¿Qué sucede cuando, sólo por un momento, nos quedamos con nuestro miedo, nuestras dudas, nuestra incomodidad, nuestra pena, nuestras preguntas, nuestro dolor, nuestros corazones rotos, incluso con nuestra apatía, sin tratar de cambiar nuestra experiencia, o arreglarla, o tratarla con indiferencia, o deshacernos de ella de alguna manera?
El futuro, que una vez parecía tan sólido y «real», se encuentra ahora expuesto a la mentira y el cuento de hadas que fue, y tus sueños del «mañana» se convierten en polvo. De todas formas, el «mañana» nunca iba a suceder, no en la forma que habías planeado inconscientemente.
A veces me preguntan: “Jeff, ¿tú meditas?”
Y la respuesta es: No, no lo hago.
O, bueno si, medito, dependiendo de cómo definan la meditación.
No tengo una manera formal de practicarla: no tengo un horario, ni una técnica, no enciendo inciensos ni tengo fotos de gurúes en la mesa.
Los inesperados regalos del dolor ¿Qué hay de malo en mi? ¿Por qué mi dolor no se ha ido aún? A veces, cuando estás tratando de sanar tu dolor, o perdonarlo, o liberarlo, o incluso ‘aceptarlo,’ lo que en secreto estás tratando de hacer es deshacerte de él. En eso hay resistencia; violencia, incluso. No
La solución crea el problema. Si estás tratando de arreglar tu tristeza, tu dolor, tu miedo, tu ira, tu soledad, tus dudas, tu corazón roto, tu profundo anhelo por llegar a Casa, ya lo estás convirtiendo en un problema, por lo que ya te has puesto en guerra.
El significado de tu vida. Hoy dedica tu vida a amar, porque la muerte está cerca. Esto no es deprimente, es el Camino, y siempre ha sido el Camino. La muerte nos llega a todos, al santo y al pecador por igual, al rico y al pobre, a la ameba y a la Vía Láctea; ella viene de noche o en la brillante luz del día.