Nada es injusto ni inútil

Así, habiendo aceptado considerar que somos el origen de lo que nos sucede a fin de alimentar de una forma óptima nuestro proceso de evolución, sabemos que nada es injusto ni inútil, y esto nos crea una inmensa tranquilidad. Empezamos a entrar en contacto con el hecho de que el universo es per­fecto, y aprendemos a escuchar nuestra voz interior y confiar en el gran proceso universal de la evolución. Presentimos que nuestro universo no ha sido entregado al azar ni a las buena o malas intenciones de algunos individuos, sino que está some­tido a una dinámica energética, muy compleja por cierto, pero extremadamente rigurosa y justa. Podemos decir que: En este universo no hay justicia racional, sino una justicia absoluta. Y después, dormir con toda tranquilidad.

En este estado de ánimo no podemos verdaderamente ali­mentar remordimientos frente al pasado (si hubiera tenido unos padres más comprensivos…, si hubiera encontrado a Francisco antes de que se casara con Josefina…, si hubiera tenido más dinero…). Sabemos que cada situación es la adecuada para nuestro crecimiento, que cada acontecimiento se presenta a su tiempo, en función de nuestro estado de conciencia. Pero sabemos también que podemos transformar cada situación en algo mejor a partir de nuestras propias ac­ciones, de nuestras elecciones, de nuestra voluntad y de la apertura de nuestra propia conciencia.