“Esta es la historia de un rayo de sol”

La finalidad de un rayo de sol es ser respirado por un bebe recién nacido. Cada vez que nace un bebé, el cielo le ofrece la suave y cálida brisa de un rayo de sol.

 

Un rayo de sol tan dorado y hermoso que cuando entra en el cuerpo de cada ser humano se solidifica en su pequeño corazón cual pepita de oro y ahí permanece toda su vida ayudándole a vivir, a conocerse así mismo, a saber que desciende del cielo y que es un regalo divino, su compañero y amigo en esta tierra. Es el calor que le da la vida.

Ahora le llamaríamos “regalo trampa” porque contiene todo el amor del Universo, es una chispa de amor divino y como eso significa, cada ser humano lleva en su ser este presagio que está destinado a vivir.

Así que al principio, cuando somos pequeños la pepita de oro se puede ver a través de las sonrosadas carnes de un niño porque son transparentes, y nuevas, y no contienen ningún prejuicio, ni crítica, ni rencor que empañe su energía. La pepita dorada luce en la sonrisa, en el olor, en las palabras y miradas de todos los niños.

Por eso nos gusta tanto mirarlos, porque nos recuerdan algo olvidado en nosotros mismos: La inocencia.

Pasan los años, y los cuerpos se endurecen. El dolor y el sufrimiento y también la alegría y la esperanza  han dejado la huella en nuestra vida. Y quizás, nunca supimos de este pequeño rayo de sol que se esconde paciente en nuestro corazón. Pero la pepita dorada sigue esperando un día poder volver a brillar, pues su cometido es despertar a ese ser que le sirve de coraza para que comprenda quien es y que desciende de más allá de las nubes, entre las estrellas, que nació de un rayo de sol. Él es pura energía, es un pensamiento divino que un día entró en su corazón para recordarle  lo que es el Amor, que todos somos Amor y que en realidad, esa es su verdadera esencia pero que ha olvidado.

Cuando nos volvemos ancianos, la fragilidad y la transparencia vuelve a manifestarse y a pesar de la falta de vista, de la cara arrugada y consumida, de huesos que se quieren escapar de la piel, la pepita de oro cada vez es más activa porque percibe que el cascaron que la ha tenido prisionera pronto se abrirá  y la liberará, transformándose otra vez en un rayo de sol que despierta del sueño del cuerpo y vuelve a casa. Y aunque el anciano o anciana no lo sepa, su pepita dorada es mucho más grande y más sabia que cuando entró por su pequeña boca cuando dio su primer respiro.

La Vida se manifiesta impregnándolo todo en un continuo movimiento y cambio lleno de posibilidades.

Encarna Penalba