Respira en el dolor mismo. Amigo, has intentado absolutamente todo, excepto lo obvio: No hacer nada en absoluto. Quédate con eso a lo que llamas ‘sufrimiento’. Quédate con el dolor, la tristeza, el miedo, el deseo, el aburrimiento.
Lo que convencionalmente llamamos “amor” es una estrategia del ego para evitar rendirse. Estás buscando a alguien para que te dé eso que sólo puede venirte en el estado de rendición. El ego utiliza a esa persona como un sustituto para no tener que rendirse. El idioma español es el más honesto a este respecto. Utiliza el mismo verbo ‘querer’, para decir “te amo” y “te quiero”. Para el ego, amar y querer (desear) son lo mismo, mientras que el amor verdadero no tiene ningún deseo, ningún deseo de poseer o que tu pareja cambie. El ego escoge a alguien y lo hace especial. Utiliza a esa persona para tapar el constante sentimiento subyacente de descontento, de “no suficiente”, de ira y odio, que están estrechamente relacionados entre sí. Estas son facetas de un sentimiento profundamente arraigado subyacente en los seres humanos, que es inseparable del estado egoico.
Sé que tu corazón se siente cerrado en este momento.
Te sientes solo, desconectado, separado, como si no fueras parte de este mundo, y las cosas que te trajeron alegría ayer parecen tan lejanas hoy.
Quiero que sepas que sigues siendo precioso, que eres un asombroso movimiento de la creación.
Trae tu atención al aquí-y-ahora. El pasado y el futuro no son tu hogar.
A mi entender, todos nuestros problemas, todo nuestro sufrimiento y nuestros conflictos, tanto personales como globales, se derivan de un problema básico: la ignorancia de quiénes somos realmente. Hemos olvidado que somos inseparables de la vida y, como consecuencia, hemos empezado a temerla, y ese miedo nos ha hecho entrar en guerra con ella de maneras diversas. Hemos empleado nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestros cuerpos para combatir lo único real, que es el momento presente. Y al intentar protegernos del dolor, el miedo, la tristeza, el malestar, el fracaso…, de todas aquellas partes de la vida que se nos ha condicionado a creer que son malas, negativas, tétricas o peligrosas, hemos dejado de estar verdaderamente vivos.
Desde la perspectiva del océano, nada es un problema, en el más profundo sentido. El dolor, la ira, la frustración…vienen y van en el océano, y no son, en sentido real, un problema.
Reconociendo y aceptando simplemente las imperfecciones de nuestra personalidad como formando parte de nuestro aprendizaje, resulta mucho más fácil aceptarnos tal como somos, amarnos, tener compasión de nosotros mismos, perdonarnos. Cuanto más aceptemos nuestra estatua en su estado presente, más la querremos tal como es sabiendo lo que llegará a ser, y más fácil y agradable nos será trabajarla y menos la despreciaremos por no estar terminada.
El perdón a uno mismo y la aceptación de uno mismo son esenciales para una buena salud moral. No hay actitud más inútil y destructora que golpearse la cabeza (destruimos nuestra estatua cuando le damos golpes…)