No busques el amor, no busques la luz; sé tú mismo esa luz, ofrécela. La alegría que proviene de amar a otro es infinitamente mayor que la que proviene de buscar el amor de otro o aferrarte temerosamente a él, porque muy en el fondo sabes perfectamente bien que es una ilusión, que aquello que siempre has anhelado jamás puede provenir de fuera de ti. Tú eres el Uno; siempre has sido el Uno.
Cantaré de una espiritualidad que se inclina ante nuestros errores, que empapa nuestros anhelos con empatía, que entiende que TODOS somos humanos y frágiles y mortales y magníficamente imperfectos tanto como somos “Divina Conciencia Pura que Nunca Sufre”, estudiantes tanto como maestros, dolorosamente quebrantados tanto como gozosamente Inquebrantables.
El tiempo y la eternidad Dios en Su conocimiento no está esperando, pero a Su Reino le falta algo mientras tú esperes. Todos los Hijos de Dios están esperando tu retorno, tal como tú estás esperando el suyo. En la eternidad las demoras no importan, pero en el tiempo son ciertamente trágicas. Has elegido estar
Estar solo es posible únicamente cuando la mente se halla fuera de la influencia que ejerce la sociedad, cuando uno está internamente libre del desorden social. Esta libertad es virtud, y la virtud está siempre sola; la moralidad social es la continuación del desorden. La meditación consiste en trascender este desorden, no en el placer personal de visiones o experiencias expendidas. Estas experiencias son siempre aisladoras.
La mirada del amor es diferente de la mirada del pensamiento.
Uno lleva en una dirección donde el pensamiento no puede seguir, y el otro conduce a la separación, el conflicto y el dolor.
De este dolor, no puedes ir al otro.
La distancia entre los dos está hecha por el pensamiento, y el pensamiento no puede alcanzar al otro de ninguna manera.
Al volver caminando por los caseríos, los prados y la vía del tren, verás que el ayer ha llegado a su fin: la vida comienza donde termina el pensamiento.
A un curso de milagros le han llamado «psicoterapia espiritual»; sin embargo, en él mismo se establece…»que su objetivo es tu felicidad y tu paz.» (T- 13.II.7:1, p. 267). En él distinguimos entre el ser perfecto que Dios creó y la fabricación del ser ficticio que hoy llamamos «yo». Esta distinción es la piedra angular necesaria en el abandono de las conductas destructivas y debilitantes que tienen base en el miedo, la falta de perdón y la culpa; y provienen de nuestro sentido de aislamiento, separación, devalorización y vulnerabilidad. En contraposición al enfocar nuestros pensamientos hacia la verdadera identidad se encausa con propósito nuestra vida como la conocemos en este plano, guiada por el Maestro Interno o Espíritu Santo; resultando en un camino de perdón y extensión de amor. Estos dos últimos dan como expresión natural, los milagros. Como un diamante, la labor del des-hacimiento del ego se convierte en el refinado trabajo de pulir las aristas para extraer de él la joya que realmente somos.