El fin de la espiritualidad

Mi alfombra de yoga ha desaparecido en el suelo bajo mis pies.

Mi ashram se ha convertido en el mostrador de café, un mal chiste intercambiado con el camarero, una sonrisa amistosa arrastrándose sobre una cara congelada, y todo el mundo dispuesto a acompañarnos.

El fin de la espiritualidad

Mi templo es el centro comercial, la sala de espera del dentista, el prado vacío por la mañana con su suave luz amarilla y aire virginal.

Mi gurú es el rugido incubador en el vientre, la melancolía de la noche y la esperanza y desesperación de la existencia misma.

No hay que añadir nada.

Mi iluminación es el momento ordinario, esta experiencia mundana empapada en el dulce néctar de mi propia atención.

Mi origen es la respiración y la respiración es mi destino.

Mi linaje es el gato hambriento saludándome en mi caminata nocturna, amblando a mi lado un rato, frotando su piel contra mi espinilla, su piel suave como la manta de cachemira que la abuela solía envolver alrededor de nosotros como las noches llegaban temprano, la piel convirtiéndose en piel, y el gato avanzando despacio para revisar un envoltorio de sándwich desechado, y yo caminando.

Mi espiritualidad está en lo profundo de la tierra; está en el barro, el calor, las entrañas, lo incómodo y lo inconveniente, el grito de madre y el valor de penetrar regiones inexploradas de la psique. Es el anhelo de casa y el regreso felizmente agotado.

Mi felicidad no es nada que la mente pueda captar, ni en mil millones de años de búsqueda.

Mi alegría es simple, como aquellos que han vivido una vida plena y están listos para morir.

Me acuesto en el prado, mi mochila mi almohada, mis manos entrando en la hierba sedosa y pegajosa, toda mi vida reducida a un solo pensamiento y memoria y visión momentánea, y entonces eso se ha ido también, y me he ido con todo, reemplazado por el prado mismo, su suave luz amarilla y su aire limpio y estimulante, su esperanza y su promesa, su plenitud y su misericordia.

No me busques.

No me encontrarás aquí, ni me reconocerás si lo haces.

Soy invisible porque me he convertido en todo lo que se ve y todo lo que se conoce y desconoce todavía.

No practico la espiritualidad.

He sido destruido, deconstruido, deshuesado y nacido de nuevo, reconstituido como hombre, informe como forma.

He sido recreado inseparable de esta ordinariedad, resucitado con el vientre de los pájaros riendo en los cables eléctricos al amanecer.

Jeff Foster