La proyección refuerza tu creencia de que tu propia mente está dividida, creencia ésta cuyo único propósito es mantener vigente la separación. La proyección no es más que un mecanismo del ego para hacerte sentir diferente de tus hermanos y separado de ellos. El ego justifica esto basándose en el hecho de que ello te hace parecer «mejor» que tus hermanos, y de esta manera empaña tu igualdad con ellos todavía más. La proyección y el ataque están inevitablemente relacionados, ya que la proyección es siempre un medio para justificar el ataque. Sin proyección no puede haber ira.
Dar rienda suelta al molino de pensamientos negativos significa entrar en juego con el péndulo destructivo y emitir energía en la frecuencia de éste. Es una costumbre muy desventajosa. Te conviene reemplazarla por la otra costumbre: controlar tus pensamientos de modo consciente. Cada vez que tu mente no esté ocupada con algo en especial, por ejemplo, cuando estés en un trasporte público, de paseo o haciendo un trabajo que no requiera mayor atención, pon en marcha los pensamientos positivos. No pienses en lo que no pudiste conseguir; piensa en lo que quieres alcanzar y lo tendrás.
Cuando te sientas culpable, recuerda que el ego ciertamente ha violado las leyes de Dios, pero tú no. Los «pecados» del ego déjamelos a mí. Ése es el propósito de la Expiación. Pero hasta que no cambies de parecer con respecto a aquellos a quienes tu ego ha herido, la Expiación no podrá liberarte. Si te sigues sintiendo culpable es porque tu ego sigue al mando, ya que sólo el ego puede experimentar culpabilidad. Eso no tiene por qué ser así.
Vigila tu mente contra las tentaciones del ego, y no te dejes engañar por él. No tiene nada que ofrecerte. Cuando hayas abandonado ese des-ánimo voluntario, verás cómo tu mente puede concentrarse, trascender toda fatiga y sanar.
Aunque desde cierta perspectiva pueda parecer que una ola está muy alejada de otra ola del océano, desde la perspectiva del océano, dado que cada ola es el propio océano, el concepto de distancia o de ausencia de distancia no significa nada. El océano no tiene una localización específica, lo cual equivale a decir que está en todos los lugares a la vez. En otras palabras, está siempre aquí.
Todas las olas del océano que soy son esencialmente yo, incluso aunque parezcan estar a millones de kilómetros de mí.
A menudo nos preocupa que de alguna manera nos hemos salido del camino. Creemos que tal vez nuestra vida está fuera de camino, y hemos cometido errores que son irreparables. Tal vez le preocupe no estar exactamente donde cree que debería estar, ya sea el trabajo que pensó que tendría para esta edad, el estado de la relación o el lugar donde viviría en este momento de su vida. Si no estás donde creías que estarías, puedes sentirte un fracaso. A este destino lo llamo desastre, la sensación de que nuestra vida está fuera de camino. Este ciclo interminable nos mantiene constantemente alcanzando las expectativas que nos hemos impuesto. Estas expectativas generalmente se derivan de necesidades insatisfechas, y nuestra mente nos dice que esto es lo que debemos hacer, ser, lograr para ser cumplidos. Si, por algún motivo, la vida no coincide con nuestros planes, nos responsabilizamos y sentimos que fracasamos.
«¿Es correcto», pregunta Thich Nhat Hanh, «permitir que las personas se enriquezcan produciendo productos que son tóxicos para nosotros y nuestros hijos? No pueden, en nombre de la libertad, envenenarnos con sus productos, películas, revistas, libros y juegos de computadora».
Hablamos de «libertad de prensa», pero ¿qué pasa con la «libertad del consumidor de medios»? Si deseamos cultivar mentes sanas y compasivas, esa libertad es algo que tendremos que cuidar por nosotros mismos.