A mi entender, todos nuestros problemas, todo nuestro sufrimiento y nuestros conflictos, tanto personales como globales, se derivan de un problema básico: la ignorancia de quiénes somos realmente. Hemos olvidado que somos inseparables de la vida y, como consecuencia, hemos empezado a temerla, y ese miedo nos ha hecho entrar en guerra con ella de maneras diversas. Hemos empleado nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestros cuerpos para combatir lo único real, que es el momento presente. Y al intentar protegernos del dolor, el miedo, la tristeza, el malestar, el fracaso…, de todas aquellas partes de la vida que se nos ha condicionado a creer que son malas, negativas, tétricas o peligrosas, hemos dejado de estar verdaderamente vivos.
Nunca tienes que dejar de brillar. Y no tienes que volverte perfecto. La gracia no es algo que uno se merezca, no es algo que deba justificarse, es algo que de cualquier forma nos es dado. No necesitas alcanzar estados trascendentes. No tienes que sentirte alegre todo el tiempo, o dichoso todo el tiempo, o seguro todo el tiempo, o sin miedo todo el tiempo. No necesitas contar con todas las respuestas. Tu duda, tu tristeza, tu inseguridad, incluso tu desesperación son todos santos, y espirituales, y están imbuidos de luz, y desean ser abrazados, no apartados. Incluso tu falta de confianza es confiable, y tu incapacidad de amar es digna de amor a la luz del amor. Eres íntegro, y siempre has sido íntegro, y el coraje no es la ausencia de miedo o duda, sino la disposición de incluir todo ello en tu inmenso corazón, mientras das el siguiente paso, y el siguiente…
La felicidad, la verdadera felicidad, la clase de felicidad que no puede ser comprada o vendida o empacada elegantemente, es idéntica a tu propia presencia, a eso que nadie puede darte, y que nadie te puede quitar.
Todo era pospuesto, ¿lo ves? Todo era un movimiento fuera de ‘lo que es’, fuera del extraordinario carácter sagrado de lo ordinario. Era un desplazamiento hacia un futuro que jamás podría llegar…
El mejor regalo que puedes ofrecerle a cualquier persona
es su completa libertad.
Libertad para amar, para reír, para llorar,
para sentirse asustado, enojado, inseguro,
lleno de duda o lleno de alegría.
Acogerlo en ese espacio seguro y sagrado.
Desde la perspectiva del océano, nada es un problema, en el más profundo sentido. El dolor, la ira, la frustración…vienen y van en el océano, y no son, en sentido real, un problema.