Conforme pasan los años es más fácil que la tristeza, la melancolía, o la pena lleguen en momentos sin avisar. Descubres que ya no sientes la misma gana por las cosas más simples que antes te hacían saltar el corazón. Esperas cada vez menos sorpresas o casi ninguna. No sé qué pasa, pero se pierde la fuerza de vivir, porque vivir es tener anhelo, levantarte por la mañana y abrir los ojos con propósitos que llevar a cabo. Es perderte en la necesidad por conseguir, ayudar, compartir, celebrar, cooperar, crear, amar, cocinar…, es verte en la mirada pura de un bebé o ayudar a memorizar las tablas de multiplicar a tu nieto o nieta, en fin, vivir también es ser en el otro.
Plenitud. La verdadera unidad, la Presencia se vive en todo, no hay separación y entonces difícilmente puede haber juicio o crítica pues todo es.
Entonces, ese “piensa en ti” se transforma en la frase mágica que lo engloba todo, pues en mi está la Plenitud de la vida. Nada se halla afuera de esa idea. Yo, tú, los otros, todos somos uno pues estamos bañados por la misma luz que nos de la vida.
Para mí, lo importante es poder ensamblar, hacer uno ambos caminos ya que en todo está Dios, simplemente hemos de ser conscientes de este hecho. En la simple labor de cada día, en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos, hallar ese estado de plenitud que todo lo engloba, que todo abraza es la ambrosía de la humildad puesto que nos olvidamos de nuestro interés para penetrar en el interés y esencia de todo lo creado
Los capítulos se suceden uno a uno con una cadencia inquebrantable. Somos los protagonistas de la trama, apenas nos queda la libertad en la reacción.
El cántaro y el agua. Somos como el cántaro y el agua que lo contiene. Para el cántaro el agua es su razón de ser, para eso ha sido creado.