Junio 10-2013 Desde mi ventana ¿Quién no se ha desencantado cuando la mano amiga en quien había puesto su confianza de redención, de salvación sutilmente desaparece? Creo que casi todos hemos vivido y vivimos constantemente esta experiencia. Me doy cuenta, reflexionando interiormente, que la tendencia usual es buscar siempre afuera de nosotros mismos el punto
Amiga, no quiero llegar a caer en la negatividad y en la debilidad que da el miedo envuelto en los medios de comunicación. Vivamos desde nuestro interior tan rico y lleno de luz.
Todo lo que hay es Vida penetrando la existencia. En cada roca, en cada grano de arena, en las verdes hojas, en las aguas dulces o saladas, en el fuego de la tierra, en cada ser vivo, en nuestras sonrisas, sentimientos, llantos o pensamientos, en todo esto y mucho más está la Vida manifestándose en una pluralidad que nos invita a reconocer la Unidad en todo.
Y la Luz nació en el corazón humano y apartó las sombras del miedo y la ignorancia. Y fui Luz en la Luz. Y la Luz fue Paz. Y descubrí que esa chispa de Luz es capaz de revelar la Luz de otros corazones.
El valor de la verdadera alegría acompasa al corazón que la siente, se esparce como el sembrador esparce sus semillas en un día de verano. Por eso, la alegría, es un estado de gran valor por cuanto ha de fluir del interior, es una consecuencia natural de la fluidez del Ser que se despliega de forma natural, de la misma manera que el sol irradia su luz.
El propio movimiento nos hace percibir la ilusión del tiempo que se desliza ante nosotros como una ligera brisa imperturbable, totalmente ajena a lo que creemos ser o sentir.