Filtros mentales

La mayor parte de las veces somos nosotros quienes juzgamos las acciones de los demás como malas a partir de nuestra propia percepción deformada por nuestros filtros mentales, mientras que en realidad esas acciones son irreprochables, tales como son. Seamos muy prudentes antes de juzgar, porque lo que nos molesta más en los demás es a menudo lo que de nosotros hay en ellos y no queremos ver… Pero suponiendo que el otro ha obrado verdaderamente «mal», entonces recordemos que esta persona ha obrado lo mejor que podía hacerlo, con todos sus miedos, sus traumas pasados, su nivel de evolución, sus programaciones de infancia, etc. Elegimos considerar esta persona como un ser en evolución que busca su camino hacia la luz, tal como noso­tros. Le damos permiso para que cometa errores, como de­bemos dárnoslo a nosotros.

Confundir el error con el pecado

Es esencial no confundir el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. Pues el error puede ser corregido, y lo torcido enderezado. Pero el pecado, de ser posible, sería irreversible. La creencia en el pecado está necesariamente basada en la firme convicción de que son las mentes, y no los cuerpos, que las atacan. Y así, la mente es culpable y lo será siempre, a menos que una mente que no sea parte de ella pueda darle la absolución. El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura.

Forzar estereotipos

El sentimiento de la propia inferioridad obliga a una persona obedecer ciegamente a los péndulos. Es evidente que un riesgo no justificado no es en absoluto una manifestación de valentía, sino la pretensión de ocultar sus falsos complejos. La mente rige la vida de su alma de una forma irresponsable, a favor de estereotipos sospechosos. La pobrecita del alma, aterrorizada y acurrucada en un rincón, mira lo que ingenia la mente desmedida, pero no puede hacer nada. La mente, respecto del alma, se comporta como un fracasado crónico, en el mejor de los casos, el que descarga su inutilidad con sus familiares; en el peor, como una bestia borracha y demente, que maltrata a su niño indefenso.

Objetivos ajenos

Si no te satisface el lugar en el mundo que ocupas en estos momentos, o si te persigue una cadena de desgracias, eso quiere decir que en su momento caíste bajo la influencia de los péndulos y te has ido hacia un objetivo ajeno a través de una puerta ajena. Los objetivos ajenos requieren mucho trabajo y energía. En cambio tu propio objetivo se alcanza como por sí solo, todo va sobre ruedas. Los objetivos y puertas ajenos siempre te condenan a sufrimientos. Encuentra tu propio objetivo y tu puerta; entonces todos problemas desaparecerán.
No necesitas ocuparte del autoanálisis; basta con que te tranquilices por un tiempo, te aísles y escuches, por fin, el susurro de las estrellas de madrugada.

Cuadros -Frame

La ventana al espacio de las variantes, que se abre por un breve instante cuando la mente se sumerge en el sueño, deja el foco de la percepción en el contexto del sector corriente de la realización material. A diferencia de lo que sucede en un sueño normal, la vela mayor de la fragata dentro de la ventana queda izada. Si en este momento preciso introducimos la diapositiva dentro de la ventana, la ráfaga del viento de la intención exterior impulsará la realización material a una distancia importante. La eficacia de la ventana consiste en que, en tal estado, la unidad del alma y la mente se revela en un grado más alto. La mente adormilada suelta su control y admite lo irreal en el patrón de su percepción, lo mismo que sucede en un sueño. La vela alcanza dimensiones importantes y la intención exterior actúa con más fuerza.

Ventana al espacio de las variantes

La intuición se revela como un presentimiento confuso, también llamado voz interior. La mente se distrae y en este preciso momento es fácil percibir los sentimientos y conocimientos del alma. Has oído el susurro de las estrellas de madrugada: la voz sin palabras, la reflexión sin pensamientos, el sonido sin volumen. Comprendes algo, pero muy vagamente. No reflexionas, sino que sientes intuitivamente. Todos hemos experimentado alguna vez eso que llamamos la intuición. Por ejemplo, sientes que alguien está por venir, o que algo tiene que pasar, o sientes el impulso inconsciente de hacer algo, o hay algo que lo sabes simplemente.