La esencia de la comprensión definitiva es el hecho ineluctable de que el ser humano individual, como tal, no tiene ―no puede tener― ninguna volición. Carece completamente de libertad de elección y de acción independientes, por la simple razón de que el ser humano no es una entidad autónoma. Es meramente una parte infinitesimal de la totalidad de la manifestación.