¿Qué pasa por los bardos?

Cuando hablamos de que la muerte sucede en todo momento, también podemos tener una pregunta natural: «Si continuamente nazco y muero, ¿quién es el que pasa por todas estas experiencias?» Una vez que este cuerpo está muerto, ¿quién tiene la oportunidad de fusionarse con la luminosidad de la madre? Si se pierde esa oportunidad, ¿quién pasa al siguiente bardo? Cuando se trata de la reencarnación, ¿quién renace? Una pregunta similar sería «¿Qué es lo que continúa de vida en vida?» O «¿Qué pasa a través de los bardos?»

El Camino del Corazón

Tradicionalmente, hay dos caminos hacia la realización del Ser. El camino del conocimiento y el del corazón. Son muy diferentes, pero ambos conducen a la misma verdad. El camino del conocimiento lleva a un momento de entendimiento, cuando te das cuenta de que la estructura “mi vida” que has estado construyendo durante muchos años, no existe, que siempre fue una ilusión.
El camino del corazón ―devoción― conduce a la verdad a través de la entrega. Constantemente entregas a la existencia todo lo que conoces como “yo”. Constantemente lo arrojas todo al fuego. Por este camino llegas a la misma verdad. Debido a muchas pequeñas renuncias, este gran “yo”, la ilusión, se consume en el fuego y, en ese momento, deja de existir. Por ambos caminos se descubre que el ego, el falso ser, no existe. Los dos conducen a la muerte absoluta del “yo”.

Lo que es, es Dios

Lo que es, es Dios. Es como cuando alguien hace la pregunta, «¿Es el mundo real?» El mundo, por sí mismo, es una ilusión, pero Dios, como el mundo, es real. A medida que avanzamos nos encontramos con que nunca hubo un Dios, así que nunca hubo un mundo. Pero digamos que, porque Dios es, el universo es. Todo, desde el microbio más humilde a la más exuberante galaxia, es Dios en expresión. Todo es Dios. Cada hoja, cada pieza de arcilla, cada estrella, cada planeta no tiene por sí mismo ninguna base para su existencia. Porque Dios es, todo lo demás es.

El Sentido de la Ligereza

Uno ve tantos rostros ensombrecidos por la seriedad que sería comprensible si estuviera provocada por el dolor. Pero esta clase de seriedad que arrastra al ser humano a la tierra y mata la vida de su espíritu no es hija del dolor, sino de cierto tipo de representación en la que el actor se engaña al identificarse con su papel.
Cuando los niños participan en la representación también lo hacen con seriedad, pero es diferente, porque el niño es consciente de que solamente es un juego y su seriedad es una forma indirecta de divertirse. Pero en el adulto esta seriedad se convierte en vicio, porque transforma el juego en religión, identificándose con el papel o posición en la vida que tanto teme perder.

El despertar

Una vez fuimos un gran Equipo. Una verdad, una familia.
Nacidos como Uno, nos dividimos. Tribus, facciones, clanes, naciones, religiones, ideologías, ejércitos.
Mi Dios contra tu Dios. Mi verdad contra la tuya.
Nos mataos unos a otros en números incalculables.
Dejamos de escucharnos, dejamos de mirarnos a los ojos.
Caímos en el delirio, adorado en el altar de la creencia.