Falta de fe e inseguridad

Nada ni nadie, salvo tú mismo, puede interponerse en tu camino hacia tu objetivo a través de la puerta adecuada. Para ser más exac­tos, lo único que puede impedirte conseguir tu objetivo es tu falta de fee inseguridad. En general, la falta de fe e inseguridad son dos cosas similares. Tanto una como la otra hacen ineficaz la inten­ción interior,y la intensión exterior prácticamente imposible.

No importa lo que hagas estando inseguro, todo estará mal he­cho. Cuanto más fuerte es la tensión del deseo de actuar bien, peor es el resultado. La falta de fe en tus propias posibilidades, junto con la sobrevaloración de la dificultad de los problemas externos, lleva a un estado de constreñimiento o estupor. La naturaleza del estupor consiste en que la cohibición se restringe a sí misma. La importan­cia exterior del objetivo provoca un ansioso deseo de conseguirlo. La importancia interior te hace dudar de tu capacidad. Todo eso se junta en la inseguridad.

Falta de fe e inseguridad

La inseguridad aprieta tanto como puede el agarre de la inten­ción interior en un empeño de lograr el objetivo. Aun sin tomar en cuenta la actitud de las fuerzas equiponderantes, el efecto de tal aga­rre resulta diametralmente opuesto a la intención. La energía se des­gasta en mantener varios potenciales excesivos a la vez. Mira cuántos son: la importancia exterior e interior, el deseo ansioso, los esfuerzos por gobernarse y mantener la situación bajo control. Simplemente, no hay energía libre para mantener todo eso, te sientes inhibido, constreñido y actúas de modo torpe e inhábil. Como resultado el agarre del control se aprieta más todavía.

Así es como puedes llegar al estado de estupor, en que no serás capaz de moverte ni decir algo inteligible. Puede parecer que tu intención está sujetada con una mordaza. Pero en realidad, la intención está ausente por completo. Toda la energía de la intención se ha centrado en mantener los potenciales excesivos. La inseguridad, bajo la forma de inquietud y preocupación va directamente a alimentar a los péndulos. La inquietud es ocasionada por los pronósticos del tipo: «¿Qué pasa si…?». Cuando estás inseguro, el pronóstico, como norma general, es pesimista. Enseguida la energía se dirige a proyectar en tu mente guiones negativos y tus preocupaciones al respecto. Aquí también se gasta la energía de la intención. Pero en este caso, el hecho mismo de consumir energía de la intención no es tan aterrador como en qué se gasta. La inquietud, la preocupación y el miedo son muy potentes generadores de los peores temores, que, como sabrás, se cumplen.

La otra fuente abundante de la inseguridad es el sentimiento de culpa, que florece con un ramo de complejos de inferioridad, imperfección, indignidad. ¡Cómo puede haber alguna seguridad a esas alturas! El sentimiento de culpa y todo lo relacionado con él llevan al estrechamiento de los canales energéticos. La energía de la intención sólo alcanza para actuar de forma indolente, indecisa y mediocre. Más aún: si eres propenso a sentirte culpable, un montón de manipuladores se arremolinarán siempre a tu alrededor, como las galenas alrededor de una lámpara.

Al sentir tu debilidad, se autoafirman a tu costa y con mucho gusto devorarán tu energía despro­tegida. Ellos juegan constantemente con tu sentimiento de culpa, mientras tú te explicas sin fin y te justificas ante ellos, fortaleciendo aún más tu inseguridad.

La inseguridad crea un círculo cerrado. Cuanto más fuerte son la importancia y el deseo, más grande es la inseguridad. Cuanto más fuerte es el agarre del control sobre ti mismo y sobre la situación, más fuerte es la cohibición. Cuanto más grande es la inquietud y la preocupación, más rápido se confirman. En general, el sentimiento de culpa convierte la vida en la miserable existencia de un desgraciado.

Al intentar escapar de este laberinto, el hombre procura obtener confianza, cueste lo que le cueste. Uno de los medios es lanzarse de inmediato al ataque contra el mundo circundante. Mediante el ataque, el hombre intenta, con su maniobra de advertencia, demos­trar la fuerza y ocultar su inseguridad. Al actuar sobre el mundo utilizando presión y decisión, el hombre trata de levantar el muro de su confianza. Tal camino requiere mucho gasto de energía; sin embargo, el muro de confianza se derrumba a cada instante. La energía de la influencia forzosa se va en crear potenciales excesivos y en resistirse a la corriente de las variantes. En cualquier caso, tarde o temprano, el hombre sufre una derrota; entonces se ve obligado de nuevo a luchar y levantar el muro de confianza.

Otro modo de obtener la confianza en sí mismo es no construir ningún fundamento para la confianza y jugarse el todo por el todo. La arrogancia es la misma timidez, pero vuelta del revés. Es, cuando en un lugar vacío surge una apariencia de algo que no debería estar allí. Si la confianza en uno mismo se basa en la nada, en este caso también surge el potencial excesivo. Pero aquí la cuestión no está sólo en el potencial mismo, sino que, al actuar de forma arrogan­te, estás lesionando los intereses de alguien. La confianza en sí mismo, fundada en la comparación de sí mismo con los demás, es potencial excesivo puro. Sobre todo si la confianza se basa en el trato desdeñoso o despreciativo hacia los demás. Tarde o temprano tal falsa confianza se castigará infaliblemente con un coscorrón o, si me disculpáis la expresión, con una patada en el culo.

Al igual que la fe, es imposible lograr la confianza por medio de autosugestiones. Puedes estar repitiéndote autoafirmaciones de que estás seguro de ti mismo hasta volverte loco. Una ocupación muy ingenua e inútil. Es lo mismo que intentar luchar contra las secue­las de una enfermedad sin eliminar previamente lo que la causó. Hagas lo que hagas con tu inseguridad, no desaparecerá a ningún lado. Por más que intentes conseguir confianza en ti mismo, no la conseguirás. Tampoco podrás mantener una transmisión apropiada de tus pensamientos para estar siempre en la ola de la confianza.

¿Cómo escapar de este embrollado laberinto? De ningún modo; es imposible escapar de él. Tampoco hay salida. El secreto de este la­berinto está en que sus paredes se derrumbarán cuando dejes de buscar la salida y renuncies a la importancia. La inseguridad se origina por varias causas, que se dividen en dos grupos. El primer grupo son las causas internas, a las que pertenece la preocupación excesiva por las cualidades personales. De aquí surgen emociones tales como el disgusto consigo mismo por tener ciertas imperfecciones y carecer de algunas cualidades, el sentimiento de inferioridad en compara­ción con los demás, la timidez, el miedo de fracasar, de encontrarse en una situación ridícula, etcétera. El segundo grupo son las causas externas, relacionadas con la sobrestimación inadecuada de los fac­tores externos. Como consecuencia surge una preocupación infun­dada por la incompatibilidad de las cualidades propias insuficientes con las altas exigencias exteriores; la devoción por lo exterior; la sensación de ser un pequeño hombrecillo en una ciudad grande y, finalmente, el simple miedo a la realidad.

La paradoja es la siguiente: para obtener confianza en sí mismo, hace falta renunciar a ella. Las paredes del laberinto están hechas de importancia. Andas dentro del laberinto intentando deshacerte de la inseguridad y obtener confianza en ti mismo. Ahora bien, la seguridad es una quimera, es un invento más de los péndulos: un espejismo falso, una trampa para la importancia. La confianza en uno mismo es un juego de los péndulos, donde ellos siempre ga­nan. Donde haya fe siempre habrá lugar para la duda. De la misma manera, donde haya confianza habrá lugar para la vacilación y la in­decisión. La confianza es una especie de fe en el éxito. En cualquier guion es posible incluir una modificación negativa. Basta con una pequeña modificación para que se derrumbe la pared de confianza.

La confianza es sólo un potencial excesivo temporal, y nada más. Con cualquier forma que le des, la confianza seguirá siendo simplemente un potencial excesivo. Hasta el dominio de sí mismo no es más que la intensificación temporaria de la tensión. Pues la confianza es la inseguridad con el signo negativo. Ambos potenciales requieren gastos de energía. Y el potencial excesivo de la confianza será destruido inevitablemente por las fuerzas equiponderantes. De modo que alcanzar confianza en sí mismo es tan infructuoso como buscar la felicidad ilusoria que se vislumbra en alguna parte del futuro.

De esta forma acabamos de destruir un estereotipo falso más. Pero ¿cómo vivir sin confianza en sí mismo? El Transurfing a cam­bio te ofrece otra alternativa: la coordinación. Qué es coordinación, lo sabrás en el capítulo siguiente.

Vadim Zeland: Adelante al pasado; cap. 3