Todo está en tu mente

Aunque desde cierta perspectiva pueda parecer que una ola está muy alejada de otra ola del océano, desde la perspectiva del océano, dado que cada ola es el propio océano, el concepto de distancia o de ausencia de distancia no significa nada. El océano no tiene una localización específica, lo cual equivale a decir que está en todos los lugares a la vez. En otras palabras, está siempre aquí.
Todas las olas del océano que soy son esencialmente yo, incluso aunque parezcan estar a millones de kilómetros de mí.

La vida me excluye

Así son las cosas, en el lugar donde sería de esperar que encontrara una entidad llamada «yo», lo único que de verdad encuentro es esta asombrosa danza de olas, y nada que me separe de ellas. En la ausencia del yo, encuentro la presencia del mundo. El mundo y yo estamos enamorados ―en el verdadero sentido de la palabra «amor»―. Pierdo la identificación con «mi vida» y descubro mi inseparabilidad de la vida en sí. Descubro que no soy una consciencia, un alma o un espíritu desencarnados separados de la vida, flotando sobre, más allá o detrás de la vida, o que hayan existido antes o existan después de la vida. Soy la vida.

El secreto

¡Qué milagro estar vivo ahora, en este día, en este día de todos los días! ¡Qué regalo, que indescriptible alegría! Tomar el desayuno, ir al baño, ducharse, vestirse y salir al aire fresco. Experimentar placer dolor felicidad y tristeza, aunque todo sea un juego de la conciencia y aunque todo suceda para nadie…

Vivir, aunque la vida no está separada de la muerte. Moverse a través de este mundo hermoso, frágil y transitorio, encontrarte contigo una y otra vez en miles de lugares diferentes, disfrutar de todo lo que la vida tiene que ofrecerte, aunque sepas que finalmente morirás y que este cuerpo se verá destruido por el cáncer, el corazón te fallará o te atropellará un coche…

Indagación Auténtica

¿Qué es realmente la indagación? Ésta es una buena pregunta. Y como la mayoría de las buenas preguntas, es muy básica. La auténtica indagación es permitirte a ti mismo interesarte, aceptar esa carga ingrávida del interés. Todos sabemos lo que es indagar motivados por un interés intelectual —preguntar por preguntar o porque piensas que deberías preguntar. Esto no es interesarse. Cuando algo te interesa, se mete dentro de ti. Se mete dentro del caparazón que impide que seas afectado o molestado, el caparazón que impide que sucedan cosas nuevas.

Nuestra amenaza interior

Todo lo que experimentamos aparece por una razón. Queremos entender las razones por las que el crítico interior sigue apareciendo. Esto requiere práctica. Inicialmente, reconoceremos el impacto del crítico interno después del hecho, más tarde en el día, cuando nos sintamos inseguros o debilitados. A medida que aprendemos a percibirlos como síntomas de esta voz crítica interna y nos volvemos más curiosos acerca de ella, desarrollamos nuestra capacidad para ser conscientes de ello en el momento y ver qué lo desencadenó. En lugar de dejar que el crítico interno defina nuestra experiencia, comenzamos a identificar este patrón y comenzamos a elegir si queremos alinearnos con su perspectiva o no. Entonces podemos aprender de nuestras experiencias sin menospreciarnos.

La experiencia del yo es solo amor

Lo importante aquí es que el Yo es una experiencia real. No se trata de un ideal alejado de la realidad de todos los días (que es lo que la mayoría de la mayoría de nosotros piensa del alma), sino que está tan próximo a ti, como el aliento. El Yo es la fuente del Amor y, por lo tanto, es más real que cuanto bloquea al amor: la ira, el miedo, el egoísmo, la inseguridad y la desconfianza. Esas cualidades, por muy extendidas que puedan estar en la sociedad, son temporarias; crecen con el tiempo y deben ser aprendidas. El Yo, por el contrario, está firme en la paz y la seguridad: solo conoce el amor, porque su experiencia es solo de amor.