La ilusión de las necesidades

Tú que quieres la paz sólo la puedes encontrar perdonando completamente. Nadie aprende a menos que quiera aprender y crea que de alguna manera lo necesita. Si bien en la creación de Dios no hay carencia, en lo que tú has fabricado es muy evidente. De hecho, ésa es la diferencia fundamental entre lo uno y lo otro. La idea de carencia implica que crees que estarías mejor en un estado que de alguna manera fuese diferente de aquel en el que ahora te encuentras. Antes de la «separación», que es lo que sig­nifica la «caída», no se carecía de nada.

La raíz del sufrimiento

El gran maestro espiritual Krishnamurti dijo: «Cuando a un niño le enseñas que un pájaro se llama ‘pájaro’, el niño no volverá a ver el pájaro nunca más». Lo que verá será la palabra «pájaro». Eso es lo que verá y sentirá; y cuando alce los ojos al cielo y vea que ese ser extraño y alado echa a volar, ya no se acordará de que lo que hay allí es, verdaderamente, un gran misterio. Ya no se acordará de que en realidad no sabe lo que es. Ya no se acordará de que esa cosa que vuela por el cielo está por encima de todas las palabras, de que es una expresión de la inmensidad de la vida.

Soy responsable de lo que veo

El mundo que ves no es sino el testigo fútil de que tenías razón. Es un testigo demente. Tú le enseñaste cuál tenía que ser su testimonio, y cuando te lo repitió, lo escuchaste y te conven­ciste a ti mismo de que lo que decía haber visto era verdad. Has sido tú quien se ha causado todo esto a sí mismo. Sólo con que comprendieses esto, comprenderías también cuán circular es el razonamiento en que se basa tu «visión». Eso no fue algo que se te dio. Ése fue el regalo que tú te hiciste a ti mismo y que le hiciste a tu hermano. Accede, entonces, a que se le quite y a que sea reemplazado por la verdad. Y a medida que observes el cam­bio que tiene lugar en él, se te concederá poder verlo en ti mismo.

Mirar adentro

Si le hablas a un hermano que cree en la separación y por lo tanto, tiene su propia agenda, y tú compartes con él, tus más íntimos pensamientos, en lo profundo dentro de ti, hay un miedo de no ser aceptado. Y en ese miedo, la comunicación ha sido destruida. Pero si miras adentro, si escuchas solo en tu silencio y te dejas ser a ti mismo, te encuentras siendo ese momento; si al mismo tiempo, te abres al discernimiento de un significado, una emoción y un propósito, en­tonces, surgiendo, de tu silencio, escucharás la canción de la verdad. Verás a tus miedos, di­solviéndose en la nada. Así como la oscuridad se disuelve ante la presencia de la luz. Y así habrás transformado el miedo en Amor.

Expiación

Y cuando das a tu hermano libertad perfecta de ser, de ser cualquier cosa que elija experienciar sin juicio, sin condenación, su corazón, su ser, se abrirá hacia ti. Él se sentirá amado en tu presencia. Y te darás cuenta, de que TÚ, entonces, estás en presencia del Amor. Porque entenderás que eso es lo que tú eres.

Liberarse de la culpa

Para ser verdaderamente liberado de tu propia culpa, para ser liberado del descontento que te conduce a casa, si quieres descubrir la paz del Cielo, entonces hazlo así, entiende que no hay pasado, solo este momento. Y en este momento, el regalo que el Hijo de Dios te trae y que te traes a ti mismo, es y debe ser, un regalo de Amor. Porque no hay nada más que traer o dar. Comprende que todo, en espacio y tiempo, no importa lo torpe o tonto que parezca, es impulsado por la luz interna, que constantemente susurra en la mente del Hijo de Dios, «No estás en casa en este mundo. Y el camino a tu felicidad, el camino al Amor, el camino a la paz, es distinto del que sigues en este momento». Comprende que siempre es un regalo de Amor, puesto dentro de la mente del Hijo de Dios por EL Mismo, junto con la Voluntad de Dios. Y sobre todo, comprende que es el regalo de Amor a la Integración que es el Hijo de Dios.