El Gran Camino no es difícil para aquellos que no tienen preferencias.
Cuando ambos, amor y odio, están ausentes todo se vuelve claro y diáfano.
Sin embargo, haz la más mínima distinción, y el cielo y la tierra se distancian infinitamente.
Si quieres ver la verdad, no mantengas ninguna opinión a favor o en contra.
La lucha entre lo que a uno le gusta y lo que le disgusta es la enfermedad de la mente.
Según el Advaita, nos apartamos de nuestra Conciencia originalmente pura y unitiva por la acción limitadora y divisoria de maya que superpone al Ser lo que no-es ocultando así su/nuestra verdadera naturaleza. La raíz y el primer paso de este proceso de constitución de falsas auto-identificaciones es la separación inicial entre el “yo” y el “no yo”.
Amor a la Tierra. La tierra eres tú. Tú eres la tierra. Cuando te das cuenta de que no hay separación, te enamoras por completo de este hermoso planeta.
En este mismo momento, la tierra está sobre ti, debajo de ti, a tu alrededor e incluso dentro de ti. La tierra está en todas partes.
Dios juega al juego del escondite, pretendiendo ser gente separada para que el amor, la aventura y la vuelta a Casa puedan tener lugar.
Esta idea de que todos nosotros estamos divididos en personalidades separadas, es indispensable. Sin ella, el universo se desploma en una deidad unificada y perfecta en el Centro.
Plenitud. La verdadera unidad, la Presencia se vive en todo, no hay separación y entonces difícilmente puede haber juicio o crítica pues todo es.
Consideramos que el ser humano está constituido por un ser interior (al cual se le ha dado diferentes nombres en otras tantas culturas y tradiciones: Alma, Centro, Ángel solar, Cristo interior, Fuente, Yo superior, Conciencia superior, Guía interior, Ego (con E mayúscula) y que este ser interior dispone de un vehículo de manifestación (llamado frecuentemente «personalidad» o ego) formado de un cuerpo mental, de un cuerpo emocional y de un cuerpo físico que le permite manifestarse en el mundo de la materia.