El descubrimiento del Alma

Para nosotros, occidentales, nacidos de la filosofía griega y del cristianismo, tener un alma es algo obvio, tan obvio, que lo hemos «superado». Más la conquista del alma al par que su descubrimiento ha ocupado un largo tiempo, toda una edad a través de diversas culturas, especialmente y a lo que sabemos en Egipto y Grecia, hasta Aristóteles en quien el alma queda, por así decirlo, fijada, aunque sólo en Plotino alcanzará todo su esplendor.

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El descubrimiento del alma nació, sin duda, de un sentir originario y por tanto pasivo al que se fue uniendo una creciente exigencia, como en todo descubrimiento. No se descubre nada y menos lo que se tiene, si no es por una exigencia que llega a hacerse implacable. La percibimos en el triunfo de la religión de Osiris entre los egipcios en lo que hace al alma. Osiris hace posible que cada ser humano encuentre su alma aquí en la tierra. Antes, como es sabido, se entendía que sólo el faraón nacía junto con su alma, o con lo que la mente egipcia hacía sus veces -el kaa-;  los demás hombres sólo tras su muerte la recibían. Esta exigencia de tener un alma cada ser humano sin esperar la muerte, de no estar separado de su alma, hubo de preceder en mucho a la exigencia intelectual de descubrirla.

Èl privilegio del faraón de vivir en compañía de su alma,debía de estar ligado a una especial sabiduría: saber del origen, de donde venía y a donde había de retornar; vivir a la manera de un viajero que conoce y ha memoria de su ruta desde el lugar de partida y, por ello, sabe en verdad el sentido de cada acontecimiento. El hecho de que los demás hombres vivieran separados de su alma. ¿no significaría acaso que no tenían derecho a tener memoria, que debían de vivir aquí y ahora en el momento presente, sirviendo, obedeciendo, como nosotros, occidentales en trance de superar «el alma», no tenemos capacidad de imaginar?

El derecho conquistado por medio del guía salvador, el primer derecho que encabeza todas las sucesivas reinvindicaciones humanas, es el derecho a tener memoria, a tener historia, puesto que el alma -el kaa- aguardaba allá tras la muerte; la existencia de ultratumba no era pues la cuestión, la mera existencia…pues claro está que la suerte de esta alma recobrada no aparecía muy clara, ni dichosa, como si solamente asumiendo desde ahora la historia desde el origen, el buen término pudiera ser alcanzado; como si todas las miserias de la condición presente se salvaran a partir del adentramiento o descenso del alma en el ser humano.

«El hombre y lo Divino» María Zambrano.