A partir del momento en que estamos en contacto con el hecho deque lo que se nos presenta en la vida es exactamente lo que necesitamos para formarnos interiormente y acercarnos a la realidad de nuestro ser profundo, que es el resultado de nuestro estado vibratorio, sabemos, en algún lugar recóndito de nuestra conciencia, que nada fundamentalmente destructivo puede sobrevenir en nuestra vida. Por supuesto que podrán presentarse todavía circunstancias desagradables o incluso dolorosas, o personas poco deseables y peligrosas. Por supuesto que la vida no será siempre fácil, lejos de eso, sobre todo si hemos decidido acelerar nuestro proceso de evolución. Pero sabemos, en lo más profundo de nosotros, que todo lo que se nos presenta es adecuado y que nada en definitiva puede destruirnos, puesto que al fin y al cabo lo importante es precisamente reconstruirnos en todo nuestro esplendor y nuestra divinidad.
«Me gustaba lamentarme y llorar mucho. Tenía buenas razones para sentirme víctima. Soy indio y a los indios los tratan como a perros. Nada podía yo hacer para remediarlo, de modo que sólo me quedaba mi dolor. Pero entonces mi buena suerte me salvó y alguien me enseñó a cazar. Y me di cuenta de que la forma como vivía no valía la pena vivirse… así que la cambié.»
Todo es una sola cosa; sólo que a nosotros las cosas nos parecen separadas; en realidad están todas ligadas juntas, como las diferentes partes del cuerpo. Esto se parece a la circulación de la sangre en un organismo, o al fluir de la savia en una rama que crece.
Desde este punto de vista, toda la vida orgánica puede considerarse como un largo trabajo de experimentación con la idea de producir un ser que evolucione por sí. Si el hombre puede alcanzar un estado superior es porque está hecho de ese modo: está creado para ser auto-evolucionante. Los otros seres son sólo experimentos para desarrollar diferentes rasgos, no poseen todas las cualidades que el hombre posee.
Dos estructuras mental-emocionales, en gran parte relegadas al inconsciente, se encuentran principalmente en la base de este estado de ánimo. Ellas se apoyan sobre un sentimiento de carencia, en lo que toca a la primera, y sobre un sentimiento de impotencia, en lo que respecta a la segunda. En general, la instalación de estas estructuras se ha realizado a partir de ciertas experiencias procedentes de la niñez.
El estado de ánimo de víctima, que es el mecanismo mental-emocional que vamos a examinar, con todas las variantes, es una de las fuentes principales de la negatividad que contamina actualmente todos los niveles del planeta. Sin embargo, una parte de la humanidad ya está dispuesta a funcionar hoy sobre otras bases. Nuestro objetivo es ayudar a cada uno a liberarse de las cadenas que le impiden expresar su Ser real y profundo, que está formado por sabiduría, belleza y amor, aprendiendo a encontrar realmente la felicidad y la libertad.
El servicio es la vía regia que conduce hasta el Maestro, siempre y cuando se viva de forma correcta. No hay que olvidar que el ego puede apropiarse del servicio para sus propios fines, para guardar las apariencias y atraerse la admiración de personas buenas, por ejemplo, o para granjearse el afecto de los demás, o para desempeñar el papel de salvador, o de gran Maestro, o de mártir. Si no es por interés, el ego detesta el servicio. Al ego sólo le interesa lo que pueda llenar su propio vacío, su minúscula persona. El don de sí y el servicio a los demás no forman parte de sus circuitos. Sin embargo, el auténtico servicio es la vía regia.