El sentimiento de culpabilidad proviene, de creer que hemos hecho algo «malo», que hemos dañado a alguien, o, de una forma general, que hemos transgredido una ley natural del universo. Para hacer frente a esas acciones que consideramos como «malas», el único medio que nuestra educación nos ha dado, ya sea religiosa o no, es el sentimiento de culpabilidad. Al sentirnos culpables, teníamos la impresión de volver a entrar en contacto de cierta manera, con la aprobación parental. Al ser el proceso siempre doloroso, muchas veces lo hemos enfrentado camuflando esta culpabilidad bajo un falso cinismo, un falso desapego o un endurecimiento del corazón.
La mayor parte de las veces, nos sentimos culpables en relación a un juicio totalmente subjetivo que llevamos en nosotros mismos, sin haber hecho algo que esté verdaderamente en contradicción con las leyes del universo.