La determinación de tener se forma por energía libre de la intención. Hay dos cosas que te impiden permitirte tener, la primera son los desacuerdos entre tu alma y la mente. La segunda, los potenciales excesivos de la importancia interior y exterior, que ocupan la energía libre.
Cuando desaparece la importancia, la determinación de obtener pasa a ser la determinación de tener y entonces empieza a funcionar la intención exterior.
Ya tienes el derecho de elegir. Y no tienes necesidad de luchar por este derecho. Si estás completamente decidido a conseguir tu derecho de elegir, prepárate para sufrir una decepción. Estar completamente decidido, significa tener firmeza. De nuevo, mantienes el agarre mortal. Las fuerzas equiponderantes enfriarán rápidamente tu ardor. Y los péndulos, al percibir tu importancia, enseguida empezarán a provocarte. Tú mismo te percatarás de qué es, exactamente, lo que va a pasar.
Todo lo que necesitas es, por encima de todo, permitirte tener. No es algo a lo que estés acostumbrado, ¿verdad? Aun así, atrévete y permítete tener. Que las manzanas de Newton y de otra gente caigan al suelo. A pesar de todo, permite a tus manzanas caer al cielo.
¿Deseas desesperadamente obtener la determinación de tener? Renuncia al deseo. Ya basta de desear: de todos modos recibirás lo necesario. Limítate a pensar que coges lo tuyo. Cógelo tranquilamente, sin exigir ni insistir. Pues es lo que yo quiero, ¿pasa algo? Y lo voy a tener.
No luches contra tu reacción a la provocación. Mírala de manera diferente. Las emociones son la consecuencia, cuya causa es la actitud. Te conviene cambiar conscientemente tu reacción a los factores negativos. Mostrar una actitud inadecuada no es difícil, puesto que tú mismo te das cuenta de que es sólo un juego. Que brinca el payaso. Como si hubieras peleado con un enemigo en una habitación donde sólo hay espejos. Parece que el péndulo esté aquí, al lado. Pero en realidad lo que ves no es él, ni siquiera su reflejo. En el espejo se refleja tu importancia. Mientras para ti algo tenga una significación excesivamente importante, tienes un enemigo, y éste va y viene constantemente en los espejos. Pero si tu importancia está en cero, no tienes nada que temer, nada que defender ni a nadie a quien atacar.
Los espejos de significación se rompen en mil pedazos; entonces verás que este espantajo de arcilla se ha desmoronado.
La verdadera, serena confianza en sí mismo se basa sólo en la integridad y autosuficiencia interior de una persona. Eso significa que tú no te estás comparando con nadie, y simplemente estás en absoluto equilibrio con tu alma. Tal equilibrio se logra en la unidad del alma y la mente, cuando no sientes culpa, dependencia, superioridad, obligación, miedo ni preocupación. En otras palabras, no rompes el equilibrio con el mundo circundante ni contigo mismo. Vives en armonía con el mundo que te rodea y contigo mismo. Vives según tu credo. Por supuesto, eso es lo ideal, pero a eso hemos de aspirar: es el único modo de obtener la verdadera confianza, o sea, la coordinación. La confianza lograda por cualquier otro medio será falsa.
La paradoja es la siguiente: para obtener confianza en sí mismo, hace falta renunciar a ella. Las paredes del laberinto están hechas de importancia. Andas dentro del laberinto intentando deshacerte de la inseguridad y obtener confianza en ti mismo. Ahora bien, la seguridad es una quimera, es un invento más de los péndulos: un espejismo falso, una trampa para la importancia. La confianza en uno mismo es un juego de los péndulos, donde ellos siempre ganan. Donde haya fe siempre habrá lugar para la duda. De la misma manera, donde haya confianza habrá lugar para la vacilación y la indecisión. La confianza es una especie de fe en el éxito. En cualquier guion es posible incluir una modificación negativa. Basta con una pequeña modificación para que se derrumbe la pared de confianza.
Es poco probable que puedas ocultar tus imperfecciones. Es mejor concentrarte en tus cualidades. Tú mismo notarás hasta qué punto te sentirás mejor, libre y más a gusto cuando te sueltes y aceptes tus imperfecciones antes de aquel acontecimiento, en el que debes mostrar lo mejor de ti. Puede ser una entrevista, un examen, una intervención, una competición, al finy al cabo, una cita. Quítate la importancia interior. Concédete la indulgencia (absolución de los pecados) de tus imperfecciones y te sentirás como si te hubieses librado de un gran peso: eso significa que ha desaparecido el potencial excesivo y se ha liberado la energía de la intención.