos interesamos personalmente por el funcionamiento correcto de nuestra máquina. El funcionamiento correcto del organismo nos es provechoso, el funcionamiento incorrecto es dañino. Uno debe tener una simple actitud comercial para con la propia vida y las propias funciones interiores, y debe saber qué es beneficio y qué es pérdida.