Rendirse y dejar Ir 2

A menudo nos preocupa que de alguna manera nos hemos salido del camino. Creemos que tal vez nuestra vida está fuera de camino, y hemos cometido errores que son irreparables. Tal vez le preocupe no estar exactamente donde cree que debería estar, ya sea el trabajo que pensó que tendría para esta edad, el estado de la relación o el lugar donde viviría en este momento de su vida. Si no estás donde creías que estarías, puedes sentirte un fracaso. A este destino lo llamo desastre, la sensación de que nuestra vida está fuera de camino. Este ciclo interminable nos mantiene constantemente alcanzando las expectativas que nos hemos impuesto. Estas expectativas generalmente se derivan de necesidades insatisfechas, y nuestra mente nos dice que esto es lo que debemos hacer, ser, lograr para ser cumplidos. Si, por algún motivo, la vida no coincide con nuestros planes, nos responsabilizamos y sentimos que fracasamos.

Elige que pones en tu mente

«¿Es correcto», pregunta Thich Nhat Hanh, «permitir que las personas se enriquezcan produciendo productos que son tóxicos para nosotros y nuestros hijos? No pueden, en nombre de la libertad, envenenarnos con sus productos, películas, revistas, libros y juegos de computadora».
Hablamos de «libertad de prensa», pero ¿qué pasa con la «libertad del consumidor de medios»? Si deseamos cultivar mentes sanas y compasivas, esa libertad es algo que tendremos que cuidar por nosotros mismos.

Tocar la iluminación con el cuerpo

Como muchos occidentales, siempre asumí que la meditación era un fenómeno «espiritual», lo que entendí como que de alguna manera tenía que ver con reinos más allá de lo físico. Durante mucho tiempo no me di cuenta de que creía esto, pero en retrospectiva veo que sí. Al mismo tiempo, también es obvio que la práctica de la meditación en realidad tendía a llevarme en la dirección de un compromiso más profundo con lo físico. Especialmente en los intensivos o en los retiros, sentía una cantidad considerable de malestar físico, que veía como una desviación desafortunada e innecesaria de lo que se suponía que “realmente” estaba haciendo. Pensé que, si podía deshacerme de mi malestar, podría progresar más rápidamente en mi práctica. No tenía una idea muy clara de lo que podría significar «progresar», pero definitivamente no incluía la angustia física.

El río

La mente no puede fabricar esa cosa llamada eternidad, tal como no puede cultivar el amor. Ni la eternidad puede ser descubierta por una mente que la está buscando. Y la mente que no la busca, es una mente malgastada. La mente es una corriente, muy profunda en el centro y muy superficial en la periferia, como el río que tiene una fuerte corriente en el medio y agua quieta en sus orillas.
Pero la corriente profunda tiene tras sí el caudal de la memoria, y esta memoria es la continuidad que atraviesa la ciudad, que se ensucia y que queda limpia nuevamente. El caudal de la memoria provee la fuerza, el impulso, la agresión y el refinamiento. Es esta memoria profunda la que se reconoce como las cenizas del pasado, y es esta memoria la que tiene que llegar a su fin.

Mindfulness es la mejor medicina

No necesitas dejar tu profesión para vivir una vida consciente, ya sea medicina u otro tipo de trabajo. En todo lo que hagas, puedes aportar la conciencia de tu respiración y tu cuerpo. Puedes unir cuerpo y mente, en lugar de mantenerlos separados el uno del otro. Cuando te pones de pie, puedes ser consciente de que estás de pie. Cuando estiras tu cuerpo, puedes seguir tu respiración y tus movimientos. Con la atención plena del cuerpo, tu escucha se vuelve más profunda y eres más consciente de lo que sucede a tu alrededor. Luego lleva esa conciencia a tu vida diaria ya tu trabajo.

La mente sanada

El cuerpo se mantendrá fuerte y salu­dable si la mente no abusa de él asignándole funciones que no puede cumplir, propósitos que están fuera de su alcance y elevadas metas que no puede alcanzar. Tales intentos ridículos, aun­que celosamente atesorados, son la fuente de los múltiples y dementes ataques a que lo sometes. Pues el cuerpo parece frus­trar tus esperanzas, tus valores y tus sueños, así como no satisfa­cer tus necesidades. El «ser» que necesita protección no es real.