A la mente no le interesa el Misterio, porque el Misterio no puede ser un objeto cognoscible ya que es justamente de donde brotan todos los objetos cognoscibles —es la vacuidad que origina toda forma de vida y sin la cual nada puede existir. Da igual que lo llames Tao, Dios, Espíritu, Conciencia, Vida, que no lo llames de ningún modo o que niegues su existencia —esa negación no es más que Ello negándose a Sí mismo.
Todo lo que hago surge de esa profundidad. Todo lo que creo está conectado con lo que soy espiritualmente. Y quien soy espiritualmente es quien actúa por la justicia y la paz. Esta es mi fe viva. Tiene poco que ver con la religión y no requiere una iglesia. Es una fuerza espiritual que está activa donde quiera que esté.
En el corazón de este enfoque, ya sea que se trate del autoconocimiento o del conocimiento del cuerpo, está la forma de observar: el arte de escuchar. Normalmente concebimos la observación como dirigida a algún objeto, una concentración, pero aquí permitimos que el objeto aparezca en la observación. Escuchar aquí no se refiere a nuestros oídos, ni a una función cerebral, sino a nuestra total apertura. No se trata de intentar escuchar ya que escuchar es nuestro estado natural, sino de ver que no escuchamos.
Lo que es, es Dios. Es como cuando alguien hace la pregunta, «¿Es el mundo real?» El mundo, por sí mismo, es una ilusión, pero Dios, como el mundo, es real. A medida que avanzamos nos encontramos con que nunca hubo un Dios, así que nunca hubo un mundo. Pero digamos que, porque Dios es, el universo es. Todo, desde el microbio más humilde a la más exuberante galaxia, es Dios en expresión. Todo es Dios. Cada hoja, cada pieza de arcilla, cada estrella, cada planeta no tiene por sí mismo ninguna base para su existencia. Porque Dios es, todo lo demás es.
Existe una estrecha relación entre una casa llena de posesiones y un corazón lleno de deseos, entre un armario desordenado y un horario abarrotado, entre demasiada actividad adentro y demasiada afuera, entre no tener un lugar donde poner las posesiones y no tener prioridades para nuestras vidas. Éstas son pistas preciosas.
Entonces, ese “piensa en ti” se transforma en la frase mágica que lo engloba todo, pues en mi está la Plenitud de la vida. Nada se halla afuera de esa idea. Yo, tú, los otros, todos somos uno pues estamos bañados por la misma luz que nos de la vida.