El gran maestro espiritual Krishnamurti dijo: «Cuando a un niño le enseñas que un pájaro se llama ‘pájaro’, el niño no volverá a ver el pájaro nunca más». Lo que verá será la palabra «pájaro». Eso es lo que verá y sentirá; y cuando alce los ojos al cielo y vea que ese ser extraño y alado echa a volar, ya no se acordará de que lo que hay allí es, verdaderamente, un gran misterio. Ya no se acordará de que en realidad no sabe lo que es. Ya no se acordará de que esa cosa que vuela por el cielo está por encima de todas las palabras, de que es una expresión de la inmensidad de la vida.
Contrario a lo que a la mente egoica le gustaría creer, la liberación del sufrimiento del dolor y la pérdida asociados con la forma física no viene de escapar del cuerpo, sino estando completamente presente en él. Es muy probable que estar completamente presente en el cuerpo (o más bien, en el campo de energía más profundo del cuerpo) no solo traiga la paz de una presencia inefable, sino también una gran ligereza para la forma física. Y es muy probable que se experimente una mayor vitalidad, dinamismo y un sentido de bienestar y alegría.
“Te amo” – dijo el principito…-“Yo también te quiero” – dijo la rosa.-“No es lo mismo” – respondió él…“Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía…Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.
Los inesperados regalos del dolor ¿Qué hay de malo en mi? ¿Por qué mi dolor no se ha ido aún? A veces, cuando estás tratando de sanar tu dolor, o perdonarlo, o liberarlo, o incluso ‘aceptarlo,’ lo que en secreto estás tratando de hacer es deshacerte de él. En eso hay resistencia; violencia, incluso. No
Respira en el dolor mismo. Amigo, has intentado absolutamente todo, excepto lo obvio: No hacer nada en absoluto. Quédate con eso a lo que llamas ‘sufrimiento’. Quédate con el dolor, la tristeza, el miedo, el deseo, el aburrimiento.
¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?… ¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?…
Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes.