Comprensión

 Los grandes momentos de armonía extática surgen cuando no hay conflicto, cuando no hay división entre el pensador y el pensamiento, entre el observador y lo observado, cuando el pensamiento no produce dicotomía entre el “yo” y el “otro”. Una comprensión profunda de este hecho es toda la “acción” que se necesita, porque entonces el cuerpo se relaja, la mente se expande más allá de la dualidad entre “yo” y el “otro”, y el corazón se libera del miedo al fracaso. La armonía prevalece. Entonces el pensamiento cesa de demandar y buscar la experiencia, y se funde en el experimentar; desapegado del centro rígido e inamovible del “yo” y de sus exigencias y deseos, la experimentación es un movimiento hermoso y libre, sin ninguna frontera limitadora. Entonces prevalece la armonía porque, sin impedir los pensamientos relacionados con el conocimiento técnico necesario y el trabajo cotidiano, la mente, liberada del “yo” y de sus deseos es libre de moverse en el espacio ilimitado.

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Armonía significa ausencia de conflicto; significa quietud y silencio, paz y tranquilidad. Tal silencio es el pulso silencioso del universo, la inconmensurable energía vital del universo que existe sin causa, sin ninguna razón (un hecho que la ciencia acepta incondicionalmente). Tal quietud y silencio es la ausencia del un “yo” ( y por tanto de dualismo), del ego ilusorio y de sus miedos imaginarios. Y en tal quietud y silencio uno se da cuenta que todo lo que existe es la totalidad del universo manifestado y su funcionamiento, que el individuo es parte intrínseca de esa totalidad, una mera apariencia en la conciencia pero dotada de una capacidad que le permite percibir y conocer otras apariencias en la conciencia, y que, de ese modo, tal simple apariencia no puede tener ninguna independencia o autonomía, ni tampoco volición, ni capacidad de elección o de acción.

La esencia de la comprensión última está contenida en una extraordinaria transformación de nuestra forma de ver la vida. En ella la separación habitual entre “yo” y el otro” se cierra tan completamente que la unidad orgánica del mundo no es una mera inferencia intelectual, sino una experiencia profunda y duradera. No es sólo una creencia, sino una fe confirmada. Sin embargo, uno debe darse cuenta que este sentido de unidad no es necesariamente demostrable en la práctica. Aunque puede haber un deseo de abrazar a las bestias y a los reptiles, ciertamente hay una firma convicción de que nuestros sentimientos respecto a las criaturas que reptan y se deslizan no son sentimientos fuera de nosotros, sino “los aspecto ocultos de nuestros propios cuerpos y cerebros”. Lo que uno se da cuenta es que el sentido de unidad no es “una especie de trance en el que toda forma y distinción es abolida, como si el hombre y el universo se fundieran en una niebla luminosa de malva pálido”. Hay comprensión de que la amplia variedad y multiplicidad vista en el universo no son opuestos en guerra, sino aspectos complementarios como los diversos órganos y partes del cuerpo. El condicionamiento de separación, causado por las palabras-pensamiento, se ve tal como es. Lo que era un rompecabezas inexplicable para la lógica y la razón se convierte en el asunto ridículamente obvio de Lo-Que-Es.

La esencia de la comprensión última es ver Lo-Que-Es como la expresión manifestada de la realidad inmanifestada. Es ver con la totalidad de la mente del momento presente aquí y ahora, sin esfuerzo por hacer que la vida signifique algo para el individuo en términos de futuro.

Ramesh Balsekar