Liberación de la culpabilidad

El senti­miento de culpabilidad proviene, de creer que hemos hecho algo «malo», que hemos dañado a alguien, o, de una forma general, que hemos transgredido una ley natural del universo. Para hacer frente a esas acciones que consideramos como «malas», el único medio que nuestra educación nos ha dado, ya sea religiosa o no, es el sentimiento de culpabilidad. Al sen­tirnos culpables, teníamos la impresión de volver a entrar en contacto de cierta manera, con la aprobación parental. Al ser el proceso siempre doloroso, muchas veces lo hemos enfren­tado camuflando esta culpabilidad bajo un falso cinismo, un falso desapego o un endurecimiento del corazón.

La mayor parte de las veces, nos sentimos culpables en relación a un juicio totalmente subjetivo que llevamos en nosotros mismos, sin haber hecho algo que esté verdaderamen­te en contradicción con las leyes del universo.

Liberación del resentimiento

Si aceptamos el concepto de responsabilidad, nos damos cuenta que si alguien nos ha «hecho daño» (real o imaginario, esto funciona en los dos casos), elegimos pensar que somos nosotros, o una parte de nosotros, quienes hemos atraído esta persona a nuestro universo, a fin de vivir esta experiencia. Si no, energéticamente hablando, no hubiera podido producir­se. Ya sea a partir de un sistema de pensamiento más o menos erróneo, consciente o inconsciente, o a partir de la voluntad de nuestro Ello con vistas a un aprendizaje evolutivo directo, es una parte de nosotros quien ha atraído esta experiencia. Recordemos que si nos negamos a aceptarlo, atraeremos to­davía una vez más el mismo tipo de situación. Es preferible pues reconocerlo enseguida a fin de hacer el aprendizaje debi­do y que esto no se reproduzca otra vez. Elegimos cesar de considerarnos como víctimas de la gente mala, y reconocemos que somos creadores de todo lo que se nos presenta en nues­tro universo.

Mi vida no me gustaba, así que la cambie

«Me gustaba lamentarme y llorar mucho. Tenía buenas razones para sentirme víctima. Soy indio y a los indios los tratan como a perros. Nada podía yo hacer para remediarlo, de modo que sólo me quedaba mi dolor. Pero entonces mi buena suerte me salvó y alguien me enseñó a cazar. Y me di cuenta de que la forma como vivía no valía la pena vivirse… así que la cambié.»

Principio de responsabilidad-atracción-creación

Las estructuras mentales, conscientes o subconscientes, de las que una persona dispone en una vida dada, son deter­minadas por su nivel de evolución y por la tarea que tiene que cumplir durante esta vida. A medida que se avanza en conciencia, nuestras estructuras mentales son cada vez más conscientes y son una expresión cada vez más directa de la voluntad del Ello. Creación de la realidad, percepción de la realidad y experiencia de la realidad; las tres están ínti­mamente entrelazadas y son el resultado de conciencia ya alcanzado.

Ho’Oponopono Auto-Identidad

las oraciones no son como simples ejercicios fonéticos, no son como las palabras mágicas de la imaginería popular, no tienen ningún poder si uno no entiende lo que está pidiendo, si no comprende que dice y por qué lo dice.

La palabra es un elemento muy importante para la vida del ser humano, es en sí el uso de un lenguaje estructurado lo que lo separa verdaderamente del resto de los animales. Es claro que hablar y decir es un don supremamente poderoso, tanto que si observamos el mundo que nos rodea, todo el ambiente que hemos construido como civilización, como humanidad, veremos que no hubiese podido ser si no existieran los idiomas, y el precioso don de la palabra.

La palabra es lo que hace humano a un humano, es lo que lo eleva por encima de los otros animales, y de hecho es la parte humana del humano la que habla, el Uhane.